Moros, cristianos y 'picassos'

, Las llaves de las murallas de Buitragolas guardan en el estanco. Cosas de nuestros pueblos... Por eso, porque se los conocen de pe a pa, se agradece salir de excursi¨®n con los gu¨ªas de la Fundaci¨®n Caja de Madrid. S¨®lo ellos, ge¨®grafos de carrera, saben transformar las estribaciones del Guadarrama en el escenario posible de otro Parque Jur¨¢sico, con sus relatos sobre dram¨¢ticos plegamientos y v¨®mitos de materiales magm¨¢ticos.Los abuelos que componen el grueso de la expedici¨®n canturrean precisamente una jota de la sierra Norte cuando arriban a la Litracum de los celt¨ªberos, la Libratum de los romanos, la Butracum de los visigodos, la Buitrago de Lozoya. Se dice que los cristianos, nada m¨¢s arrebatar esta coquetona villa de manos de los moros, la convirtieron en Las Vegas de la Espa?a medieval, con celebraci¨®n casi diaria de fiestas, torneos y espect¨¢culos taurinos. Resulta hermoso comprobar c¨®mo el tiempo arruina los alc¨¢zares, mas no las ganas de juerga de los humanos.

Para enamorarse

As¨ª, el patio del castillo ¨¢rabe es hoy escenario de novilladas veraniegas. Y no de otra forma, las murallas del siglo XI han sido restauradas para solaz de las parejitas que, en los d¨ªas de sol, ronronean por encima de estos tejados. Y es que la vista es para enamorarse: la iglesia g¨®tica de Santa Mar¨ªa con su airosa torre mud¨¦jar, la cola del embalse de Puentes Viejas y el puerto de Somosierra.

Tambi¨¦n a una pareja, pero ¨¦sta formada por Pablo Picasso y su barbero de la Costa Azul, el buitrague?o Eugenio Arias, debemos el museo que atesora

dibujos, litograitas y cer¨¢micas del artista malague?o en los s¨®tanos del Ayuntamiento.

Luego sigue el camino de algunos dalos pueblos m¨¢s recoletos de esta ruta: Gandullas, Pi?u¨¦car Pr¨¢dena del Rinc¨®n..., y Montejo de la Sierra, punto de paso obligado para acceder al hayedo m¨¢s meridional del continente europeo.

Muchos ecologistas que despotrican contra el dominguerismo en el Hayedo de Montejo

ignoran que el acceso a. ¨¦ste se halla celosamente regulado (reservas, horarios de visita, recorridos con gu¨ªa...). En estas condiciones, ni el elfo m¨¢s sensiblero se dar¨ªa por agredido.

Para mayor tranquilidad de los verdes, los excursionistas se limitan a disfrutar de El Chaparral -que as¨ª se llama el monte- a distancia, paseando por la vera nororiental del Jarama, y de esta forma van abriendo apetito para el al-

muerzo de los viajeros en Torrelaguna.

Y, con el sol ya bajo, se rinde la postrera visita: Patones. Encajado en los montes que; por el norte dominan el Jara. ma, este umbroso caser¨ªo de pizarra y madera se ha convert¨ªdo en una abigarrada feria de artesanos, baratilleros y gourmets de fin de semana. Hasta. tiempos de Carlos III, en cambio, fue reino independiente., casi inaccesible.