Las cotorras de la Casa de Campo
He le¨ªdo con mucho inter¨¦s su noticia sobre la aparici¨®n de grupos de aves psitaciformes en la Casa de Campo. Como aficionado a la ecolog¨ªa, me parece una noticia interesante y que refleja el desorden natural que el hombre impone a la maltrecha naturaleza, que no acierta a reponerse de los constantes ataques a los que la someten el capricho y las estupideces humanas.Dicho esto, s¨ª me gustar¨ªa informar de la existencia de parecidas colonias en lugares como los jardines de Tokio, en condiciones parecidas a. las de Madrid. Ello se debe no s¨®lo, como dec¨ªa el se?or Bengoa, al car¨¢cter omn¨ªvoro de estas aves, sino a su gregarismo, que las lleva a formar grandes bandadas en libertad, de un modo similar a nuestros estorninos.
Lo que, sin embargo, me mueve a enviar esta carta es el velado tono de defensa que parece contraponer a las urracas frente a estas psitaciformes. Incluso se las apoda de aut¨®ctonas, como si todo lo aut¨®ctono, por definici¨®n, fuese bueno frente a lo al¨®ctono. La urraca, en las poblaciones tan desorbitadas como las que conocemos en la capital madrile?a, no constituyen precisamente una especie muy positiva para el equilibrio ambiental. Son omnipresentes en parques, jardines, calles, plazas, etc¨¦tera. Se comen todo (omn¨ªvoras), como huevos de aves menores, polluelos, bayas, carro?a, etc¨¦tera, pero adem¨¢s son agresivas para otras especies. No aportan muchas ventajas sobre sus competidores tropicales, pero como no tienen enemigos naturales, invaden la ciudad. No ser¨¦ yo el que le d¨¦ ventaja a una especie sobre otra: eso lo hicieron en Australia hace a?os con los desastrosos resultados ambientales que todos conocemos.-
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