Conciencia del l¨ªmite
En une coloquio semip¨²blico sobre los medios de comunicaci¨®n social y sus m¨²ltiples funciones no tuve apenas tiempo para puntualizar dos ideas sobre las que quisiera insistir. Una concierne a la afirmaci¨®n, all¨ª recordada, de la prensa como contrapoder. La otra podr¨ªa bautizarse como la necesaria conciencia de l¨ªmites.Que la prensa (lato sensu) es un, o el, contrapoder es una tesis no por antigua incierta. Pero conviene precisar, primero, que un contrapoder es tambi¨¦n poder y en cuanto tal alguien o algo debe actuar a su vez como su contrapoder y su freno. Y, en segundo lugar, que si aquel contra, quien la, prensa ejerce su poder es el Gobierno, o m¨¢s ampliamente, est¨¢ identificado con los poderes p¨²blicos de una sociedad democr¨¢tica, el contrapoder no debe ser ejercido siempre y s¨®lo como oposici¨®n, sino siempre y s¨®lo como cr¨ªtica.
Si la prensa, o m¨¢s en concreto un determinado medio, un peri¨®dico, act¨²a en todo momento y ocasi¨®n oponi¨¦ndose al poder p¨²blico por antonomasia, al Gobierno en general del pa¨ªs, su funci¨®n corre el riesgo de solaparse con la del partido o partidos de la oposici¨®n parlamentaria, m¨¢s legitimada para ello que cualquier ¨®rgano privado de opini¨®n.
Desde ¨¦stos debe desarrollarse la cr¨ªtica, que significa, por un lado, la raz¨®n cr¨ªtica o la cr¨ªtica razonada, y, por otro, la posible alabanza ocasional del sujeto de acci¨®n pol¨ªtica convertido en objeto pasivo de un enjuiciamiento, que debe implicar como todo juicio , y al menos como hip¨®tesis, la absoluci¨®n e incluso el aplauso del enjuiciado. Ello sin contar con que quien critica o juzga, y, sobre todo, quien siempre censura en p¨²blico y para en el p¨²blico influir, debiera hacer transparentes o dar a conocer los principios, normas e intereses desde los cuales ejerce, a veces de modo implacable o justiciero, su contrapoder.
El ciudadano-lector deber¨ªa tener informaci¨®n cierta, por ejemplo, acerca del mundo empresarial que se oculta tras la cabecera de cada peri¨®dico o los equivalentes s¨ªmbolos identificadores de otros medios.
Porque si uno o varios partidos de la oposici¨®n la ejercen, siempre se sabe qui¨¦n es qui¨¦n. Pero el who is who de los medios de comunicaci¨®n social dista mucho de estar tan claro, salvo cuando alg¨²n may¨²sculo esc¨¢ndalo financiero proporciona la ocasi¨®n propicia y mal¨¦vola, pero acaso tard¨ªa, de hacer p¨²blicos y concretos hechos y datos que antes s¨®lo fueron rumores difusos. La informaci¨®n veraz que el ciudadano tiene derecho a recibir debe comenzar por ser informaci¨®n sobre el informante. Contra todo poder, l¨ªmites. Contra las libertades de expresi¨®n (tambi¨¦n lato sensu) que corresponden a todos los ciudadanos, pero que d¨ªa a d¨ªa ejercen los profesionales del periodismo, l¨ªmites jur¨ªdicos, l¨ªmites que son derechos de otros.
Tal afirmaci¨®n es tan obvia como dif¨ªcil de precisar. La raya que defina, que dibuje l¨ªmites no es rectil¨ªnea, sino sinuosa; ni general, sino casu¨ªstica; ni r¨ªgida, sino circunstanciada. Hay, sin embargo, que esforzarse por ir traz¨¢ndola. Pero importa insistir en algo previo: cada periodista debe tener conciencia de l¨ªmite, de que su derecho-poder implica responsabilidades y l¨ªmites, porque concurre con otros derechos de otros sujetos. As¨ª de elemental y as¨ª de olvidado. Demasiados periodistas con demasiada frecuencia act¨²an como si su derecho-poder careciera, y debiera carecer, de frenos, l¨ªmites o controles, o con la conciencia de que si ¨¦stos, de existir, actuaran, deber¨ªan ser contrarrestados y deslegitimados en aras de una primac¨ªa absoluta de la libertad de expresi¨®n de los periodistas (tal vez no de otros sujetos), sacralizando as¨ª como intocable lo que s¨®lo puede ser una preferencia circunstanciada y limitada, establecida en funci¨®n y garant¨ªa de valores e intereses superiores.
Antes que precisar los l¨ªmites hay que proclamar su existencia, la necesidad de su existencia, la legitimidad democr¨¢tica y ¨¦tica de su existencia. Hay que predicar la conciencia de l¨ªmites e inculcarla en la mente de quienes l¨ªcitamente trabajan haciendo de su profesi¨®n ejercicio de aquella libertad.
Si cada periodista, en lugar de estirar su libertad de expresi¨®n hasta, el m¨¢ximo, tuviera conciencia de que tiene l¨ªmites que son derechos de otros, quiz¨¢ proliferasen menos ciertos productos period¨ªsticos -en especial televisivos- y acaso sali¨¦ramos ganando todos en cuanto la la calidad ¨¦tica y est¨¦tica de lo que muchos medios nos ofrecen. Porque el m¨¢s eficaz y el m¨¢s libre control es autocontrol.
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