Qu¨¦ hacemos con el psic¨®pata
Retrato de los antisociales, entre la c¨¢rcel y el psiqui¨¢trico
?Qu¨¦ es un psic¨®pata? Alguien como Francisco G., un hombre de 39 a?os que dice, con inquietante frialdad, que algo "irrefrenable" le oblig¨® a matar por la espalda a 11 personas, la mayor¨ªa mendigos, compa?eros de andanzas. Su caso sali¨® a la luz, tras la confesi¨®n, la semana pasada.Francisco es un vagabundo habitual del cementerio madrile?o de la Almudena; para buscar satisfacci¨®n sexual, ni respet¨® las tumbas. En los tratados de psiquiatr¨ªa ya se rese?a que la necrofilia o el exhibicionismo se vinculan -como el vagabundeo- a la psicopat¨ªa, un transtorno que ya fue descrito a principios del siglo XIX con el nombre de monoman¨ªa impulsiva.
Francisco, callado y de pocas luces, entr¨® ya en la c¨¢rcel con 20 a?os, por una violaci¨®n, se pas¨® entre rejas 12 a?os, y volvi¨® a ser detenido otras veces por peque?eces, como robos o hurtos. Desde 1987 hasta septiembre pasado acab¨® con siete hombres y una mujer de un golpe en la cabeza o de varias pu?aladas. Siempre por la espalda y cuando, al vino -es alcoh¨®lico-, le a?ad¨ªa unos Rohipnoles (un hipn¨®tico). Esta combinaci¨®n convert¨ªa en una bomba su impulsividad. Al crimen le pod¨ªa segu¨ªr una sesi¨®n de necrofilia e incluso mutilaciones, algunas pensadas para hacer irreconocible el cad¨¢ver.
Francisco pudo haber sido un veterano de la Legi¨®n, o un paracaidista. En sitios as¨ª, donde se pueden despachar en cuanto a riesgo y tienen la mayor disciplina posible, encuentran algunos psic¨®patas su dificil equilibrio. El se qued¨® en el riesgo de la marginalidad.
Est¨¢ tambi¨¦n diagnosticado de esquizofrenia (pensaba que algunos le persegu¨ªan y en una ocasi¨®n tir¨® a una vecina escaleras abajo) y es un viejo conocido en el hospital Psiqui¨¢trico Provincial de Madrid. Le llevaba la polic¨ªa desde el cementerio tras profanar tumbas o llegaba ¨¦l deseando ingresar y para ello aseguraba haber matado. La medicaci¨®n le mejoraba algo su delirio, pero la libertad del hospital le inquietaba: ped¨ªa ir a la c¨¢rcel. Incluso sus m¨¦dicos aseguraban que el psiqui¨¢trico no era un medio adecuado para ¨¦l. La observaci¨®n fue ejemplar: se fue de all¨ª un d¨ªa de septiembre con otro enfermo, lo mat¨® y quem¨® su cad¨¢ver. Ello destap¨® la colecci¨®n de cr¨ªmenes.
Los psiquiatras consultados dicen que el trastono que caracteriza a Francisco, el del psic¨®pata asocial, -hay otros tipos m¨¢s inofensivos y muchos, modernamente, camuflados bajo la condici¨®n de drogadictos- apenas tiene tratamiento: "No hay sufrimiento, ni culpa por nada y por tanto, no hay posibilidad de mejora", comenta uno. Si no se benefician del ambiente de un psiqui¨¢trico, e incluso lo amenazan, ni de la medicaci¨®n, ni de otros apoyos ?qu¨¦ hacer con gente como Francisco? "A la c¨¢rcel con ellos si han cometido delito", dice otro m¨¦dico. "Lo que est¨¢ claro es que saben que han hecho mal y por lo tanto son responsables de sus actos. Los locos que matan con su delirio lo hacen a plena luz del d¨ªa; pero ¨¦stos se esconden", comenta un directivo de un psiqui¨¢trico.
"Y es que", dice el responsable de una unidad de enfermos mentales de un hopital genenral de Madrid, "el l¨ªmite del psic¨®pata es la ley, las rejas, la represi¨®n". "Es un fracaso su paso por aqu¨ª. Al llegar se tarda 20 minutos en explicarle lo que no puede hacer y otros 10 en decirle lo que ocurrir¨¢ si se salta las reglas. Al final, se tiene que ir porque se salta todo a la torera", dice el m¨¦dico.
En Dinamarca se crearon unos centros para psic¨®patas m¨¢s parecidos a c¨¢rceles que a hospitales psiqui¨¢tricos. "?Pensiones cuarteleras?", se pregunta un psiquiatra. "Nunca lo defender¨ªa en p¨²blico, en privado probablemente, pero ?c¨®mo privar de libertad a alguien que a¨²n no ha matado?".
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