Larry Rivers visita a los pintores
La idea de Harold Rosenberg de que "Rivers pinta retratos de pinturas" parece literalmente concebida para este ciclo de trabajos recientes del artista, reunidos en su segunda muestra personal madrile?a.La cita del gran cr¨ªtico norteamericano es, por supuesto, muy anterior; escrita en los sesenta, se remonta incluso en la trayectoria de Larry Rivers hasta esa referencia clave de su George Washington cruzando el Delaware, pintado en 1953, y cuya apropiaci¨®n ir¨®nica de un modelo acad¨¦mico archiconocido -la estampa ret¨®rica de Emanuel Leutze- caus¨® un considerable esc¨¢ndalo en un Nueva York a¨²n bajo la m¨¢s plena eclosi¨®n del expresionismo abstracto.
El uso de estereotipos y emblemas populares -la efigie del padre de la patria, las figuras de la baraja, los distintivos de las cajas de cigarros...- motivaron la identificaci¨®n de Larry Rivers (Nueva York-, 1925) como uno de los antecesores del pop.
Larry RiversGaler¨ªa Marlborough
Orfila, 5. Madrid. Hasta el 15 de enero.
Con todo, esa definici¨®n sol¨ªa a menudo matizarse en funci¨®n de aquellos rasgos que lo distanciaban de la ortodoxia pop y que, como en la gestualidad de sus fondos, resultaban m¨¢s afines a las in quietudes dominantes en su propio contexto generacional de la abstracci¨®n de posguerra.
Hoy, cuando la distancia nos hace extra?a esa idea de un pop ortodoxo aplicada a un paisaje que tuvo desde su origen matices y derivaciones mucho m¨¢s complejas, la propia trayectoria de Rivers revela, como veremos incluso en su obra ¨²ltima, v¨ªnculos m¨¢s densos con lo que, en su acepci¨®n extensa, supone la conciencia pop.
Provocador
Otra cuesti¨®n bien distinta es, en cambio, la de la impenitente voluntad provocadora de Rivers, que lo har¨ªa tan inc¨®modo para el entorno del expresionismo abstracto com¨® para el del mismo pop. Hay, en ese sentido, en el cat¨¢logo de la muestra madrilefia un perfil inefable del pintor, recreado por John Ashbery. La ambivalente evoluci¨®n de su trabajo ha resultado as¨ª, con fre-' cuencia, desconcertante, provocando reacciones de signo distinto seg¨²n la perspectiva dominante en cada periodo.Y, una vez m¨¢s, algo hay tambi¨¦n de irritante en el efectismoescenogr¨¢fico de sus actuales relieves, en esa mezcla de virtuosismo exhibicionista y tosco ingenuismo. Pero conviene recordar, en ese sentido, el uso mordaz que, a lo largo de su evoluci¨®n, Rivers ha hecho siempre del efectismo magistral, como una parodia antiheroica del genio. Bajo esa luz cobra sentido, a su vez, esta equ¨ªvoca visita al olimpo de la vanguardia, a la imagen de sus dioses mayores y a la de sus obras m¨ªticas. Con ir¨®nica distancia pop, en su forma m¨¢s perversa, estos "retratos de la pintura" funden, bajo su apariencia de homenaje narcisista -y cito una vez m¨¢s a Rosenberg-, "la realidad y su imagen popular", la aventura solar de las invenciones de la vanguardia vista bajo su sombr¨ªa conversi¨®n en lugares comunes del consumo cultural. Desde luego, un espect¨¢culo deplorable.
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