Italia: ?revoluci¨®n o cambio de parejas?
Berlusconi ha ganado las elecciones apoyado en un mensaje audiovisual y no en un programa pol¨ªtico
?Pero qu¨¦ es lo que ha ocurrido en Italia? ?Una revoluci¨®n, un mot¨ªn o un cambio de pareja? Seguramente todo al mismo tiempo. Una revoluci¨®n, por lo menos de personas, porque la pr¨¢ctica totalidad de la clase pol¨ªtica ha cambiado. La C¨¢mara baja est¨¢ hoy repleta de caras nuevas, de atl¨¦ticos partidarios de una renovaci¨®n sonriente, de j¨®venes b¨¢rbaros que lo van a poner todo patas arriba. Son los 360 y pico representantes de Forza Italia, Liga Norte y Alianza Nacional (neofascistas) repartidos en bloques de numeraci¨®n decreciente: la mitad de esos esca?os -unos 180- para Berlusconi, dos tercios de los restantes 180 para Bossi y el tercio final para la formaci¨®n neofascista de Gianfranco Fini.Lo f¨¢cil para explicar este fen¨®meno de sustituci¨®n masiva ser¨ªa decir que la desaparici¨®n de la Democracia Cristiana (DC) -el gran ausente con respecto al ¨²ltimo Parlamento de 1992- donde ten¨ªa m¨¢s de 200 representantes ha esparcido sus votos, preferentemente a la derecha, para quien supiera hacerse con ellos. Pero la verdad, como todo en Italia, parece que es m¨¢s sutil.
La DC no hab¨ªa creado esos votos, no era un partido con seguimiento propio, sino una coalici¨®n de fuerzas en general m¨¢s bien conservadoras, que tomaba sus votos prestados de otras formaciones pol¨ªticas anteriores a su creaci¨®n, al t¨¦rmino de la II Guerra Mundial y, a la vez, imped¨ªa la aparici¨®n de nuevos partidos.
La DC De Gasperi en 1948 no era un partido, sino un antipartido, aquella formaci¨®n que se crea no tanto para ganar e imponer un programa propio, como para bloquear el camino a otro partido, el comunista, y con su fuerza y la de sus aliados impedir que obtenga el poder. As¨ª, la DC estaba b¨¢sicamente formada por una masa sociol¨®gica hu¨¦rfana del mussolinismo -como la UCI) supo en Espa?a recoger la masa sociol¨®gica del franquismo- m¨¢s la derecha de los negocios, m¨¢s el partido mon¨¢rquico y tambi¨¦n m¨¢s los supervivientes del antiguo Partido Popular de Dom Sturzo, del periodo de entreguerras, que, como elementos de conexi¨®n con el Vaticano, la surt¨ªan de un brillante Estado Mayor de la pol¨ªtica.
No es, por tanto, que el fascismo se extinga en Italia a la desaparici¨®n del dictador, ni que en Italia sea imposible una derecha laica, orleanista dir¨ªamos si habl¨¢ramos de Francia o una derecha social como la del Zentrum en Alemania, sino que todas esas posibilidades estaban contenidas en la DC italiana, que era un partido de partidos. Por tanto, cuando la DC ha estallado por jubilaci¨®n de su objetivo -la defensa de Occidente contra el comunismo- todos esos votantes han tendido, naturalmente, a recuperar su sufragio o a encontrar un casillero nuevo en el que inscribirlo.
La revoluci¨®n es, por todo ello, la explosi¨®n de la DC y la libertad que recobra su sufragio en pr¨¦stamo para encontrar su desembocadura en una sociedad posindustrial, laica, consumista y, sobre todo, jaranera como la italiana.
El motin lo constituye, en cambio, el principal conducto rigurosamente nuevo que ha encontrado ese voto para expresarse: el partido de Berlusponi, inventado hace apenas unas semanas, sobre la base no de un programa, sino de un mensaje audiovisual. Ese mensaje es, b¨¢sicamente, el de la publicidad de los grandes productos de consumo. Forza Italia, como partido, es un club de f¨²tbol, el que contrata a los mejores jugadores, el que tiene el mejor estadio, o un desodorante, el de efecto m¨¢s inmediato, o una compresa, la m¨¢s adherente y menos abusiva y, todo ello, gracias a la iniciativa privada. Efectivamente, cuando el Estado se anuncia en televisi¨®n lo hace para recomendar la observancia de normas de tr¨¢fico o proponer el alistamiento en las fuerzas armadas profesionales. Imposible competir en este terreno con las grandes marcas comerciales- Berlusconi, como partido, a lo m¨¢s que podr¨¢ aspirar es a ser m¨¢s que un club.
El cambio de pareja, finalmente, se produce porque ese votante dejado a su albedr¨ªo ha elegido dos partidos que habr¨ªan sido dif¨ªcilmente veros¨ªmiles s¨®lo hace unos a?os. La Liga Norte de Bossi, la revuelta fiscal del federalismo lombardo, tiene, pese a todo en com¨²n con la Democracia Cristiana el hecho de ser un voto negativo, expresado contra Roma en lugar de contra Mosc¨². Es una novedad considerable pero que, posiblemente, est¨¢ tocando techo.
El segundo cambio de pareja es el que parece m¨¢s cargado de presagios. La Alianza Nacional de Fini es el segundo gran triunfador de las elecciones. Si el partido Republikaner alem¨¢n hubiera obtenido s¨®lo la mitad de su porcentaje en unas elecciones nacionales (13,5%) estar¨ªamos ahora leyendo la prensa de todo el mundo con resonancias de holocausto, profanaci¨®n de cementerios y amenazantes revanchismos en el horizonte.Fini, en cambio, est¨¢ sabiendo orquestar este tr¨¢nsito, incomparablemente culto y bien educado. El orador m¨¢s fogoso y competente de las elecciones, de civil es un ciudadano adormecedoramente agradable, sinceramente encantador, palpablemente profesional en todo. Expresi¨®n de c¨®mo un perfecto contable o un intachable aparejador pueden convertirse en el ¨²ltimo gran suceso pol¨ªtico de Occidente.
Cuando el fascismo se hace respetable, sin haberse molestado ni tanto como el comunismo de Occhetto en mudar de piel, podemos decir con autoridad que el fen¨®meno italiano ha puesto, adem¨¢s, el verdadero punto final a la ¨²ltima gran guerra europea.
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