Un giro necesario y radical
Desde 1990, la econom¨ªa mundial ha entrado en un proceso de recesi¨®n de enorme magnitud debido a causas de muy diversa naturaleza. En el caso espa?ol, la debilidad de nuestras estructuras productivas ha provocado que esta crisis nos afecte m¨¢s duramente que a otros pa¨ªses.Prueba de ello es que, a pesar de los altos niveles de crecimiento entre 1985 y 1990, nuestra econom¨ªa fue incapaz de generar empleo suficiente liar las altas tasas de desempleo que venimos padeciendo. Con la recesi¨®n, este problema, que podemos considerar estructural, se agrava situando dicha tasa en el doble de la media comunitaria.
La industria ha sido el sector productivo m¨¢s afectado, habi¨¦ndose convertido en la aut¨¦ntica v¨ªctima de la crisis actual. As¨ª, podemos afirmar que la pr¨¢ctica totalidad de los sectores industriales se encuentran actualmente, en mayor o menor medida, inmersos en procesos de reestructuraci¨®n, lo que se ha plasmado en numerosos despidos colectivos y cierres de plantas productivas que han conducido a una reducci¨®n de la producci¨®n industrial espa?ola en un 10% en los ¨²ltimos tres a?os. En 1993, el producto interior bruto (PIB) descendi¨® un 1%, mientras que el PIB industrial cay¨® un 3,2%.
En t¨¦rminos de empleo, se han destruido en la industria en estos tres a?os m¨¢s de 500.000 puestos de trabajo, de los cuales m¨¢s de 200.000 se han perdido en 1993, lo que supone una sexta parte del total del empleo industrial de 1990.. Actualmente, la ocupaci¨®n industrial se sit¨²a en torno a los 2,5 millones de trabajadores, el nivel m¨¢s bajo de los ¨²ltimos 20 a?os.
En contra de la opini¨®n manifestada por el Gobierno, creemos que la recesi¨®n, al menos a nivel industrial, no ha terminado, sino que, por el contrario, nos encontramos en el punto m¨¢s cr¨ªtico de los ¨²ltimos a?os. En el caso concreto del sector del metal, todos los subsectores que lo componen -siderurgia, defensa, automoci¨®n, naval, bienes de equipo, etc¨¦tera- se est¨¢n enfrentando a importantes problemas. No podemos olvidar que estos mismos sectores ya se encontraron inmersos en la reconversi¨®n industrial de los a?os ochenta, que supuso una considerable reducci¨®n tanto del empleo como de la dimensi¨®n de dichos sectores.
Nos entontramos de nuevo frente a duras reestructuraciones, con indiferencia de que las empresas afectadas pertenezcan a sectores maduros o considerados de futuro: Santa B¨¢rbara, Hunosa, la Corporaci¨®n de la Siderurgia Integral, Nissan, Seat o Indra Sistemas.
A esta situaci¨®n hay que sumar los cierres de instalaciones productivas que se est¨¢n produciendo en nuestro pa¨ªs, especialmente por parte de las multinacionales. Los casos de Santana Motor,Ebro-Kubota, SKF (en el caso de su planta madrile?a), Gillette, la f¨¢brica de Madrid de Rank-Xerox o General Electric Electromedicina son claros ejemplos de ello. Junto a la p¨¦rdida de empleo en estas empresas, se est¨¢ produciendo un goteo continuo de destrucci¨®n de puestos de trabajo en empresas auxiliares y suministradoras de las anteriores, lo que est¨¢ provocando a su vez la desertizaci¨®n industrial de comarcas enteras.
Pero ?c¨®mo hemos llegado a esta situaci¨®n? Desde el punto de vista de las medidas macroecon¨®micas adoptadas en Espa?a, la pol¨ªtica desarrollada se ha basado en medidas enfocadas a controlar la inflaci¨®n mediante una pol¨ªtica monetaria restrictiva, cuya consecuencia ha sido la elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s, y con ellos el coste de financiaci¨®n de las empresas, a la vez que se deprim¨ªa el consumo privado. Estos altos tipos de inter¨¦s han primado las inversiones financieras en detrimento de las productivas. Los capitales extranjeros, atra¨ªdos por esos altos tipos de inter¨¦s, se han orientado en su gran mayor¨ªa, al igual que las inversiones nacionales, hacia operaciones de car¨¢cter especulativo, produci¨¦ndose un fuerte deterioro del tejido productivo espa?ol.
Asimismo, el Gobierno ha seguido una pol¨ªtica de tipos de cambio que ha sobrevaluado la peseta, penalizando nuestras exportaciones y favoreciendo las importaciones. Las devaluaciones de 1992, que no se adoptaron por las necesidades de nuestra industria, llegaron muy tarde para muchas empresas, como se comprueba en la actualidad.A esto hay que a?adir la inadaptaci¨®n de la industria espa?ola para enfrentarse al desarme arancelario y a las exigencias derivadas de nuestra adhesi¨®n a la Comunidad Europea en la medida en que el Gobierno no puso en marcha una pol¨ªtica industrial que ayudara a nuestro sistema productivo a situarse en m¨¢rgenes de competitividad asimilables a los de los restantes pa¨ªses de nuestro entorno.
Las medidas macroecon¨®micas se?aladas han estado acompa?adas de pol¨ªticas liberalizadoras que han abandonado a nuestras empresas a los designios del mercado y de medidas fiscales que han gravado la inversi¨®n en materia productiva. Pero el hecho m¨¢s grave que nos ha conducido a esta situaci¨®n es que Espa?a no ha contado con una pol¨ªtica industrial durante los ¨²ltimos 12 a?os, lo que nos ha llevado, tras la dura reconversion, a contar con empresas y sectores m¨¢s peque?os, pero no por ello m¨¢s competitivos.
Las pyme, que conforman el 97% del tejido industrial de nuestro pa¨ªs y el 80% del empleo, se caracterizan por una orientaci¨®n centrada en el mercado interior, con una propensi¨®n a exportar muy reducida, una pr¨¢ctica ausencia de actividades en investigaci¨®n y desarrollo (I+D) y un escaso nivel tecnol¨®gico, lo que las hace fuertemente dependientes del exterior. Por estos motivos, las pyme han revelado su menor capacidad de respuesta ante coyunturas recesivas y su dificultad para competir en un mercado cada vez m¨¢s internacionalizado y dominado por las multinacionales. Consideramos que las pyme s¨®lo podr¨¢n mantener una posici¨®n m¨¢s s¨®lida en la medida que dispongan de un entramado de relaciones y cooperaci¨®n interempresarial que les aporte la estabilidad de la que carecen por s¨ª solas.
En cuanto a las multinacionales, es preciso valorar la incidencia que en sus decisiones presentan los cambios pol¨ªticos ocurridos en Europa y sureste asi¨¢tico y las repercusiones de este hecho en nuestra estructura industrial, ya que muchas compa?¨ªas han optado por cambiar su estrategia y abandonar la producci¨®n en Espa?a para trasladarla a nuevas instalaciones en otros pa¨ªses donde las condiciones laborales y la libertad sindical est¨¢n por debajo de los niveles existentes en los pa¨ªses comunitarios, produci¨¦ndose un verdadero dumping social.
Aunque bien es cierto que han aportado elementos de modernizaci¨®n y que la inversi¨®n extranjera ha sido un factor positivo para el reflotamiento y salvamento de muchas empresas, han aportado serias distorsiones a nuestro tejido industrial, derivadas del hecho de que la adopci¨®n de sus decisiones se produce, en gran medida, fuera de nuestras fronteras. En varios casos actuales, una vez que sus productos est¨¢n introducidos tanto en el mercado espa?ol como en el europeo y han consolidado sus redes de distribuci¨®n, en lugar de emprender las inversiones necesarias para su modernizaci¨®n deciden trasladar la producci¨®n a los pa¨ªses a los que hac¨ªamos referencia, benefici¨¢ndose de menores costes y nuevos incentivos a la inversi¨®n y pretendiendo a la vez mantener la cuota de mercado.
Ante este panorama, en las federaciones siderometal¨²rgica de UGT y minerometal¨²rgica de CC OO consideramos que el futuro de nuestra industria pasa necesariamente por una pol¨ªtica industrial activa, coherente con las medidas macroecon¨®micas que se adopten, que han de servir tanto para superar las carencias estructurales como los problemas coyunturales, todo ello dentro del marco de competencia establecido por el mercado ¨²nico europeo. Los sindicatos consideramos que no es a trav¨¦s del empeoramiento de las condiciones laborales ni de la disminuci¨®n de los salarios, tal y como plantea la reforma laboral puesta en marcha por el Gobierno, como podemos mejorar la competitividad.
A nuestro juicio, la pol¨ªtica industrial del Gobierno debe perseguir dos objetivos: por una parte, lograr una base productiva m¨¢s s¨®lida, lo que incidir¨¢ en alcanzar un crecimiento sostenido que, a su vez, permitir¨¢ que nos acerquemos, al resto de los pa¨ªses de la, Uni¨®n Europea en cuanto al grado de industrializaci¨®n, y que contribuir¨¢ a la creaci¨®n de empleo; por otra parte, modernizar nuestro aparato productivo, de forma que se mejore la productividad, la calidad y el nivel tecnol¨®gico, lo que redundar¨ªa en una mayor competitividad de nuestras empresas. Es imprescindible conseguir un alto nivel de inversiones que capitalice la industria.
Consideramos que es necesario actuar en dos frentes. La Administraci¨®n debe articular pol¨ªticas que mejoren el entorno en que las empresas act¨²an, mientras que las direcciones de las compa?¨ªas y los sindicatos debemos incidir en nuevos sistemas de organizaci¨®n del trabajo, en la formaci¨®n de los recursos humanos y en la introducci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas. Las distintas administraciones deben potenciar la creaci¨®n de nuevas actividades productivas, actuando sobre el conjunto del tejido industrial y dedicando una especial atenci¨®n a las pyme.
Para poner en marcha estas acciones es preciso que la Administraci¨®n cree instrumentos que atiendan tanto aspectos horizontales como sectoriales. Las acciones de car¨¢cter horizontal han de centrarse, fundamentalmente, en medidas tendentes a fomentar la investigaci¨®n y el desarrollo; a potenciar las infraestructuras -en su sentido m¨¢s amplio-; a fomentar la lo calizaci¨®n industrial mediante incentivos y una pol¨ªtica de fomento de suelo barato para actividades industriales; a fomentar la internacionalizaci¨®n de nuestras empresas a trav¨¦s de la cooperaci¨®n empresarial extra fronteriza en el caso de las pyme-, y a apoyar la inversi¨®n, tanto por acciones monetarias y fiscales como a trav¨¦s de acciones directas, enfocadas espec¨ªficamente hacia la industria en su conjunto, un sector o una regi¨®n concreta. Para lograr que estas medidas sean eficaces es necesario que se establezca una correcta coordinaci¨®n entre las distintas administraciones p¨²blicas. En el plano sectorial, las actuaciones deben dirigirse a promover el desarrollo de los sectores que se consideren de futuro -sin que se entienda exclusivamente como tales a los que aplican o crean alta tecnolog¨ªa- y a la reestructuraci¨®n de aquellos sectores maduros cuya oferta no se adapte a los requerimientos del mercado o a las necesidades estrat¨¦gicas del pa¨ªs.
Es preciso destacar el papel que la empresa p¨²blica debe jugar en este modelo, teniendo en cuenta que constituyen los ¨²nicos grandes grupos empresariales de capital espa?ol. Por tanto, consideramos que es necesario defender el mantenimiento de la presencia del sector p¨²blico industrial como elemento de consolidaci¨®n del tejido productivo. Asimismo, la existencia de empresas p¨²blicas se revela como imprescindible para la permanencia de sectores considerados como estrat¨¦gicos, as¨ª como en aquellas actividades que requieren una fuerte capacidad inversora que el sector privado, presumiblemente, no va a asumir. Por contra, rechazamos la pol¨ªtica privatizadora, cuyo ¨²nico objetivo es obtener recursos inmediatos que palien el d¨¦ficit p¨²blico.
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