Un acuerdo de paz de apenas ocho meses
Ruanda se encuentra otra vez inmerso en plena guerra civil, ocho meses apenas despu¨¦s de la firma de un acuerdo de paz entonces calificado de "hist¨®rico" y destinado a poner punto final a la rivalidad entre las etnias hutu y tutsi que ha ensangrentado durante decenios el pa¨ªs.Como en el vecino Burundi, la gran mayor¨ªa de los 7,1 millones de habitantes de Ruanda (aproximadamente el 90%) son hutus. Pero al contrario de lo que pasa en Bujumbura, donde los minoritarios tutsi han monopolizado la vida pol¨ªtica, en Kigali es la mayor¨ªa hutu la que impuso tradicionalmente su dominio sobre las instituciones pol¨ªticas y militares del pa¨ªs, apartando del poder a los tutsis. Decenas de miles de ellos se refugiaron en el extranjero.
Al llegar al poder en Kigali, tras un golpe de Estado incruento en julio de 1973, el general Juvenal Habyarimana -el mismo que muri¨® en el accidente de avi¨®n de Kigali- intent¨® poner fin a los antagonismos ¨¦tnicos y prometi¨® otorgar a los tutsis una representaci¨®n en los ¨®rganos de poder proporcional a su importancia demogr¨¢fica. Esta pol¨ªtica permiti¨® aplacar, en un primer momento los seculares odios. El general Habyarimana, sin embargo, se neg¨® a permitir el retorno a su pa¨ªs de los refugiados tutsis, lo que provoc¨® una nueva tensi¨®n. Otra fuente de descontento fue la decisi¨®n del jefe de Estado de imponer un sistema de partido ¨²nico.
Nace la guerrilla
Unos 10.000 tutsis se reagruparon en Uganda y crearon un movimiento guerrillero, el Frente Patri¨®tico Ruand¨¦s (FPR), que penetr¨® en 1990 en su pa¨ªs. Siguieron tres a?os de una implacable guerra civil, en los que llovieron las acusaciones de ejecuciones masivas y de violaciones de los derechos humanos por las dos partes, y m¨¢s especialmente del Ej¨¦rcito. Centenares de miles de personas abandonaron su hogar.
Ninguno de los bandos logr¨® imponerse por la fuerza de las armas. El Gobierno y el FPR acabaron sent¨¢ndose en la mesa de negociaciones, hasta firmar en el mes de agosto pasado, en Arusha (Tanzania), un acuerdo destinado a poner fin a los ancestrales odios. El general Habyarimana se comprometi¨® a permitir la vuelta de los refugiados, a autorizar los partidos y a formar un Gobierno con representantes de ambas etnias.
. Desde entonces, el FPR no ha dejado de acusar al jefe del Estado de obstaculizar la aplicaci¨®n de este acuerdo, y la tensi¨®n ha vuelto a subir. En febrero pasado fue asesinado el ministro de Obras P¨²blicas, F¨¦licien Gatabazi, miembro de la antigua oposici¨®n. El FPR acus¨® al Gobierno. Otra vez se encontraban reunidos todos los ingredientes para un nuevo drama.
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