Retrato del artista adolescente
LARRY RIVERSEl autor, pintor y m¨²sico de jazz, relata su iniciaci¨®n en el arte contempor¨¢neo y, espec¨ªficamente, sus reflexiones ante el cubismo
Hasta que cumpl¨ª los 20 a?os me consideraba exclusivamente un m¨²sico, un saxofonista. Una noche, en un club nocturno de Nueva York en el que actuaba con mi banda, otro de los m¨²sicos me ense?¨® un objeto de otro mundo, el Libro de bolsillo del arte moderno" Me dijo queme fijara en la reproducci¨®n de un cuadro que representaba algo as¨ª como un contrabajo. Me resultaba vagamente familiar y lo asociaba con el mundo del jazz. Mi amigo me dijo: "Esto es cubismo, t¨ªo. Es de un pintor franc¨¦s llamado Georges Braque".Me entraron ganas de decir: "?Qu¨¦ es el cubis¨ªno?". Pero de repente supe lo que era cubismo. El cubismo le dec¨ªa a un adolescente del Bronx que no sab¨ªa demasiado, el cubismo no sab¨ªa nada de ¨¦l ni de sus noches recorriendo Greenwich Village con su gran saxo colgado al hombro buscando un garito en el que poder sentarse y tocar con muchos otros forajidos del jazz. Estaba claro que el cubismo no fumaba hierba ni se colocaba, el cubismo era una historia en la que ¨¦l no. ten¨ªa ning¨²n papel. ?C¨®mo pod¨ªa empezar a ponerme al d¨ªa?
Un viernes, algunos de los de la banda y yo nos tropezamos con otro de mis colegas, Marty Flax. Marty Flax era tartamudo, lo cual me resultaba curioso, porque era un ario guapo, alto y rubio que parec¨ªa el candidato ideal para los oficiales de ¨¦lite de Hitler, y era la persona con menos prejuicios que conozco, tanto desde el punto de vista, musical como ¨¦tnico. Andaba y sujetaba el instrumento con clase y vest¨ªa un traje con solapa ancha y hombreras; llevaba la cabeza, adornada con el mejor tup¨¦ cola de pato de todo el gremio, ligeramente inclinada a la derecha. Intent¨¦ imitarle, pero jam¨¢s lo consegu¨ª. Era un buen saxo y siempre ten¨ªa mar¨ªa.
Marty dijo, al tiempo que raspaba una cerilla para encender una diminuta pipa: "??sta tiene que ser por fuerza la mejor mar¨ªa de toda la Coste Este!".
"V¨¢monos a colocarnos a otro sitio", dijo Jack.
"?Y d¨®nde podemos ir a ponernos?", dijo Marty.
"Vamos al Museo de Arte Moderno".
"?D¨®nde queda eso?", pregunto.
"A unas cuantas manzanas de aqu¨ª. El jard¨ªn es muy tranquilo".
Entramos en el MOMA, pasamos la puerta, atravesamos el museo interior y cruzamos el pasillo surrealista sin mirar a la derecha o a la izquierda; nos fuimos directos al aire libre, los ¨¢rboles, el fresco refugio del jard¨ªn de esculturas, el Maillol horizontal, los dorsos de bronce de Matisse, el hierro fundido de Roszak, el m¨¢rmol de Moore, el acero de Brancusi, e inmediatamente dimos una gran calada a la pipa que Marty hab¨ªa estado preparando con destreza en el bolsillo, incluso mientras desfil¨¢bamos delante del vigilante.
?D¨®nde est¨¢bamos?
Ah, s¨ª. Est¨¢bamos en el jard¨ªn del Museo de Arte Moderno coloc¨¢ndonos junto a las estatuas, dejando correr nuestros pensamientos. Por fin, bajo la sombra de un busto de Gaston Lachaise, se me pas¨® el coloc¨®n. "?D¨®nde estamos? ?Qu¨¦ sitio es ¨¦ste?", pregunt¨¦.
La mar¨ªa pod¨ªa cambiar mi sentido de la percepci¨®n. Pod¨ªa mirarme la mano como si la estuviera viendo por primera vez y creo que se me ocurr¨ªan cosas que jam¨¢s se me hab¨ªan ocurrido antes. Cuando se tienen 20 a?os se tiene mucha energ¨ªa. El fumar un poco de mar¨ªa no te atocina.
"Echemos un vistazo a esto. Vamos a dar una vuelta. Oye, Jack, ?te acuerdas de aquella reproducci¨®n que me ense?aste, aquella del contrabajo?".
"?La pintura cubista de Georges Braque?".
"?Crees que est¨¢ en este museo?", le pregunt¨¦.
En un estado especial, musitando cosas como "oh", "qu¨¦ pasada" y "qu¨¦ cosa m¨¢s rara", erramos por el museo durante media hora y jam¨¢s descubrimos ning¨²n Braque. Pero vi a las demoiselles de Picasso y los relojes blandengues de Dal¨ª y a los evasivos ni?os de Tchelitchew y el le¨®n de Rousseau iluminado por la luna olfateando a una hembra africana tumbada.
"?Ese sitio es una pasada! La ¨²ltima media hora ni siquiera estaba pedo".
A pesar de lo peligroso que era en esos d¨ªas fumar mar¨ªa por la calle, dimos unas cuantas caladas de camino al metro para volver al Bronx.
Cuando me despert¨¦ a la tarde siguiente en Crescent Avenue, cog¨ª el estuche de pinturas de mi hijo y empec¨¦ a crear lo que yo consideraba arte en los cartones de las camisas. Despu¨¦s de llevar varios d¨ªas trabajando en una superficie de ese tama?o, me sent¨ªa un tanto encasillado. No me sal¨ªa lo que quer¨ªa.
?Qu¨¦ quer¨ªa? Quer¨ªa pintar algo que impresionara un poco m¨¢s. Crec¨ª en la creencia de que el tama?o contaba. Y lo cierto es que en el sal¨®n ten¨ªa una pared vac¨ªa que se estaba pudriendo. Y endureci¨¦ndose en el lavabo, un poco de esmalte -que me hab¨ªa sobrado despu¨¦s de pintar un mes antes ese mism¨ªsimo sal¨®n. Compr¨¦ unos cuantos tubos de color y algunos pinceles, los mezcl¨¦ con el esmalte y pint¨¦ un mural.
Si pudi¨¦ramos decapar las 40 manos de pintura del panel de ese sal¨®n, descubrir¨ªamos mi interpretaci¨®n de un saxo tenor de 1,80 de alto con un diminuto p¨¢jaro sali¨¦ndole de la campana dorada. El saxo simbolizaba, claro est¨¢, a Lester Young. De ¨¦l emerg¨ªa la m¨²sica pintada, y Charlie Parker, conocido cari?osamente como Bird (P¨¢jaro), y al que yo hab¨ªa retratado como tal. El cuadro era tan primitivo y cursi que hoy no desentonar¨ªa en el Soho.
A finales de los cincuenta, en los primeros a?os de mi desarrollo art¨ªstico, mis colegas artistas y yo pas¨¢bamos mucho tiempo ense?¨¢ndonos nuestro trabajo unos a otros. ?Para qui¨¦n pint¨¢bamos o escrib¨ªamos? Pues para nuestros amigos y la historia. ?Qui¨¦n miraba por encima de nuestros hombros cuando trabaj¨¢bamos, afinando nuestro sentido de la est¨¦tica? Todo el mundo del arte de Nueva York. ?Qu¨¦ fue de aquellas animadas conversaciones de anta?o sobre est¨¦tica? ?Estamos menos interesados en el arte? ?Es que ya no tenemos m¨¢s problemas que resolver? Sol¨ªa pensar que un aspecto de ser un artista consist¨ªa en mostrar inter¨¦s por el arte de los dem¨¢s. En el caso de la mayor¨ªa de los artistas que conozco no es as¨ª. Es algo que nunca se menciona. ?Qui¨¦n quiere compartir esta verdad de la reconocida y absoluta falta de inter¨¦s del artista por la obra de cualquiera que no sea ¨¦l? A estas alturas, ning¨²n artista vivo est¨¢ haciendo nada que vaya a influir en mi trabajo. Y mi trabajo tampoco va a influirles a ellos, al menos no a mis contempor¨¢neos.
es pintor y m¨²sico de jazz.
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