Una huelga tan ¨²til como necesaria
El fin de la huelga, considera el autor, es contribuir a la reapertura del camino m¨¢s ¨²til para afrontar la crisis' actual y los retos del inmediato futuro: el de la verdadera negociaci¨®n con el Gobierno, imposible hasta ahora.
As¨ª como de la libertad de expresi¨®n nacen las dem¨¢s libertades democr¨¢ticas, el derecho de huelga es el germen y el garante de los derechos sociolaborales. Es m¨¢s, el primigenio Estado liberal, que reservaba el derecho de voto a los propietarios, no se habr¨ªa podido transformar en el Estado social y de derecho sin que los no propietarios alcanzasen los m¨¢s elementales derechos de ciudadan¨ªa, a base, entre otras cosas, de hacer huelgas que al mismo tiempo mejorasen las condiciones de prestaci¨®n de lo ¨²nico que pose¨ªan: su fuerza de trabajo. Finalmente, todas las constituciones democr¨¢ticas han terminado contemplando el derecho de huelga como uno de los derechos fundamentales y como el cauce democr¨¢tico adecuado para solventar el conflicto social.Es una pena, por tanto, que a estas alturas tengamos que dedicar demasiado tiempo a la pol¨¦mica sobre legitimidades y car¨¢cter democr¨¢tico de una huelga, y malgastar energ¨ªas que caldean el ambiente a¨²n m¨¢s de lo que est¨¢ discutiendo sobre si la huelga es o no un atentado contra la voluntad popular representada en el Parlamento.
Vayamos, pues, al grano que ha motivado una huelga tan necesaria como ¨²til para moler ese grano con mayor consenso entre molineros, que buena falta le hace el pan a este pa¨ªs.
. Fuimos a las negociaciones de un pacto por el empleo, m¨¢s que con disposici¨®n, con verdadero inter¨¦s por llegar a un buen acuerdo, porque, convencidos de nuestras razones en la cr¨ªtica a la pol¨ªtica econ¨®mico-social de los ¨²ltimos a?os, lo est¨¢bamos tanto o m¨¢s de que con tres millones de parados y una situaci¨®n econ¨®mica calamitosa los sindicatos no pod¨ªamos quedamos en el ya lo dec¨ªa yo, sino que era nuestra obligaci¨®n contribuir con propuestas, ideas y actitudes a superar tales problemas.
. Acudimos a negociar un pacto en el que por primera vez los sindicatos no pedirnos m¨¢s de nada, simplemente equidad social en las aportaciones que hubiera que hacer y compromiso de todos con pol¨ªticas presupuestarias, reformas estructurales y desarrollos inversores orientados de verdad a la creaci¨®n de empleo. Por ejemplo, no ped¨ªamos m¨¢s gasto social, sino el mantenimiento de las prestaciones b¨¢sicas y de los derechos sustantivos, compatible a nuestro entender con la racionalizaci¨®n del gasto y la erradicaci¨®n de determinados abusos. No propusimos incrementos salariales por encima de la inflaci¨®n prevista, sino tenerla como referencia para la moderaci¨®n trianual de todas las rentas salariales y no salariales-, cuid¨¢ndonos de no absorber los eventuales crecimientos de la productividad. Pro pugnamos una pol¨ªtica presupuestaria que combinase el rigor contra el d¨¦ficit p¨²blico y la moderada expansi¨®n que selectiva mente fomentase la actividad productiva -con pol¨ªticas industriales activas- y la creaci¨®n de empleo. Y por si de una vez se puede despejar el infundio acerca de nuestra posici¨®n ante la reforma laboral, no s¨®lo no esperamos a que se nos emplazase en este te rreno, sino que adelantamos nuestro inter¨¦s por acometerla en conexi¨®n con la sustituci¨®n negociada de las viejas Ordenanzas Laborales por un nuevo entramado de negociaci¨®n colectiva sectorial que, a la vez de servimos para la racional articulaci¨®n de la mara?a actual de convenios colectivos, permitiese sobre todo adecuar el mercado laboral a las nuevas realidades productivas a promover en nuestro pa¨ªs; esto es, la flexibilidad negociada o "flexibilidad bien entendida", que el presidente del Gobierno dice no comprender.
Pero como ya se sabe, el primer tropiezo vino con lo social, procediendo el Gobierno a restar unos 60.000 millones de la masa global de pensiones que, adem¨¢s de hacerles perder 8.600 pesetas anuales en el 94 -?iron¨ªas de la ¨²ltima campa?a electoral!-, se da el poco edificante ejemplo carente de equidad de transferir este ahorro en pensiones a rentas de capital v¨ªa gasto fiscal y otras subvenciones; como se pretende hacer tambi¨¦n con la disminuci¨®n de renta de los parados y de los salarios reales de los empleados p¨²blicos y asalariados en general. El segundo escollo emergi¨® ante nosotros con las partidas presupuestarias para la inversi¨®n productiva y el desinter¨¦s por impulsar otras pol¨ªticas industriales que no fuesen las pasivas -e impredecibles en cuanto a sus resultados- bonificaciones fiscales en barbecho ya apuntadas. Casi al tiempo vinieron con pretensiones salariales que, aun rebajando notablemente las capacidades adquisitivas, no s¨®lo no reportaban creaci¨®n de empleo ni compromiso alguno en este sentido, sino la esperanza (?) de que el paro aumentase en 11.000 parados menos si no hab¨ªa acuerdo.
Y por ¨²ltimo, la defunci¨®n de las negociaciones vino con una reforma laboral comunicada de un d¨ªa para otro -que no negociada-, desreguladora de derechos individuales y colectivos hasta no dejar t¨ªtere con cabeza en el derecho laboral vigente. Que conste que la disyuntiva no est¨¢ entre la flexibilidad necesaria y la supuesta defensa sindical de una rigidez laboral a. ultranza, sino entre la flexibilidad negociada propuesta por los sindicatos y la desregulaci¨®n pura y dura impuesta por el Gobierno, con la que ven¨ªa so?ando la CEOE tiempo atr¨¢s.
Cualquier Gobierno democr¨¢tico sabe que si opta por la imposici¨®n en materias sociolaborales de tanta envergadura est¨¢ provocando el conflicto social, y ¨¦ste, como queda. dicho, se encauza a trav¨¦s de la huelga necesariamente. Por nuestra parte la convocamos y la haremos para contribuir a la reapertura del camino m¨¢s ¨²til a fin de afrontar la crisis actual y los retos del inmediato futuro: el de la verdadera negociaci¨®n. Es tambi¨¦n el camino utilizado por todos los Gobiernos democr¨¢ticos europeos en cuyos pa¨ªses se han producido conflictos similares; entre otras razones, porque tal vez saben que, con independencia de que les cuadren los n¨²meros de diputados que les apoyan en sus respectivos Parlamentos, la estabilidad de un pa¨ªs -y a la postre de su Gobierno- requiere de un encaje social que trasciende de la aritm¨¦tica parlamentaria, aun siendo ¨¦sta muy importante. Si aqu¨ª alguien tiene la humildad de reconocer que a¨²n le queda algo por aprender de los modos de gobernar en una Europa con, la que se pretende homologar, tendr¨¢ la ocasi¨®n de demostrarlo a partir del pr¨®ximo 28 de enero; en estas situaciones no se demuestra el coraje resistente de los gobernantes sino su aut¨¦ntica capacidad de Gobierno, casi siempre re?ida con1a soberbia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.