Ideas y personas
El intento de refundaci¨®n pol¨ªtica que vive el PSOE desde que estall¨® el esc¨¢ndalo del hermano intendente me recuerda a tantos episodios de la historia pol¨ªtica del ancien r¨¦gime absolutista, cuando el monarca de derecho divino (el l¨ªder carism¨¢tico del PSOE), para sujetar la fronda de la feudal nobleza levantisca (el montaraz guerrismo, caciquil y clientelar), deb¨ªa establecer alianzas contra natura con un patriciado urbano que era vocacionalmente antimon¨¢rquico, burgu¨¦s y liberal (las refinadas familias de los selectos renovadores). Y ante la ausencia de s¨ªntesis posible, ambas partes se tiran los trastos a la cabeza, discutiendo si son galgos o son podencos los perros electorales de la derecha que les muerden ya los ijares.Una de las ¨²ltimas estrellas de esta dial¨¦ctica es la discusi¨®n entre personas o entre ideas. Y quiere el moralismo hip¨®crita que personalizar sea bajo y sucio, mientras idealizar resulta elevado y edificante. Pero cabe dudarlo por muy buenas razones. Es cierto que el debate de ideas se refiere a los programas pol¨ªticos, mientras que el de personas esconde, como se dice, la desnuda lucha por el poder. Pero no lo es menos que los programas han de ser aplicados por las personas que ocupen el poder, pues no hay carros sin arrieros que los arreen. Sin embargo, no es esto lo m¨¢s importante, porque la clave reside en que s¨®lo a las personas, y no a las ideas, se les puede exigir responsabilidad.
S¨®lo las personas son sujetos de acci¨®n, y por eso s¨®lo a las personas se les pueden pedir responsabilidades por sus actos: tanto para bien como para mal. Ciertos sujetos, para eludir su responsabilidad, alegan que su conducta les vino impuesta por sus principios o convicciones. Y, en efecto, en nombre de las ideas se cometen muchos cr¨ªmenes: corrupci¨®n, chantaje, abuso de poder, asesinatos. Pero tales cr¨ªmenes los cometen las personas, no sus ideas, que son en s¨ª mismas perfectamente irresponsables. Ya hace tiempo que Weber contrapuso la ¨¦tica de la responsabilidad personal como moralmente superior a la de las convicciones. Y el, que las personas seamos responsables de nuestros actos significa tanto que somos culpables de cuanto da?o causemos como que somos acreedores de cuanto bien merezcamos.
Por eso, como ciudadano, espero que el pr¨®ximo congreso socialista no eluda exigir responsabilidades personales. Las bellas ideas de regeneraci¨®n, y los prop¨®sitos de enmienda, est¨¢n por supuesto muy bien. Pero de poco servir¨¢n sin sujetos que se responsabilicen de ellas y en los que podamos confiar. Y, sobre todo, de poco servir¨¢n si no se piden cuentas y responsabilidades personales por todos los errores (corrupci¨®n, clientelismo sectario, abuso olig¨¢rquico de poder) que indudablemente se cometieron antes.
Hace falta que rueden cabezas, pues la ciudadan¨ªa est¨¢ demasiado escarmentada como para seguir comulgando con las mismas ruedas de molino, aunque est¨¦n camufladas de ideas populistas o de lealtades partidarias. Pues si hay algo peor que escudarse en las ideas, para eludir las responsabilidades personales, es hacerlo en la organizaci¨®n, a la tan conocida manera corporativista. El patriotismo de partido es como cualquier otro patriotismo, que sirve de coartada para cometer cr¨ªmenes sin asumir responsabilidades.
Precisamente, uno de los objetivos program¨¢ticos (o de las ideas) que se espera que salgan del pr¨®ximo congreso socialista es un nuevo impulso regenerador de la democracia. Pues bien, tal impulso pasa necesariamente por la personalizaci¨®n pol¨ªtica: tanto para erradicar la corrupci¨®n (exigiendo responsabilidades a las personas f¨ªsicas, no a las jur¨ªdicas) como para reformar el sistema electoral (en sentido unipersonal, para que se voten pol¨ªticos en vez de partidos) y para lograr una mayor transparencia democr¨¢tica intrapartidaria (de modo que las ejecutivas est¨¦n elegidas por voto personal, igual y secreto, por costoso que pueda parecer a la luz del reciente congreso socialista catal¨¢n). En suma, ni ideas ni personas: sino procedimientos (democr¨¢ticos, por supuesto).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.