El fetiche monetario internacional
La pol¨¦mica reciente sobre la actuaci¨®n del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Rusia plantea, en t¨¦rminos graves, el papel de dicha instituci¨®n en el nuevo desorden internacional. Recordemos que se trata de una instituci¨®n que pagamos entre todos, usted tambi¨¦n, a trav¨¦s de las aportaciones de nuestros Gobiernos. Y lo que el FMI hace, o deja de hacer, tiene una influencia decisiva en la suerte del Tercer Mundo, en la estabilidad geopol¨ªtica internacional o en el deterioro del medio ambiente. El tema merece unos minutos de reflexi¨®n.Hablemos primero del FMI en Rusia. Yo lo viv¨ª personalmente. En enero de 1992, el Gobierno ruso, entonces dirigido por Gaidar, me pidi¨® que coordinara un comit¨¦ de expertos sobre los problemas sociales de la reforma econ¨®mica, paralelo al trabajo de los expertos econ¨®micos dirigidos por Jeffrey Sachs. Nuestro comit¨¦, integrado tambi¨¦n por Alain Touraine, Fernando Cardoso, Stephen Cohen y Martin Camoy, advirti¨® sobre las consecuencias potencialmente desastrosas de una reforma econ¨®mica que desmantelara el sistema de protecci¨®n social sin instrumentos pol¨ªticos para gestionar las tensiones resultantes. Pero est¨¢bamos de acuerdo con la necesidad de una transici¨®n r¨¢pida hacia el mercado, en el fondo socialmente menos dolorosa que una lenta agon¨ªa del sistema sovi¨¦tico. ?C¨®mo armonizar la rapidez de la reforma econ¨®mica y el mantenimiento de un "colch¨®n social" m¨ªnimo que amortiguara las contradicciones? A trav¨¦s de una ayuda masiva de Occidente que permitiera mantener empleo p¨²blico, subsidiar los sectores m¨¢s necesitados (jubilados) y crear un fondo de estabilizaci¨®n del rublo. En esto coincid¨ªamos soci¨®logos y economistas y fue la postura del Gobierno de Gaidar. El principal peri¨®dico ruso, Izvestia, me hizo una larga entrevista en la que, de acuerdo con el Gobierno ruso, expliqu¨¦ p¨²blicamente los argumentos a favor de la estrategia propuesta. En la primavera de 1992, los dem¨®cratas contaban con el apoyo de Yeltsin, el Parlamento no pod¨ªa oponerse frontalmente a las reformas y la poblaci¨®n daba un margen de confianza al nuevo Gobierno. ?se fue el momento decisivo en el que se perdi¨® la batalla de la reforma. Rusia qued¨® atascada en la ruptura sin reforma. Y el motivo fundamental fue que el FMI, encargado por los pa¨ªses occidentales de pilotar la ayuda econ¨®mica, se opuso al plan de ayuda solicitado por el Gobierno ruso, a pesar de que la inflaci¨®n estaba reduci¨¦ndose y la privatizaci¨®n avanzaba r¨¢pidamente. En realidad, lo que el FMI exig¨ªa es que funcionara ya un mercado en una situaci¨®n en donde se estaba apenas iniciando la transici¨®n a ese mercado. Una situaci¨®n hist¨®ricamente nueva, en la que las coordenadas econ¨®micas tradicionales no serv¨ªan de gu¨ªa. Esa ceguera tecnocr¨¢tica del FMI (apoyada en su momento por la Administraci¨®n de Bush) fue lo que llev¨® al vicepresidente norteamericano Albert Gore y a su enviado especial Strobe Talbott a criticar abiertamente la actuaci¨®n del FMI, cr¨ªtica a la que se han unido los economistas que asesoraron al Gobierno ruso, Sachs y Aslund, poco sospechosos de heterodoxia econ¨®mica. La incapacidad pol¨ªtica de entender la situaci¨®n rusa (o del mundo) en t¨¦rminos distintos de par¨¢metros macroecon¨®micos cort¨® la ayuda occidental en un momento decisivo, suscitando un proceso que destruy¨® la credibilidad de las reformas, envalenton¨® al viejo aparato sovi¨¦tico y sembr¨® en las mentes la tentaci¨®n del salvador autoritario, haciendo posible el fen¨®meno Zhirinovsk?. Si todo ello conduce a una Rusia ultranacionalista (con o sin Zhirinovski), a una nueva tensi¨®n internacional y a un proceso de rearme, inflacionista como es sabido, el analfabetismo sociopol¨ªtico del FMI habr¨¢ conseguido exactamente lo contrario de lo que pretend¨ªa en la econom¨ªa mundial y, en el camino, habr¨¢ destrozado un pa¨ªs tan importante como Rusia y hecho retroceder las perspectivas de concordia internacional.
Lo grave es que el FMI no ha hecho en Rusia sino continuar con su pol¨ªtica tradicional, bien conocida en el Tercer Mundo, consistente en sanear las econom¨ªas para la inversi¨®n internacional aun a costa de destruir las sociedades. Un soci¨®logo norteamericano de prestigio, John Walton, realiz¨® un estudio que establece una relaci¨®n estad¨ªstica significativa entre las medidas de austeridad dictadas por el FMI en Am¨¦rica Latina y la cadena de explosiones sociales en las ciudades del continente que tuvieron lugar a lo largo de la d¨¦cada de los ochenta. La estrechez de criterios de las pol¨ªticas de ayuda implica no s¨®lo insensibilidad social, sino incapacidad de un c¨¢lculo econ¨®mico en t¨¦rminos m¨¢s amplios, de desarrollo sostenible. Por ejemplo, el pa¨ªs privilegiado por el FMI en Am¨¦rica Latina durante dos d¨¦cadas fue el Chile de Pinochet, modelo econ¨®mico ultraliberal. Chile creci¨® extraordinariamente, pero sobre bases que ahora se revelan peligrosamente inestables. El 80% de las exportaciones chilenas, motor del crecimiento, est¨¢n ligadas a recursos naturales en primera transformaci¨®n. Ejemplo: Chile es el primer exportador del mundo de harina de pescado (alimento para el ganado). M¨¦todo de producci¨®n: captura masiva e indiscriminada de enormes bancos de pescado que son triturados en bloque. Lo que hoy es fuente de ganancias y exportaciones arruina el futuro ecol¨®gico y econ¨®mico de la pesca en Chile. Los trabajos de Guillermo Geisse y otros expertos medioambientalistas en Chile muestran hasta qu¨¦ punto el desarrollo chileno se bas¨® no s¨®lo en los salarios de miseria (un factor poco diferencial en el actual contexto mundial) sino en la destrucci¨®n masiva del medio ambiente de un pa¨ªs con extraordinarios recursos naturales aprovechando las condiciones de dictadura. El f¨¢cil y abundante financiamiento otorgado por el FIM a Pinochet no incluy¨® cl¨¢usulas de conservaci¨®n del medio ambiente, un factor esencial en las nuevas pol¨ªticas de desarrollo pero que los expertos del FMI todav¨ªa ignoran.
Es un viejo ritornelo de la izquierda el fustigar al FMI como instrumento del imperialismo. Es un error. Hay tantos imperialismos hoy d¨ªa y en tantas dimensiones distintas que las formas de imperialismo son m¨²ltiples, diversas e intersticiales: no tienen nombres ni banderas, son flujos e im¨¢genes. El FMI es el instrumento de s¨ª mismo. Y si a algo representa es al sacerdocio de la ideolog¨ªa econ¨®mica neoliberal (nada que ver con la respetable, aunque discutible como todo, ciencia econ¨®mica). Pero Camdessus, su presidente, tiene raz¨®n. Es responsabilidad de los Gobiernos el determinar los criterios de la ayuda internacional. Entonces, ?para qu¨¦ necesitamos el FMI? El FMI, piedra angular del orden econ¨®mico mundial creado en 1944 en Bretton Woods, es una supervivencia obsoleta en una econom¨ªa global profundamente transformada y en una cultura en la que ya no identificamos desarrollo con crecimiento. En el nuevo mundo en que vivimos, el FMI no s¨®lo es un despilfarro como aparato ideol¨®gico y una nulidad como instrumento de an¨¢lisis, sino un peligroso agente de desestabilizaci¨®n pol¨ªtica en un complicado periodo de transici¨®n hist¨®rica.
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