La Playa y el transatl¨¢ntico
La Residencia de Estudiantes funciona como un hotel, con gobernanta incluida. El precio de la habitaci¨®n individual (hay 100) es de 7.000 pesetas diarias, con desayuno, comida y cena. Esta cifra se ajusta a las dietas que el Bolet¨ªn Oficial del Estado fija para los profesores e investigadores universitarios.Para alojarse all¨ª hay que demostrar que la estancia se relaciona con una actividad cultural o cient¨ªfica. "No ganamos dinero, pero tampoco perdemos", explica el director de la Residencia, Jos¨¦ Garc¨ªa-Velasco. M¨¢s del 90% de las estancias duran menos de una semana, y la mitad de los clientes son extranjeros. Los becarios del CSIC pueden saltarse el l¨ªmite m¨¢ximo de estancia (dos a?os) en funci¨®n de lo que dure su beca. Un hospedaje como ¨¦ste "fomenta mucho los contactos informales, las relaciones horizontales", opina el presidente del CSIC, Jos¨¦ Mar¨ªa Mato. Es lo que llaman "la fertilizaci¨®n cruzada".
El que fertiliz¨® fue Juan Ram¨®n Jim¨¦nez al plantar ¨¢rboles con sus . propias manos y la ayuda de Marcelino, el jardinero, en el trozo de terreno pegado a los pabellones gemelos. El poeta conoci¨® a su esposa (Zenobia Camprub¨ª Aymar, traductora del poeta indio Rabindranath Tagore) en su colina de los Chopos. A pocos metros de este minivergel est¨¢ lo que los residentes hist¨®ricos llamaron la playa de Madrid. No es m¨¢s que un recoleto rinc¨®n en el que los residentes se sentaban a charlar sobre decadentes sillas de mimbre.
La colada mar¨ªtima
El CSIC puso la primera piedra de la nueva etapa de la Residencia en 1991 con la rehabilitaci¨®n (cost¨® 325 millones) del edificio que estaba en peor estado, el conocido por el sobrenombre de trasatl¨¢ntico. El pabell¨®n fue piropeado por el arquitecto alem¨¢n Walter Gropius como un "magn¨ªfico ejemplo de mud¨¦jar funcional" cuando, el 5 de noviembre de 1930, pronunci¨® all¨ª una conferencia.Se gan¨® el apodo de trasatl¨¢ntico porque a los hist¨®ricos, la ropa tendida se les asemejaba a las velas, aunque estos barcos no son de vela. All¨ª se ubicaban los laboratorios, donde se inclinaban sobre los microscopios Juan Negr¨ªn, Luis Calandre, P¨ªo del R¨ªo-Hortega, Gonzalo R. Lafora y unos jovencitos Severo Ochoa y Francisco Grande Covi¨¢n.
Tras la guerra civil, este edificio se convirti¨® en hogar de los hijos del jalifa del Protectorado espa?ol en Marruecos. Su archivo crece hoy gracias al trabajo de la Sociedad de Amigos de la Residencia, que han recuperado los fondos de algunos antiguos protagonistas, como el cedido por los herederos del compositor y music¨®logo, muerto en el exilio, Jes¨²s Bal y Gay. Otro logro del programa ha sido conseguir que la biblioteca de la Universidad de Harvard se salte todas sus normas para suministrar una copia ¨ªntegra de los archivos de Pedro Salinas y Jorge Guill¨¦n (8.000 documentos). El truco lo revela Garc¨ªa-Velasco: "Lo mejor de la Residencia no son sus presupuestos, sino sus amigos".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.