Una chica de 16 a?os acusa a su padre de casarla a la fuerza por el rito gitano con un muchacho de 14
La boda con su joven esposo, P. G., de 14 a?os, no fue una decisi¨®n propia, ni libre. Fue un arreglo entre su padre y el del novio. Ella se opuso, pero las disuasorias amenazas del progenitor sobre la conveniencia de ese matrimonio desvanecieron cualquier otra soluci¨®n.La joven E. M. S., de 16 a?os, no tuvo m¨¢s remedio que asentir y comerse su rabia. S¨®lo ha podido aguantar varios meses junto a su joven marido. No es que el marido haya maltratado a la menor; simplemente, no le quiere. Por eso, a finales de la semana pasada -y tras un intento de suicidio- huy¨® de casa de sus suegros, donde ha vivido tras la boda ritual.
En un principio hall¨® cobijo y ayuda entre las monjas de una parroquia. Tras contarles sus quejas, le aconsejaron denunciar el caso al Grupo de Menores de la Brigada de Polic¨ªa Judicial, Grume. Conseguir¨ªa as¨ª protecci¨®n frente a su padre, un hombre de 40 a?os que no est¨¢ dispuesto a consentir que ese matrimonio, celebrado por el rito gitano, se rompa.
Ella es consciente de que su padre la est¨¢ buscando y que, como la encuentre, nadie le libra de una paliza. No ser¨ªa la primera vez. Por eso ha acudido al Grume en busca de protecci¨®n. Como no desea estar con su marido, no tiene d¨®nde ir y su padre resulta una amenaza, los jueces han decidido intervenir en este asunto. De momento la han enviado a un centro de acogida de menores, resguardada de las manos de su padre.
La muchacha desconoce si su boda -festejada de acuerdo con los c¨¢nones y ritos gitanos: por todo lo alto- es v¨¢lida legalmente. De lo que s¨ª est¨¢ segura es de que sus desgracias nacieron justo aquel d¨ªa.
"La familia manda"
Aunque ahora est¨¢ en un centro de acogida, el miedo le persigue. En una ocasi¨®n, ha explicado a la. polic¨ªa, su padre esgrimi¨® un cuchillo y le dijo que no quer¨ªa verla en casa: "T¨² tienes que estar con tu marido, porque as¨ª lo ha dispuesto la familia", le espet¨®. S. M. M. son las iniciales del nombre de su padre. La muchacha ha buscado otras veces su libertad, pero el miedo paterno, el temor a otra paliza, oscureci¨® su voluntad siempre, hasta que la pasada semana se atrevi¨® a dar el paso definitivo. Las monjas que le han ayudado tras la fuga tambi¨¦n conocen el agrio car¨¢cter del padre.
Desde su obligado casamiento, E. M. S. asegura que no ha mantenido relaciones con su marido. "No puedo vivir con ¨¦l", ha confesado a la polic¨ªa, seg¨²n fuentes jur¨ªdicas.
En una ocasi¨®n, en casa de sus suegros, su amargura lleg¨® al extremo de intentar el suicidio. "Tom¨¦ pastillas, pero s¨®lo me dio mucho sue?o; no dije nada y nadie supo lo ocurrido", seg¨²n ha contado la menor.
Ahora, en su nuevo refugio, lo que quiere es que la dejen tranquila y que, si alg¨²n d¨ªa decide casarse, nadie tome por ella esa decisi¨®n tan personal ni le diga con qui¨¦n ha de hacerlo.
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