Curso del 69
Fue hace 25 a?os, en 1969, en los ¨²ltimos tiempos del franquismo. Su muerte violenta se produjo estando detenido, en manos de la polic¨ªa: responsabilidad, pues, con fuertes indicios de culpabilidad -es lo menos que puede decirse- para los encargados de su custodia, pero tambi¨¦n para quienes, desde mucho m¨¢s arriba, les ordenaban, les amparaban y todo lo justificaban con absoluta arbitrariedad. Las circunstancias concretas nunca fueron oficialmente aclaradas ni apenas . investigadas, a pesar de la denuncia interpuesta por Gregorio Peces-Barba y otros abogados amigos; al contrario, aqu¨¦llas fueron con la peor intenci¨®n distorsionadas y falseadas en siniestras e inapelables notas gubernamentales, seguidas de las m¨¢s sucias y repugnantes campa?as de prensa que uno puede recordar. Y no en 1939, sino en 1969, en el a?o emblem¨¢tico en que -por verse aunados el desarrollismo econ¨®mico tecnocr¨¢tico y el reaseguranuento de las altas previsiones sucesorias- algunos, de manera simplista y/o interesada, quieren encontrar hoy la causa principal y el exclusivo motor para la que luego fue transici¨®n a la democracia. Ni vidas humanas, ni derechos humanos, ni libertad, ni dignidad importaban para nada en aquel camino de servidumbre, prepotencia y humillaci¨®n.Muy otro era el mundo de Enrique Ruano, estudiante de Derecho de la Complutense y militante muy activamente comprometido desde las ideas y la praxis pol¨ªtica de la izquierda en la lucha contra la dictadura y, ¨¦l s¨ª, en la construcci¨®n de la democracia. Yo fui profesor y amigo suyo en esos largos a?os de Universidad y, de manera m¨¢s cercana y especial, en ese inolvidable curso 1968-1969 en cuyo primer trimestre asist¨ªa aqu¨¦l con toda asiduidad y "polemicidad" a mis clases de Filosof¨ªa del Derecho. All¨ª tuve ocasi¨®n de departir y de discutir no poco con ¨¦l, as¨ª como con otros compa?eros tambi¨¦n amigos entonces y despu¨¦s, gentes que entregaron sus mejores esfuerzos por la causa de la libertad, la democracia y la justicia social.
En todos estos a?os no he podido, ni querido, olvidar el que habr¨ªa de resultar nuestro ¨²ltimo encuentro: fue a finales de aquel intenso, duro pero esperanzador oto?o del 68, deb¨ªa ser ya avanzado diciembre, en la agitada conclusi¨®n del multitudinario acto de protesta en que se hab¨ªa logrado transformar una intervenci¨®n con generalizado debate del escritor franc¨¦s J.-J. Servan-Schreiber en el aula magna de nuestra facultad. Hab¨ªa a la salida -nada inhabitual- voces, panfletos, cargas de la polic¨ªa, carreras... Enrique Ruano nos pidi¨® a Maite y a m¨ª si, oculto en nuestro coche, pod¨ªamos sacarle de aquella parte de la Ciudad Universitaria pues sab¨ªa que la polic¨ªa estaba busc¨¢ndole; le ubicamos como pudimos en el flamante Seat 600, casi tumbado en el suelo y con nuestros abrigos encima, hasta que le dejamos, feliz y agradecido, en la zona de la Moneloa.
No volv¨ª a verle en las semanas siguientes ni ya nunca m¨¢s -supe despu¨¦s que la polic¨ªa le hab¨ªa detenido-, hasta que en la madrugada del 21 de enero nos lleg¨® la terrible noticia de su muerte. No pude reprimirme, y esa misma ma?ana, en la facultad, la clase ordinaria que me correspond¨ªa dar fue ex profeso dedicada a ¨¦l, con una apasionada exposici¨®n sobre sus ideas, trabajos y esperanzas.
Pero tambi¨¦n hab¨ªa entre ellos, nunca faltan, los confidentes, que se apresuraron a pasar cuenta a Castellana, 3, a los servicios de informaci¨®n del vicepresidente del Gobierno. el aran reaccionario y represor Luis Carrero Blanco. Seguramente fueron los mismos que le hab¨ªan denunciado, ocasionando su muerte: ?podremos alg¨²n d¨ªa confirmar con datos oficiales nuestras sospechas? Seguramente fueron los mismos que 10 d¨ªas despu¨¦s propiciaron nuestra detenci¨®n, la de algunos profesores dem¨®cratas, durante el periodo que durar¨ªa el reci¨¦n declarado "estado de excepci¨®n". ?stos eran los tiempos, en 1969, en que el compa?ero y amigo Enrique Ruano vivi¨® y muri¨®.
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