Atrapados en el hemiciclo
La impresi¨®n es que, pese a la dureza de los temas que ayer se trataron, sus se?or¨ªas se lo pasaron estupendo, porque hay una especie de rutina entre los dos bloques principales -el PSOE, el PP- que ocupan las bancadas, consistente en troncharse de la risa cuando habla el contrario, lanzarle invectivas y rociarle con abucheos, para ovacionar desmesuradamente, como una madre, al predilecto. Dentro de este cuadro general existen matices diferenciales que una cronista lega en hemiciclos capta enseguida. Por ejemplo, incre¨ªblemente -se supone que han ido a mejores colegios-, las diputadas populares son mucho m¨¢s ordinarias.Sorprende ver a Loyola de Palacio saltarse la sobriedad de su traje sastre gris marengo con un gesto de brazo, dirigido al presidente, m¨¢s propio de Sof¨ªa Loren en La ladrona, su padre y el taxista. Cuando las mujeres del PSOE se cabrean con Aznar se limitan a re¨ªrse con suficiencia y a comentarlo con su compa?ero de banco. Tampoco ellas se comportan igual respecto a sus respectivos ¨ªdolos. Las del PP, como que le tiran pitilleras de oro tras el ali?o; las pro Gonz¨¢lez le hacen ojitos al presidente, muy en especial Cristina Alberdi, cuya mirada de ¨¢nimo ayer, tras la primera intervenci¨®n del mandatario, sobrevol¨® las cabezas de las taqu¨ªgrafas para depositarse limpiamente en su destinatario.
Hay tambi¨¦n una forma de llegar a la C¨¢mara, de entretenerse hasta que se alcanza el esca?o. En la sesi¨®n del mi¨¦rcoles, los populares mostraron un impecable estilo depredador, corriendo a sus asientos con una media sonrisa como de revancha anticipada. Los socialistas estaban divididos; algunos, como Jos¨¦ Borrell, el reci¨¦n ministro Luis Atienza o el d¨²plex Belloch, mostraron una impecable gravedad. Otros, como Luis Y¨¢?ez, Pedro Solbes y, sobre todo, el dimitido Antoni Asunci¨®n, parec¨ªan resplandecer como si les hubiera tocado la bonoloto. Gonz¨¢lez y Aznar estuvieron serios desde el principio, as¨ª como el sigiloso Serra, aunque en las ¨²ltimas horas ha experimentado un alarmante aumento de tics nerviosos. Los m¨¢s impasibles, los de HB, que esta vez vinieron a ganarse el sueldo y llegaron antes que nadie, despu¨¦s de comer a la una y media en la cafeter¨ªa del Congreso. Pasaron la mayor parte del peri¨®dico. Adem¨¢s del tiempo leyendo el ambiente entre circense y torero al que me refer¨ªa, se dio ayer entre los participantes una especie de desconcertante trabalenguas en torno a la palabra "responsabilidad", tan invocada desde la tribuna que algunos temiamos que, en cualquier momento, la se?ora Responsabilidad se sintiera obligada a comparecer para aclarar lo que quiere de cada uno.
Los ujieres tuvieron que poner orden en la tribuna p¨²blica, desde donde una voz grit¨® "!Chorizo!" cuando el presidente del Gobierno llevaba 25 minutos hablando, pero, por lo dem¨¢s, los gritos m¨¢s jacarandosos partieron del sector popular -"?Qu¨¦ cara!", "Fuera!"-, y hasta el presidente del Congreso, F¨¦lix Pons, tuvo que llamarle la atenci¨®n al diputado del PP por Vizcaya Antonio Merino, que sac¨® medio cuerpo por encima de la barrera como llevado por santa indignaci¨®n.
M¨¢s all¨¢ del folclore, que empez¨® a evaporarse a partir de los serios discursos de Julio Anguita y Miquel Roca, hab¨ªa ayer en el Congreso una sensaci¨®n de enclaustramiento. Como si sus se?or¨ªas estuvieran atrapados en el hemiciclo.
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