Tres toreros buenos
Lara / Rodr¨ªguez, Pauloba, Romerito
Toros de Mar¨ªa Luisa Lara, cinque?os, con gran trap¨ªo, varios sospechosos de pitones, descastados y de feo estilo. Miguel Rodr¨ªguez: media baja atravesad¨ªsima y metisaca bajo (alguna palmas y saluda); estocada corta trasera muy tendida y atravesada, metisaca bajo, estocada corta atravesada y tres descabellos (silencio) Luis de Pauloba: tres pinchazos y cuatro descabellos; se le perdon¨® un aviso (silencio); media trasera atravesada y descabello (aplausos y salida al tercio). Romerito: pinchazo y bajonazo (aplausos y salida al tercio); estocada corta traser¨ªsima (aplausos).
Plaza de Valdemorillo, 6 de febrero. Tercera corrida de feria. Cerca del lleno.
Parec¨ªa una encerrona, con aquellos toracos cinque?os, grandotes, bastotes, escarbones, topones, sin ninguna sangre brava que les hiciera embestir. Una encerrona a tres toreros ilusionados que hab¨ªan acudido a las cercan¨ªas de Madrid no para comprarse con la soldada un cortijo (gracias si con ella cubrieron gastos), sino para que les viera torear fino la afici¨®n vente?a y confirmar la mucha torer¨ªa que llevan dentro. Pero la encerrona -si acaso la hubo- no pudo ocultar que, efectivamente, son tres toreros de una pieza; tres toreros buenos; tres toreros capaces de matar una corrida de toros cinque?os, grandotes, bastotes, escarbones y topones, y adem¨¢s lucir con ellos una t¨¦cnica depurada, un amplio repertorio y un singular sentimiento art¨ªstico.
Hubo un toro que sembr¨® el desconcierto en el redondel y el consecuente alboroto en el tendido. Enmorrillado y con unas anchuras propias de un cami¨®n, hu¨ªa despavorido lo mismo de la aviesa acorazada ecuestre que de la m¨¢s civilizada infanter¨ªa, y pues no lo pod¨ªan ni parar ni picar, fue condenado a banderillas negras. Pero lo que son las cosas de la vida: apenas son¨® el clar¨ªn, el picador acert¨® a cruzar el percher¨®n en el camino del manso galopante, le meti¨® vara a modo y lo habr¨ªa llegado a descuartizar de no ser porque, mediado el romaneo, el toro pudo m¨¢s y les peg¨® al caballo con su peto descomunal y al caballista con su castore?ito gracioso una soberana costalada.
Otro puyazo feroz cobr¨® el picador en el siguiente encuentro; vinieron despu¨¦s las decretadas banderillas negras, de las que el peonaje s¨®lo acert¨® a prender una entre carreras enloquecidas, ayes y suspiros; el poderoso cinque?o aprendi¨® lat¨ªn en esa refriega y, licenciado, ya daba por seguro que se iba a comer a Luis de Pauloba, empezando por las zapatillas.
Sin embargo Luis de Puloba, menudo es. Delgadito de cuerpo y superviviente de una cornada terrible, posee un coraz¨®n de torero que no le cabe en el pecho (vamos al decir), y sin mirar poder¨ªos ni lenguas cl¨¢sicas, se dobl¨® con el toraco, lo sac¨® a os medios y le dio all¨ª m¨¢s pases de los que merec¨ªa su embrutecida moruchez.
Al quinto toro, no tan problem¨¢tico, le instrument¨® Luis de Pauloba redondos templados en series muy bien abrochadas con los pases de pecho y las trincherillas hondas. El toreo bueno surg¨ªa sorprendentemente en Valdemorillo a despecho de aquel ganado infame. Miguel Rodr¨ªguez alleg¨® a la brega talento de lidiador nato, construy¨® faenas de gran m¨¦rito a fuerza de porfiar y consentir, y a¨²n se permiti¨® el lujo de dibujar algunos pases largos, hondos y armoniosos.
Romerito constituy¨® una jubilosa sorpresa por el clasicismo de su corte torero y por el rico repertorio. que emple¨® en su primera faena. Los ayudados por alto y por bajo, trincheras y cambios de mano prologaron una faena variada en la que carg¨® la suerte sin trampa ni cart¨®n, lig¨® los pases y, adem¨¢s, se ech¨® enseguida la muleta a la mano izquierda para torear por naturales como mandan los c¨¢nones. El ¨²ltimo toro, en cambio, se desplomaba y no pudo sacarle faena de fundamento, lo cual no desmereci¨® en nada su torer¨ªa. Porque los toreros buenos dan su medida con los toros ¨ªntegros, mientras con los inv¨¢lidos todos se hablan de tu, y en algunos casos, hasta de turur¨².
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