El arte del sentimiento
Dentro de unos d¨ªas, Alicia de Larrocha cumplir¨¢ 71 a?os; contaba s¨®lo seis cuando, en 1929, hizo su primera aparici¨®n p¨²blica en Barcelona, en el pabell¨®n de misiones de la Exposici¨®n Universal. Poco despu¨¦s, menudearon sus intervenciones a solo, con orquesta e incluso, con banda. En Madrid, la present¨® Arb¨®s con su orquesta sinf¨®nica y en Barcelona, toc¨® repetidas veces con Lamote de Grign¨®n y la banda municipal. En ambos casos protagoniza Alicia el Concierto en re de Mozart. De aquellos a?os nos quedan algunos testimonios particularmente atractivos: el dibujo de APA para la revista Mirador o el registro en discos, publicado de nuevo har¨¢ 20 a?os en los Estados Unidos, en los que la peque?a Alicia demuestra un potencial art¨ªstico en el que creyeron sus maestros (Marshall, Mas y Serracant) y cuantos la escucharon, desde Rubinstein y Casals hasta Turina y Cubilles.Mi primer recuerdo de la pianista data de la citada actuaci¨®n con Arb¨®s, pero es m¨¢s lejano que vivo; no as¨ª sus conciertos en la comedia de Madrid despu¨¦s de nuestra guerra civil.
Otras jornadas importantes en estas apresuradas evocaciones: las jornadas dedicadas a Enrique Granados en el Ateneo de Madrid, con el regreso a la capital de la cantante Conchita Bad¨ªa y la exposici¨®n, fuertemente rom¨¢ntica, de Alicia.
No puede afirmarse que Alicia no fuera profeta en su tierra, pues a los entusiasmos de personalidades musicales y culturales, seumaron en todo momento los el p¨²blico: en Galicia o Andauc¨ªa, en Barcelona, Santander, Madrid o Granada. Pero estono quiere decir que las cosas fueran siempre f¨¢ciles para la carrera de Alicia, pues si hubo periodos de vientos propicios, no faltaron otros en los que el soplo se aquietaba.
No pocas veces ha dicho Alicia, con raz¨®n, que debi¨® superar en su aventura profesional tres obst¨¢culos dif¨ªciles: el primero, "pasar de ni?a-prodigio a concertista plenamente consciente"; el segundo, 'Tranquear la barrera de Espa?a hasta ser reclamada desde m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras". Reclamada y aclamada, como lo fue en Ginebra, Bruselas o Par¨ªs; el tercero,convencer a los empresarios para que no se imitaran a ver en ella una especialista de nuestra gran m¨²sica, de la que, por supuesto, fue fiel embajadora, llevando aqu¨ª, all¨¢ y al mundo del disco, la obra de Alb¨¦niz y Falla, de Granados, Turina, Rodrigo o Montsalvatge.
Al fin, se produjo lo que con exactitud denomina Alicia el "giro definitivo" de su biograf¨ªa art¨ªstica: la firma, en 1965, de un contrato de gran amplitud con una importante empresa norteamericana especialmente interesada y admirada por el arte de una int¨¦rprete sin l¨ªmites, fronteras, ni encasillamientos. Y ah¨ª est¨¢ nuestro personaje, incorporado a la gran historia de la interpretaci¨®n espa?ola a trav¨¦s de unos dones naturales, un hacer responsable y una voluntad empecinada que no se detuvo ante circunstancia alguna. Varias veces insisti¨® en la grabaci¨®n de la Iberia de Alb¨¦niz hasta dar con la versi¨®n que hoy circula por el mundo. Es el arte de Alicia incre¨ªblemente fuerte, irrenunciablemente sentimental, aunque los a?os hayan suavizado mayores inclinaciones romanticistas, y con un fondo vital y alegre del que dimana una rara comunicatividad.
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