Las multinacionales y Espa?a: ficci¨®n y realidad
JUAN MANUEL EGUIAGARAYEl autor considera exageradas las afirmaciones de un masivo abandono de las multinacionales y asegura que se mantiene las confianza en Espa?a y que sigue afluyendo inversi¨®n "en plena crisis econ¨®mica e industrial"
Ciertos columnistas habitualmente rigurosos y algunos medios informativos de contrastada solvencia han difundido las ¨²ltimas semanas comentarios y editoriales a prop¨®sito de una eventual estampida de las empresas multinacionales instaladas en Espa?a. La cat¨¢strofe inminente se ha glosado con titulares y frases como "Las multinacionales hacen la maleta", "La huida de la inversi¨®n extranjera", "La desbandada multinacional", "El ¨²ltimo, que apague la luz", "La espant¨¢ de empresas extranjeras" y, la m¨¢s cinematogr¨¢fica de todas: "Industria espa?ola: apocalypse now".
Estas injustificadas exageraciones no ayudan precisamente al resplandecimiento de la verdad en este importante asunto, y han adquirido una gravedad especial cuando algunos corresponsales en Madrid de importantes rotativos extranjeros (Le Figaro, Il Sole, 24 Ore, Herald Tribune) se han hecho eco en amplios reportajes de los l¨²gubres augurios que sus colegas y otros creadores de opini¨®n han vertido en parte de la prensa espa?ola.
La alarma tiene su origen inmediato en los problemas que atraviesan algunas firmas multinacionales instaladas en nuestro pa¨ªs (Suzuki, Volkswagen...) y en la anunciada de abandonar la producci¨®n en suelo espa?ol de Ebro Kubota o la estadounidense Gillette, pese a los resultados positivos de esta ¨²ltima. El argumento de fondo ha sido perspicazmente detectado: Espa?a no tiene ya suficiente atractividad, esa moderna forma de seducci¨®n, para la inversi¨®n extranjera. La culpa radica, faltar¨ªa m¨¢s, en la ausencia (pret¨¦rita y actual) de una verdadera pol¨ªtica industrial del Gobierno. Y el resultado final, naturalmente, el vac¨ªo, el desierto industrial.
Las soluciones inmediatas que se ofrecen son, para que nadie diga, ciertamente originales: la sangr¨ªa puede evitarse con amenazas de boicoteo al consumo de los productos de las empresas desertoras y con coacciones de diversa ¨ªndole. En otras ocasiones, sin embargo, se recurre a f¨®rmulas m¨¢s tradicionales, y se pide que el Estado se quede con todo, como paso previo a la puesta en pr¨¢ctica de su ancestral vocaci¨®n de fabricante de veh¨ªculos todoterreno, hojas de afeitar, etc¨¦tera.Aunque sus argumentos cient¨ªficos no vayan m¨¢s all¨¢ del refr¨¢n que asegura ser suficiente muestra un bot¨®n, este tipo de comentarios contribuye a crear alarma social, especialmente en las circunstancias de alto nivel de paro que actualmente padece la sociedad espa?ola. Pero s¨®lo desde una ¨®ptica surrealista, mientras no se dude de la buena intenci¨®n, pueden unos pocos casos convertirse en muestra estad¨ªstica significativa de varios miles de empresas con intereses extranjeros afincadas s¨®lidamente en Espa?a.
Si pasamos de la ficci¨®n a la realidad, se puede comprobar f¨¢cilmente que las empresas multinacionales instaladas en nuestro pa¨ªs mantienen viva su confianza en el futuro de la econom¨ªa espa?ola y que la inversi¨®n extranjera contin¨²a afluyendo de manera muy importante en plena crisis econ¨®mica e industrial. Como ejemplo de las primeras, cabe destacar la actitud reiterada de permanencia proclamada por importantes multinacionales japonesas (Nissan, Fujitsu, Bridgestone...), pese a las fuertes p¨¦rdidas registradas los ¨²ltimos a?os a causa de una recesi¨®n que ha golpeado duramente a los sectores del autom¨®vil, electr¨®nica de consumo e inform¨¢tica, n¨²cleo central de su presencia industrial entre nosotros.
En cuanto a la inversi¨®n extranjera, el rigor aconseja limitarse en este caso a la de car¨¢cter directo, entendiendo por tal "la inversi¨®n que tiene por objeto adquirir una participaci¨®n permanente y efectiva en la direcci¨®n de una empresa radicada en un pa¨ªs que no sea el inversionista", seg¨²n la definici¨®n del Fondo Monetario Internacional, que la distingue de la inversi¨®n de cartera.
Pues bien, seg¨²n un reciente estudio de la OCDE, el papel de Espa?a como receptor de inversi¨®n extranjera directa se modific¨® de forma notable en la d¨¦cada de los ochenta. En los a?os setenta, Espa?a recibi¨® flujos de inversi¨®n acumulados por importe de 7.060 millones de d¨®lares, equivalente al 3,75% del total de los pa¨ªses desarrollados, ocupando la octava posici¨®n entre los pa¨ªses miembros. Y en la d¨¦cada de los ochenta, los flujos acumulados se elevaron al 6,25% del total de la OCDE, ocupando ya la tercera posici¨®n, detr¨¢s de Estados Unidos y el Reino Unido.
Datos m¨¢s recientes, extra¨ªdos del registro de caja del Banco de Espa?a y de la Direcci¨®n General de Econom¨ªa Internacional y Transacciones Exteriores del Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda, indican tambi¨¦n que los flujos de inversi¨®n extranjera directa se han mantenido en vol¨²menes muy elevados en los a?os transcurridos de la d¨¦cada actual, pese a que la crisis econ¨®mica internacional ha afectado tanto a Espa?a como a los pa¨ªses de origen de dichos fondos. Y, lo que es m¨¢s significativo, las cifras reales y estimaciones correspondientes a 1993, el a?o econ¨®mico m¨¢s negativo de todos, indican que la inversi¨®n extranjera directa neta fue algo superior al bill¨®n de pesetas. Lo que quiere decir que, en toda la historia de Espa?a, 1993 es uno de los cuatro a?os con mayor volumen de inversiones directas recibidas, tanto en t¨¦rminos brutos como netos (descontando las desinversiones).
Por tanto, la alta credibilidad internacional de Espa?a se mantiene intacta, tambi¨¦n en los periodos recesivos, y basta un somero repaso de la procedencia de las inversiones para percatarse de que son las empresas de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo, y sobre todo de la Uni¨®n Europea, las que est¨¢n apostando decididamente por el futuro de la econom¨ªa espa?ola. Los datos dejan poco margen a la frivolidad: durante 1993 se presentaron al Ministerio de Econom¨ªa y Hacienda 297 expedientes de constituci¨®n de sociedades por parte de inversores extranjeros, mientras 789 ten¨ªan por objeto la ampliaci¨®n del capital social y otras 586 la adquisici¨®n de participaciones en empresas existentes.
De todo lo anterior se deduce que est¨¢ completamente injustificada la alarma que han podido crear los comentarios citados al inicio, que en nada contribuyen, por cierto. a fortalecer la imagen exterior de Espa?a. Lo cual no significa que hayan de ahorrarse esfuerzos de mejora de nuestra atractividad, verdadera quintaesencia de una competitividad de largo plazo, gracias a la cual las empresas anticipan las ventajas competitivas del territorio que justifican su inversi¨®n en ¨¦l. Hoy en d¨ªa, bastantes empresas multinacionales pueden estar en todo el mundo contemplando la posibilidad de emprender procesos de relocalizaci¨®n, que los estudiosos en la materia detectan con car¨¢cter c¨ªclico. Y hay que estar ojo avizor, porque las empresas extrajeras que buscan una nueva localizaci¨®n priman tanto la calidad del entorno (infraestructuras, cualificaci¨®n profesional, estabilidad pol¨ªtica y social, centros de investigaci¨®n, dinamicidad de las empresas) como otras consideraciones m¨¢s o menos relacionadas con los costes de producci¨®n.
La experiencia demuestra, y no deja de tener su l¨®gica te¨®rica, que la inversi¨®n directa internacional se acopla a los requerimientos de la globalizaci¨®n de la econom¨ªa mundial, la creaci¨®n de mercados comunes y la progresiva reducci¨®n de las trabas al comercio internacional. S¨®lo en el periodo 1972-83 se suprimieron 600.000 empleos industriales en el Reino Unido por una sesentena de grandes sociedades que, al mismo tiempo, crearon 200.000 puestos de trabajo en el extranjero, algunos en Espa?a. Y otro tanto podr¨ªa decirse de las multinacionales estadounidenses.
Explicar estas realidades a los trabajadores afectados por ellas en un momento determinado es tarea harto complicada, porque el mundo se desploma en cada familia cuando se ve en grave peligro el puesto de trabajo. Pero afrontar esta explicaci¨®n es seguramente m¨¢s responsable y hasta m¨¢s eficaz, en lo que tiene de contribuci¨®n a la mejora de la cultura econ¨®mica y empresarial, que el f¨¢cil recurso, muchas veces demag¨®gico, de la b¨²squeda de responsabilidades entre los poderes p¨²blicos, independientemente de su capacidad real de influir o dar soluciones adecuadas a todos y cada uno de los problemas empresariales, cualquiera que sea su ¨ªndole, origen y circunstancia.
En conclusi¨®n, hace pocos a?os se cre¨® artificialmente una pol¨¦mica al repetirse hasta la saciedad que Espa?a entera estaba en venta, y ahora se esboza otra proclamando que las empresas multinacionales huyen de nuestro pa¨ªs. Pues ni una cosa ni la otra.
es ministro de Industria y Energ¨ªa.
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