Odiar
Recuerdo haber o¨ªdo nombrar unos tiempos en que media Espa?a odiaba a la otra media. Eran tiempos crueles de odios sin paliativos que terminaban con alguna guerra civil y as¨ª los supervivientes ten¨ªan motivos para seguir odiando. Ya no se odia as¨ª. En Madrid, sin ir m¨¢s lejos, se odia fatal. Falta fineza y sobran motivos. El animal odiador que todos llevamos dentro salta por cualquier cosa, preferiblemente al resguardo de un coche.El otro d¨ªa me creci¨® uno de esos odios a la madrile?a, un odio fuerte y gelatinoso como un plato de callos. Todo empez¨® dentro de una de esas jaulas con ruedas que usamos para odiarnos los unos contra los otros. All¨ª, en el centro de un atasco, sent¨ª c¨®mo crec¨ªa, silencioso, incontrolado, y empez¨®, a disparar con la punter¨ªa que puede tener un ciego con una pistola. ?Alguien puede resistir el odio al taxista ¨¦se, s¨ª, a ¨¦se que se te cuela por el lateral, que si no te apartas te puede rayar tu querida residencia con ruedas? Yo no pude, le odi¨¦.
Y ya que empiezas por el odio al taxista, qui¨¦n te impide odiar al tonto ¨¦se que tienes a tu derecha. ?se con cara de nada, que mueve la cabeza, que parece cantar alguna horterada grabada en un casete barato. ?Pues anda que la de atr¨¢s!, vaya pinta de pija, seguro que trabaja en alguna boutique car¨ªsima y clasista. Tan tiesecita ella, sin mirar a nadie, estirada y orgullosa de su ignorancia. ?Lo mismo se piensa que la miro con deseo!
Y qu¨¦ decir de esos cretinos que cruzan el paso de cebra pisando huevos. Y luego pretenden que no toques el pito.
?Qu¨¦ bien estoy odiando desde mis interiores tapizados y con la calefacci¨®n a tope! Anochece en mi coche, pongo la radio, sale una locutora que habla como si fuera la patrona de los odiadores. A m¨ª, se lo reconozco, me da razones para seguir odiando. A ella la primera. Y no me dejan parar, todos los odiosos vecinos han aparcado antes que yo. ?Y qu¨¦ se puede sentir ante un guardia que te multa, ante los de la gr¨²a municipal o con el atraco legal del Ayuntamiento cuando se empe?a en llevarte tu coche a Col¨®n para que tengas que pagar en Alfonso XIII?
Odiar en Madrid y en coche est¨¢ chupado. Es ¨²til y necesario, evita guerras civiles y disparos a los tironeros. Pero, por favor, el que no sepa odiar que no conduzca. Hoy me siento un madrile?o completo, me he pasado dos horas de odio motorizado. Me da igual odiar en Pr¨ªncipe de Vergara, antes General Mola, que al Conde de Pe?alver, antes Torrijos. En suma, como dice Woody Allen, me gustar¨ªa tener alg¨²n tipo de mensaje positivo que dejarles. Pero no lo tengo.
?Aceptar¨ªan dos mensajes negativos?, pues ah¨ª van: viva en Madrid y vaya en coche. El odio es esa cosa con ruedas.
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