Diatriba cuaresmal
Ahora que se ha terminado la fantochada carnavalesca de todos los a?os, est¨¢ bien quitarse la m¨¢scara y apartarse un poco del barullo de las chirigotas y los matasuegras para mirar de frente las evidencias sombr¨ªas de la cuaresma. En los ¨²ltimos quince a?os, el carnaval viene siendo un cad¨¢ver tambaleante que no logran reanimar del todo las corrientes el¨¦ctricas de la subvenci¨®n y el despilfarro, no una mera fiesta, sino una actividad cultural, y una actividad l¨²dica, por supuesto, que es como les gusta a las autoridades que sea la cultura.Salvo en C¨¢diz, donde la bulla y el sarcasmo son manifestaciones naturales de la vida c¨ªvica, el carnaval tiene en casi todas partes un oficialismo gris de celebraci¨®n fracasada, y lo organizan las concejal¨ªas de Cultura y fiestas, cuando no las de Juventud, y nunca falta un pregonero antrop¨®logo que hace el elogio de la transgresi¨®n, de la fiesta, de la m¨¢scara, etc¨¦tera. En los ¨²ltimos quince anos, el pa¨ªs entero se ha sumergido en un carnaval, en una coheter¨ªa inacabable de fiestas l¨²dicas y actividades culturales que tuvo su primera ejemplaridad en el cinismo senil de Enrique Tierno Galv¨¢n y alcanz¨® el paroxismo, en la Sevilla alucina da y delirante de la Expo. Es ahora cuando parece que llega por primera vez la cuaresma, tan reveladora y tan amarga como la claridad del amanecer para los juerguistas exhaustos que de un minuto a otro ven sus caras convertidas en viejas m¨¢scaras de goma. No se sabe de ninguna juerga, de ning¨²n enga?o colectivo, que haya durado tanto: la bacanal espa?ola de la cultura divertida, de la vanguardia en n¨®mina municipal, de la caradura ignorante santificada como audacia est¨¦tica, sirvi¨® durante los ochenta para tramar el espejismo de un pa¨ªs estremecido por una erupci¨®n de creatividad que asombraba al mundo. Que el mundo, efectivamente, estaba asombrado, o m¨¢s bien estupefacto, lo pude comprobar yo mismo en la Feria del Libro de Francfort de 1991, donde el pabell¨®n espa?ol era una especie de plaza de toros con tenebrosidades y l¨¢minas de chapa como de discoteca ultramoderna, con ese grado terminal de dise?o que suele encontrarse en algunos bares catalanes. En aquel pabell¨®n no s¨®lo hab¨ªa, en vez de libros, simulacros de libros: aun en el caso de que los hubiese habido, habr¨ªa resultado imposible leerlos, dada la falta de luz. Los extranjeros, en Francfort, levantaban los cortinajes de capote taurino que daban paso el pabell¨®n espa?ol, y eran dignas de verse las caras que pon¨ªan mientras erraban, pisando albero fosforescente, entre aquellos armazones met¨¢licos con pantallas de v¨ªdeo y libros huecos de cart¨®n, como los de las tiendas de muebles, penosamente acostumbrados como estaban a la vulgaridad de los vol¨²menes ordenados y clasificados en las estanter¨ªas anacr¨®nicas de las bibliotecas. En una sala adyacente, se?oritas de chaquetilla corta y sombrero de ala ancha color rojo sangre serv¨ªan copitas de jerez a la concurrencia.
Fiesta y silencio
Gracias a la generosidad benevolente de nuestras autoridades, el carnaval interminable nos disculpaba del aburrimiento y la monoton¨ªa del aprendizaje: entre fiesta y fiesta, el Gobierno propon¨ªa y el Parlamento aprobaba leyes educativas que iban erradicando por igual de la escuela las humanidades y los saberes cient¨ªficos, con la complicidad expl¨ªcita de la izquierda y de los sindicatos de la ense?anza, y el silencio de la derecha, silencio comprado a precio de oro con las subvenciones a los colegios privados. El elogio de la ignorancia, que hab¨ªa sido siempre patrimonio de cleritalismo y el absolutismo m¨¢s negros, se convirti¨® de pronto en patrimonio de la izquierda: a m¨¢s de un maestro concienciado y barbudo yo le he o¨ªdo decir que la palabra escrita es represiva, a diferencia de la palabra hablada, del grito, de la alegre interjecci¨®n festiva, de modo que ense?a a escribir y a leer no son actividades prioritarias, sino coacciones sutiles de la espontaneidad. De vez en cuando, en medio del barullo, se alzaba una voz lamentando elegiacamente lo poco que se lee en Espa?a: nuestras autoridades, que hab¨ªan mostrado en la Feria del Libro de Francfort un pabell¨®n sin libros, lanzaron una campa?a de animaci¨®n a la lectura cuyo protagonista era un chimpanc¨¦.
Despu¨¦s de un carnaval de quince a?os, nadie puede atreverse a predecir la duraci¨®n de la cuaresma, pero a¨²n quedan quienes se obstinan en retrasar o en negar Su llegada, igual que algunos concejales inexpertos en ra¨ªces vern¨¢culas y en antropologia organizan el martes de carnaval, despu¨¦s del mi¨¦rcoles de ceniza. El carnaval, en la televisi¨®n, se va transfigurando en una parada de los monstruos, y. mientras los intelectuales oficialmente l¨²cidos salen en defensa de la basura m¨¢s degradada y envilecedora, se hace p¨²blico un informe de la OCDE sobre los niveles educativos de los pa¨ªses europeos que da por terminada la fiesta y nos pone en nuestro sitio: entre los veinticuatro pa¨ªses miembros de esa organizaci¨®n nuestro sitio, exactamente, es el vig¨¦simo segundo, por encima tan s¨®lo de Portugal y de Turqu¨ªa.
No es mal resultado, despu¨¦s de quince a?os de cultura fren¨¦tica y de modernidad jadeante, despu¨¦s de gastamos el dinero que no ten¨ªamos en canales p¨²blicos de televisi¨®n que ofenden cada minuto la decencia y la dignidad humana y en una febril maquinaria administrativa volcada en el fomento del carnaval y en el halago y la tolerancia de la chusma, en consejer¨ªas y concejal¨ªas y asesor¨ªas y gabinetes y direcciones generales y patronatos y fundaciones y ¨¢reas y vocal¨ªas, de cultura. Nos contaban que est¨¢bamos entre los primeros y ha venido a resultar que somos los antepen¨²ltimos, y que nuestro vanguardismo nos conduc¨ªa gallardamente al liderazgo de la retaguardia. Las autoridades, supongo, apenas ternminadas las vacaciones de carnaval y antes del comienzo de las de semana. santa, ya estar¨¢n pensando en tomar medidas en¨¦rgicas que atajen el desastre. Pueden reclutar de nuevo al chimpanc¨¦ que se rascaba la cabeza con el lomo de un libro, o nombrar ministra de Cultura o de Educaci¨®n a Mar¨ªa Teresa Campos, por ejemplo.
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