Jap¨®n sabe decir 'no'
El primer ministro japon¨¦s, Morihiro Hosokawa, ha respondido con un monosil¨¢bico no, despojado de las usuales f¨®rmulas adormecedoras, a la pretensi¨®n del presidente Clinton, calculadora en mano, de que su pa¨ªs se comprometa a reducir el super¨¢vit de m¨¢s de 50.000 millones d¨¦ d¨®lares que registr¨® en 1993 la balanza comercial entre los dos pa¨ªses.En los ¨²ltimos a?os sucesivos emisarios de Tokio han sido convocados a Washington para obtener de ellos id¨¦nticas garant¨ªas. Uno tras otro han abundado en el criterio de sus anfitriones, han rematado de s¨ªes sus promesas de buen comportamiento y luego no ha ocurrido nada. El super¨¢vit sigue ah¨ª, y las garant¨ªas enunciadas con los ojos en forma de ranura se extraviaban en el vericueto de la burocracia japonesa. Esta es la primera ocasi¨®n en la que un no ha exiliado cualquier expectativa de soluci¨®n por medio de la persuasi¨®n amistosa. ?Qu¨¦ ha ocurrido para que Tokio haya acumulado el valor de su primera negativa?
De Hitler se dec¨ªa que hab¨ªa dado a conocer sus planes por anticipado en un libro al que no se prest¨® ninguna atenci¨®n en casa de sus futuros enemigos; en Mein Kampf estaba contenido todo el programa de expansi¨®n del nazismo. Algunos autores japoneses, aunque con pretensiones irreprochablemente civiles, hab¨ªan anunciado de igual manera lo que iba a ser el futuro.
En 1989 aparec¨ªa un libro titulado El Jap¨®n que sabe decir no, firmado por un pr¨®cer del partido Liberal Dem¨®crata, entonces en el poder, y Akio Morita, el presidente, hoy retirado, de Sony. El a?o de su publicaci¨®n era el de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, del principio del fin del bloque sovi¨¦tico, y, al igual que esos prodigios que entonces comenzamos a entrever, japoneses de mucho respeto pasaban aviso de que los tiempos cambian.
En 1993 se produjo una escisi¨®n en el LDP que alumbr¨® nuevas formaciones pol¨ªticas y permiti¨® que Hosokawa, tr¨¢nsfuga del partido que hab¨ªa gobernado el pa¨ªs desde 1955, formara Gobierno en julio pasado al frente de una coalici¨®n de siete grupos pol¨ªticos menores. Y el segundo de los libro! que avisaban de lo que se estaba preparando lo ha escrito, precisamente, el que est¨¢ considerado como eminencia gris del nuevo Gobierno, Ichiro Ozawa, fabricante de muchas de las ideas que maneja el primer ministro. La obra apareci¨® con gran oportunidad s¨®lo unas semanas antes de las elecciones del 18 de julio, que llevaron al poder a la nueva coalici¨®n.
En C¨®mo construir un nuevo Jap¨®n Ozawa argumentaba que el pa¨ªs hab¨ªa vivido demasiado tiempo tutelado por el recuerdo de la II Guerra, que Tokio deb¨ªa aprender a valerse por s¨ª mismo, que el tab¨² que imped¨ªa toda intervenci¨®n exterior, que anulaba la capacidad de dotarse de fuerzas armadas adecuadas a las necesidades nacionales, deb¨ªa ser arrinconado para siempre. En resumen, como si la reciente reunificaci¨®n alemana se aplicara tambi¨¦n a su pa¨ªs, Ozawa defend¨ªa la plena normalizaci¨®n de Jap¨®n, que deb¨ªa convertirse, de esta manera, en un Estado como cualquier otro.
El tercero de los libros a considerar es obra de dos autores norteamericanos, George Friedman y Meredith le Bard, y se titula La pr¨®xima guerra con Jap¨®n. La obra, que argumenta, no sin arranques fantasiosos, la inevitabilidad de un enfrentamiento en el Pac¨ªfico entre Estados Unidos y el archipi¨¦lago nip¨®n, apareci¨®, muy apropiadamente, en 1991, el a?o de la destrucci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Y eso es lo que ha ocurrido, en definitiva, que explica la capacidad de Tokio para decir no con toda la pegada del monos¨ªlabo. La desaparici¨®n de la excusa moscovita ha dejado a EE UU y Jap¨®n solos ante s¨ª mismos. La guerra comercial entre los dos pa¨ªses, ahora o a unos a?os vista, ser¨ªa la consecuencia l¨®gica de todo ello.
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