El destete
De san Agust¨ªn a Borges, de Tolst¨®i a Proust, todos los grandes acaban confesando, de un modo o de otro, la misma cat¨¢strofe esencial, el mismo drama com¨²n: ?desde que dej¨¦ la teta de mam¨¢, se acab¨® todo! Porque ?qu¨¦ se esconde en realidad detr¨¢s de toda nostalgia po¨¦tica del tiempo pasado? ?Qu¨¦ instinto b¨¢sico promueve. la b¨²squeda del tiempo perdido? ?El tiempo perdido ... ! ?El tiempo perdido ... ! ?La teta perdida!, para decir toda la verdad sin eufemismos filos¨®fico-sentimentales. La ubre nutricia y maternal de la que somos destetados traum¨¢ticamente. Esa cornucopia afectiva y lechal que guardan las madres debajo del sost¨¦n. Porque fundamentalmente hay dos tipos de escritores: los que escriben contra el padre y los- que le traicionan con la madre. En realidad, se trata de dos variantes de la misma queja existencial. La existencia, esa cosa de la que no podemos encontrar la justa medida, la divina proporci¨®n, la secci¨®n ¨¢urea sobre la que trazar los apoyos a todos nuestros desequilibrios esenciales. Porque la existencia, como es sabido, es esa cosa que nos sobrepasa por exceso o por defecto. De la que siempre tenemos demasiado o nunca tenemos bastante. Por ejemplo, en el- ¨¢mbito pr¨¢ctico de la vida diaria ocurre que o tenemos demasiado trabajo o no tenemos trabajo en absoluto. 0 estamos demasiado aislados o tenemos demasiadas citas, lo que en ambos casos puede traducirse, sin embargo, de una id¨¦ntica forma: estamos demasiado solos, pero a la vez nunca lo estamos lo suficiente.En el plano sentimental, o no tenemos pareja o tenemos demasiada a ratos, como ilustra la conocida f¨®rmula: "Ni contigo ni sin ti". Y lo mismo ocurre con la causa misma de nuestra existencia, los progenitores. O falta cari?o o sobran mimos. O sobreprotegen o se desentienden. O se pasan de padres o no llegan.
O sea, que la existencia es un exceso o un defecto. Defecto b¨¢sico que tiene su causa en un exceso tambi¨¦n b¨¢sico: echar el polvo con da?os a terceros. D¨ªa del padre, d¨ªa de la madre. D¨ªa esencialmente del destete traum¨¢tico, porque apartando la teta nos estrellamos con la realidad. Y como no podemos soportar la realidad, pues nos refugiamos de nuevo en la teta, pero no ya de la madre, sino de la ficci¨®n, hija del destete. Porque descubrir el destete es, sobre todo, descubrir la realidad, o sea, encontramos de pronto con la cabeza colgando en el vac¨ªo de la existencia. Un exceso, un defecto.
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