365 d¨ªas en el barro
El mestizaje y los j¨®venes inician la celebraci¨®n del fin de a?o entre el millar de chabolistas de Pe?a Grande
![Ana Alfageme](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F9c68d2e5-1703-474b-a134-16b23abefee5.jpg?auth=5f59648e4b2b6fc4f430669d3b4c434e33164fb087b858e8b27e95e7f8671c6b&width=100&height=100&smart=true)
En el primer minuto de 1994, los petardos aclararon el cielo de Madrid. Sobre el barro y las chabolas de la vaguada de Pe?a Grande, s¨®lo un viento helado agit¨® las coladas que cruzaban la la oscuridad del poblado. Nada m¨¢s. El jolgorio se hab¨ªa ido del brazo de hombres y jovencitos a la Puerta del Sol. Casi todos los que se quedaron hicieron lo de siempre: cenar pollo con patatas a las ocho, fumar un cigarro en la oscuridad, ver El Juego de la Oca y a la cama. Y eso que 1993 fue un a?o para despedir a gusto. Tres incendios borraron 31 chabolas a lo largo de los ¨²ltimos 12 meses, probablemente, por el sinfin de enganches y cables que llevan la luz con cuentagotas a Pe?agrande, una hondonada que limita con los chal¨¦s de Puerta de Hierro y los que se extienden hacia Cardenal Herrera Oria.Adem¨¢s, el prop¨®sito de los pol¨ªticos de sacar al millar de chabolistas de su barro con vistas a la opulencia se qued¨® en la intenci¨®n de llevarles a unos prefabricados que todav¨ªa no han sido dibujados sobre un mapa. Pero ellos dicen que celebraciones, las suyas: la fiesta del cordero, el Ramad¨¢n... y el fin de a?o, que no acaba en diciembre, sino en la primavera.
Im¨¢n sali¨® de su chamizo, el 144, y escuch¨® en la oscuridad los primeros instantes del a?o. "?Qu¨¦ es eso?" Los petardos explotaban all¨¢ arriba, lejos del lodo donde la m¨²sica dei Magreb traspasaba las maderas de una chabola cercana Las siluetas de dos chicos y dos chicas pasaron al lado de la ni?a: "Madre, que borrachera llevo", se oy¨®, mientras las ruedas del carrito de un beb¨¦ sorteaban silenciosas el barro. Cuando la luz de la chabola 143 ilumin¨® sus caras, resultaron ser dos parejas: ellos, marroqu¨ªes; ellas, espa?olas. "Hemos tomado las uvas y todo, s¨ª,", dec¨ªa una de las chicas, "y perd¨®nanos, que es que tenemos que hacer la cena y se nos enfr¨ªa el cr¨ªo".
lm¨¢n ten¨ªa a¨²n la boca llena de pellejos cuando sali¨® de su casa tapizada de cart¨®n de envasar leche. La celebraci¨®n del fin de a?o se hab¨ªa limitado a un t¨¦ marroqu¨ª con galletas, conversaci¨®n con los periodistas y una sesi¨®n de baile ofrecida por la chavalilla, la m¨¢s extrovertida de los seis hermanos. Engull¨® las uvas -por primera vez en su vida-, limpiamente, y dese¨® para el 94, en un castellano casi perfecto, tina mu?eca con collares y joyas y un vestido largo, como el que ce?¨ªa sus avispados 11 a?os.
Su padre, Abdelk¨¢der, tiene 35 a?os, seis hijos y pidi¨® trabajo (no tiene) cuando la locutora de Antena 3 comenz¨® el a?o con ocho uvas de retraso. La madre, asistenta por horas, sonre¨ªa con el m¨¢s peque?o en brazos. Dijeron: "?Feliz a?os nuevo!" Y no corri¨® el cava, porque el ¨²nico vicio de Abdelk¨¢der es fumar Fortuna.
Sin hombres
Zohra cambi¨® de a?o con otra cadena, Tele 5, en compa?¨ªa de una Carmen Sevilla distorsionada por las rayas del televisor; es una costumbre -"huy, c¨®mo me gusta, es que es andaluza como yo"-, dec¨ªa; compartieron con ella la noche su hermana, de cara arrugada, que apenas habla espa?ol, unas vecinas y ning¨²n hombre, porque no tienen. Zohra celebra m¨¢s la Nochebuena, "para nosotros", dice, "Jesucristo es tambi¨¦n un profeta".
Zohra ha pasado por muchas casas como interna en los 22 a?os que lleva en Espa?a, habla un perfecto andaluz y ha despedido el a?o en su chabola reci¨¦n estrenada. Uno de los 10 chamizos que ardieron en la madrugada del 8 de diciembre pasado fue el suyo. La chabola de ahora la estren¨® hace una semana, est¨¢ forrada con moqueta gris grapada y, tiene un lujoso techo fabricado de puertas y hasta un agujero en el suelo que llegar¨¢ a ser un w¨¢ter con desag¨¹e artesanal. "Me ha costado 200.000 pesetas; antes ten¨ªa todo nuevo, ahora lo compr¨¦ de segunda mano", dice con gran desparpajo. Pero el desparpajo llega con una cabeza que se asoma por la cortina que separa las dos estancias de la chabola de la mujer. Aparece una adolescente cualquiera, todo cueros, peluquer¨ªa moderna y pintalabios. Su nombre es Ana, tiene 19 a?os y es la sobrina de Zhora. Las mujeres le ri?en con mucha decisi¨®n y ella se r¨ªe. Viene de la puerta del Sol, con otra chica y reniega un poco: "Puff, qu¨¦ foll¨®n hab¨ªa".
El poblado se atraviesa de siluetas, casi todas varoniles y j¨®venes, que llegan o se van a la ciudad muy maqueadas, que hablan castellano mucho mejor que sus padres y a quienes se les cuela Madrid por los poros. Como asegura Mohamed, medio dormido: "Decimos: 'donde vivas 40 d¨ªas, ser¨¢s como ellos". Mohamed tiene 43 a?os y 1994 le ha pillado dormido sobre un jerg¨®n, la humedad col¨¢ndose en el suelo y sus hijos tosiendo. La mujer no pega ojo cuando duerme ¨¦l, porque tienen miedo de que el fuego se lleve el par de cuartuchos que forman su hogar. Pero un par de a?os s¨ª que los pas¨® en puerta del Sol, como dice ¨¦l, sin el acento, e hizo lo que hacen los cristianos, beber y bailar.
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