La feria del secuestro
M¨¢s de cien personas desafiaron el fr¨ªo para presenciar en la calle el desarrollo del suceso
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En el momento en que los geos acariciaban el gatillo de sus pistolas encomend¨¢ndose a los santos m¨¢s eficaces acontec¨ªan las situaciones m¨¢s grotescas a los pies del edificio acordonado.Un hombre bien entrado en los cincuenta se empe?aba en atravesar el muro policial sobre las ocho de la tarde con un jam¨®n enfundado en bolsa blanca y colgado al hombro.
-Comprenda usted que es imposible, se?or, tenemos ¨®rdenes de que no pase nadie que no viva en ese bloque -le explicaba un agente.
-Oiga, que vengo desde muy lejos y tengo que dejar el jam¨®n ah¨ª, que me est¨¢n esperando.
-V¨¢yase, se?or; haga el favor, v¨¢yase.
Con buen humor el hombre se march¨® abri¨¦ndose paso entre miradas de anhelo hacia su cargamento. Cuando s¨®lo se ve¨ªa a lo lejos la bolsa blanca del jam¨®n que se alejaba recort¨¢ndose en la niebla, algunos vecinos re¨ªan a¨²n, y el abuelo de los ni?os secuestrados lloraba y ped¨ªa noticias frescas a la polic¨ªa. Todo ello bajo el sonido de los petardos que hac¨ªan estallar los ni?os del barrio.
Buscando a Crespo
Las autoridades optaron por permitir s¨®lo a la prensa permanecer al lado de la cinta de pl¨¢stico que cortaba el paso hacia la manzana del secuestro. El resto de los espectadores tuvo que sufrir el fr¨ªo en la acera de enfrente. Alg¨²n vecino del barrio se pasaba de una acera a la otra para preguntar a los periodistas: "?Oiga, se llama usted Crespo?". Y un agente le espet¨®: "P¨¢sese a la otra acera, hombre, p¨¢sese, que ha venido usted ya m¨¢s de veinte veces aqu¨ª con el mismo cuento". Hubo ocasi¨®n hasta para presenciar una pelea entre un vecino ebrio y el propietario de un coche que intentaba sacar el veh¨ªculo del arc¨¦n donde m¨¢s gente hab¨ªa. Los miembros del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa se apresuraron a separarlos mientras que los c¨¢maras de televisi¨®n y fot¨®grafos se empe?aban en inmortalizar la escena. Los amigos y vecinos de los que se peleaban se interpusieron entre los focos y los luchadores: "?De qu¨¦ vais?, ?por qu¨¦ ten¨¦is que sacar im¨¢genes?".
Despu¨¦s, el borracho se empecin¨® en pasar a su casa. Un polic¨ªa se encar¨® con ¨¦l, y el otro amenaz¨® al agente entre las risas de sus amigos: "Conmigo no te pongas chulo que te pego un trancazo y te parto".
De vez en cuando aparec¨ªa alg¨²n familiar de los rehenes y todos los focos y el p¨²blico se agolpaban alrededor. As¨ª sucedi¨® con la hermana de la mujer retenida, que a las once de la noche acapar¨® la atenci¨®n de todos. "Lleva la pobre mujer llorando, toda la noche", se quejaba una polic¨ªa, "y s¨®lo ahora os hab¨¦is dado cuenta los periodistas de que es familiar".
Pero el marasmo mayor de p¨²blico y redactores se produjo sobre la medianoche, cuando lleg¨® el padre de los ni?os secuestrados.
La feria del secuestro concluy¨® una hora antes que el secuestro mismo. A las 3.15, cuando sal¨ªan los delincuentes en los coches de la polic¨ªa, s¨®lo quedaba una veintena de vecinos, que esperaban, eso s¨ª, verdaderamente indignados, para increpar a los delincuentes. Con ellos no pudo el fr¨ªo.
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