Pegar la hebra en el Comercial
En la mesa de al lado dos parejitas cortaban tela y no era sastrer¨ªa. A babor de ¨¦sta, uno echaba cuarto a. espadas y no le daba al catecismo. En la de estribor, dos porfiaban mano a mano y no hab¨ªa corrida. M¨¢s all¨¢, varios pegaban la hebra y no elaboraban especiales al cuadrado. Un orondo caballero llevaba media tarde en posici¨®n de violinista y no ten¨ªa viol¨ªn. Uno met¨ªa cuchara y no hab¨ªa olla d¨®nde., Otro hac¨ªa el gasto y no le costaba un duro. Todo constitu¨ªa. pura paradoja en aquel Caf¨¦ Comercial, sito en Bilbao, que es glorieta madrile?a y castiza.En la glorieta jarreaba si Dios quiere qu¨¦. R¨¢fagas de viento lanzaban. la lluvia sobre los ventanales del Caf¨¦ Comercial y sus chorreaduras irisaban la cristalera. Al otro lado hab¨ªa instalado un estudiante su gabinete de trabajo. Calculadora, escuadra y cartab¨®n, l¨¢pices y cuadernos los ten¨ªa perfectamente ordenados en el alf¨¦izar. Sobre el velador, los apuntes y el vaso de manchadito donde se resecaban los posos. Le¨ªa en silencio un p¨¢rrafo y luego lo recitaba entre dientes. Al violinista sin viol¨ªn, aquellas lecciones salmodiadas le adormec¨ªan.
Los que cortaban tela, ahora le hac¨ªan un traje a la due?a de la pensi¨®n: "El pan es de tres d¨ªas; s¨®lo que lo calienta en el horno". "Ese que llama el contable, para m¨ª es el amante. Si no, ?por qu¨¦ se encierran con llave?".
La lluvia torrencial no discriminaba nada y barr¨ªa la luna de Ortopedia Alonso 98, a tres pasos del Caf¨¦ Comercial.
Luna azabache firmada por Alados, artista del cartel; gruesos caracteres oro viejo encabezan su profusa leyenda: "Alonso-Sucesor-Alfonso". Las cosas, claras.
Los viandantes hu¨ªan del aguacero. Al doblar la esquina de Fuencarral arreci¨® el turbi¨®n y puso del rev¨¦s los paraguas, cuyos varillajes se curvaban al viento como palmeras enlutadas. Qui¨¦n se guarec¨ªa en los soportales, qui¨¦n dentro del Caf¨¦ Comercial, donde ya no cab¨ªa un alma. Es lo usual, aunque luzca el sol. All¨ª se citan los que quieren hablar, que es todo el mundo. Se ha dicho que el hombre moderno prefiere la consumici¨®n fugaz en las cafeter¨ªas. Pero no es verdad. La gente necesita d¨®nde conversar a sus anchas.
Parejitas de enamorados
Se citan temprano para encontrar mesa, piden consumici¨®n, pagan en el acto, pegan la hebra. Hay parejitas de enamorados que echan all¨ª la tarde y les ocurre de todo. Cinco horas d¨¢ndole coba a un caf¨¦ que les sirvieron a las cuatro generan m¨²ltiples situaciones: proyectos mil, largos silencios, hondos suspiros... "?En qu¨¦ piensas, vida?". "En nada". "?Se puede pensar en nada? T¨² me enga?as. ?No estar¨¢s pensando en el cursi de Carlos ... !". Y discuten, se enfadan, se reconcilian, ronronean...
Aquel orondo caballero le¨ªa sonetos apoyando el libro en el hombro izquierdo, la parte inferior sujeta con la barbilla, la superior con una mano, mientras la del arco pasaba p¨¢gina o reposaba en la entrepierna. Horas llevaba tambi¨¦n as¨ª, mas la salmodia del estudiante lo durmi¨® y el libro se le desliz¨® por la barriga. "?Eh, que se le cae el libro!", avis¨® el vecino de velador. "No lo despierte; una cabezadita no le vendr¨¢ mal" ech¨® su cuarto a espadas el camarero, que hac¨ªa la ronda por si alguien ten¨ªa la improbable ocurrencia de repetir comanda.
Dos profesoras discut¨ªan la reforma de la ense?anza y una tercera met¨ªa cuchara sin que la hicieran caso. "Habr¨ªa que volver al plan Gual Villalb¨ª", insist¨ªa; y como si dijera misa. Al fondo chorraban estudiantes y, seg¨²n aparec¨ªan, iban juntando mesas. Con la llegada del ¨²ltimo eran cabalmente catorce, siete chicos y siete chicas, y en el transcurso de una alegre tertulia concertaron constituirse en equipo solidario para redactar apuntes y distribuir chuletas en caso de necesidad.
Cientos de personas en animada conversaci¨®n, trasiego de clientela, tintineo de loza y cristaler¨ªa, los ronquidos del poeta, y, sin embargo, no hab¨ªa la bulla habitual entre madrile?os. Literatos ponderando la grandeza de sus creaciones, funcionarios sacando la piel a tiras al ministro del ramo, jubilados haciendo el gasto s¨®lo por sentirse vivir, viejecitas gulusmeando chocolate espeso all¨¢ penas diabetes, pues mientras dura, vida y dulzura, o eso sentenciaba una; castillos en el aire, confidencias, promesas, embelecos... Y todo ello junto apenas compon¨ªa un discreto rumor. Cualquier voz extempor¨¢nea har¨ªa girar cabezas. Por ejemplo: "?Pues te vas con el cursi de Carlos y me devuelves el rosario de mi madre!".
Los novios cruzaron precipitadamente el sal¨®n, tomaron la calle y se metieron bajo la lluvia adrede, con los aires de quien se va a suicidar cogiendo una pulmon¨ªa. ?Ten¨ªa sentido vivir tras lo sucedido? ?l par¨® ante la luna azabache de Ortopedia Alonso 98 y ley¨® a grandes voces, como si se hubiera vuelto orate: "?Ortop¨¦dico constructor / Piernas, brazos artificiales, cors¨¦s de celuloide, braguerooos ... !". "Lo de cors¨¦s de celuloide te lo acabas de inventar", dijo ella. %Inventar yo? Ven aqu¨ª y mira", repuso ¨¦l cogi¨¦ndola firmemente del brazo. Y sigui¨®: "?Tetas gordas para las novias que las tienen chicas!" (esto era de su cosecha; ella le replic¨®: "Ser¨¢n chicas, pero bien que te gustan"; ¨¦l la tir¨® un viaje adonde alud¨ªa; continu¨®): "Medallas de oro en Madrid, Zaragoza, Par¨ªs, Mil¨¢n / Ortop¨¦dico del Hospital Militar / Proveedor del Cuerpo de Inv¨¢lidos, C¨ªa. de Ferrocarriles y otros". Le¨ªdo el r¨®tulo, se fueron calados hasta los tu¨¦tanos, pero enamorados y ya avenidos. Evidentemente, Ortopedia Alonso 98 tambi¨¦n arregla los corazones que se rompen en el Caf¨¦ Comercial.
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