Arte cimarron
Primero, una carcajada entre lun¨¢tica y jovial. Luego entra al trapo de la guaracha: "Besitos pa'ti, besitos pa'm¨ª / besitos de az¨²car, canela y an¨ªs". Salta al ingl¨¦s y se desencadena, gime y jadea, un orgasmo tel¨²rico que cabalga sobre la trompeter¨ªa y desemboca en su grito de guerra, el ay, yi, yi, yi. Intercala una cita de Stonny Weather y al final se declara satisfecha: "?Qu¨¦ lindo me qued¨®!". Todo en cinco minutos. Cuando La Lupe entraba en el estudio de grabaci¨®n,su micro siempre estaba encendido. Para desesperaci¨®n de m¨²sicos y arreglistas, ella se dejaba llevar por la ventolera del momento e introduc¨ªa dedicatorias, mensajes particulares, consejos universales, risas salvajes, bramidos profundos, suspiros de gozo o derrota. Si el productor pertenec¨ªa a la categor¨ªa de los pudibundos, se dedicaba m¨¢s tarde a eliminar buena parte de esas cu?as: incluso para sus colegas, la exuberancia de La Lupe pod¨ªa resultar excesiva.No importa que su biograf¨ªa sea la cr¨®nica de un prolongado desastre, que su carrera art¨ªstica se frustrara, que no tenga verdaderas continuadoras. Nos quedan sus discos, y en ellos, la impudicia, la entereza, la lucidez de la mujer enfrentada al desamor. Escap¨® de Cuba, paso por M¨¦xico, se instal¨® en Nueva York, actu¨® en Puerto Rico, grab¨® en Madrid. En todas las latitudes era el esc¨¢ndalo, la presencia inc¨®moda. Todav¨ªa nos sobrecoge, nos intimida la mujer en carne viva, que no reconoce, otro imperio que el de la pasi¨®n.
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