Aroma de torero antiguo
Boh¨®rquez / Frascuelo, Mendes, C¨¢mara
Tres toros de Ferm¨ªn Boh¨®rquez (uno fue rechazado en reconocimiento, dos devueltos por inv¨¢lidos), lo bravuc¨®n, 4? inv¨¢lido, 5? noble. 6? de Pe?ajara, sospechoso de pitones, manso. Sobreros: 2? de Pasanha, inv¨¢lido, con casta; 3? de Jim¨¦nez Pasquau, violento. Todos con trap¨ªo. Frascuelo: estocada corta delantera perpendicular y seis descabellos (silencio); pinchazo hondo y dos descabellos (ovaci¨®n y tambi¨¦n protestas cuando saluda). V¨ªctor Mendes: estocada corta tendida y rueda insistente de peones (silencio); estocada tendida atravesada y dos descabellos (pitos). Fernando C¨¢mara: media estocada ca¨ªda (silencio); estocada (silencio). Plaza de Las Ventas, 15 de mayo. 2? corrida de feria. Lleno.
Torer¨ªa: ese fue el recurso que emple¨® Frascuelo para resolver los problemas de sus toros con naturalidad, galanura y dominio de la situaci¨®n. Los toros eran uno reserv¨®n, otro de media arrancada, y all¨ª no hab¨ªa posibilidad de redondear esas faenas a la moda que suelen hacer las figuritas modernas: pases infinitos, y entre tandas, darse un garbeo jacarandoso saludando a la afici¨®n.Los toros, ya se ha dicho, no admit¨ªan efusiones pegapasistas, y s¨®lo pod¨ªa sacarles partido un torero que supiera lidiarlos con torer¨ªa. Frascuelo sabe -lo ha demostrado muchas veces- e instrument¨® sendas faenas con el aroma de los toreros antiguos. Ayudados, trincherilla y un pase de la firma soberanos prologa ron la faena de Frascuelo al cuarto toro, al que carg¨® la suerte en los derechazos y abroch¨® con variedad las suertes.
Un aficionado de los bajos del nueve le jaleaba apasionadamente y, al oirlo, Frascuelo se ech¨® la muleta a la izquierda, dici¨¦ndole: "?Va por usted!". Por ¨¦l debi¨® ir que un partidario, si adem¨¢s es aficionado de verdad, vale un imperio-, e instrument¨® desde la hondura y el arrojo tres naturales, ligados a un molinete ce?id¨ªsimo. Frascuelo sufri¨® un acos¨®n en pleno giro, cay¨® visiblemente dolorido, se incorpor¨® encoraginado y ya el resto de los muletazos fueron un poco atropellando la raz¨®n. De cualquier forma hab¨ªa coronado una faena meritoria, de torero a la antigua usanza.. Pero no debi¨® de ser muy evidente porque al corresponder a la ovaci¨®n que le dedicaban sectores de aficionados, protest¨® ruidosamente otra parte de la plaza.
O a lo mejor era su torer¨ªa asolerada lo que esa parte de la plaza rechazaba. Hay algo de lo que recela mucha gente cuando ve torear a los toreros de escuela: la naturalidad. Precisamente una de las principales virtudes del toreo es lo que les reprochan. La naturalidad es un valor a la baja. Las modernas figuras montan su n¨²mero y unos van de profesionales, otros juegan a suicidas, o les da por lo fino y se ponen de un cursi subido. Todo ello requiere, naturalmente, que . no haya toro; porque si lo hay y est¨¢ entero, o se le torea como Dios manda, o hace as¨ª y del susto manda a los profesionales, a los suicidas y a los finos al mism¨ªsimo tendido.
V¨ªctor Mendes, que banderille¨® con su reconocida facilidad, no es que sea de aquellos escalafones pero suele alternar con las figuras de moda y se ha contagiado. A su primer toro,, que sac¨® casta, lo estuvo desenga?ando continuamente por el procedimiento de quitarse de en medio. Al otro, de comprobada nobleza, lo tore¨® al hilo del pit¨®n y metiendo el pico, exactamente igual que los ep¨ªgonos de la tauromaquia contempor¨¢nea.
Hubo un picador, Manuel Cid, que pic¨® por derecho al quinto, el de la encastada nobleza, y aficionados conspicuos quer¨ªan convidarle a cenar, por eso. Otro de la misma cuadrilla, Jos¨¦ Luis S¨¢nchez, descuartiz¨® al segundo, por el conocido procedimiento de hincarle varazo trasero, girar en torno horad¨¢ndole las carnes con la puya apalaricada y taparle la salida. Deber¨ªa haber juzgados de guardia para denunciar estas tropel¨ªas. Jos¨¦ C¨¢rdenas tambi¨¦n tundi¨® al tercero clav¨¢ndole trasero y bajo. Fernando C¨¢mara ali?¨® al toro de casta agresiva y en cambio porfi¨® al sexto, de notoria mansedumbre. Es la paradoja de los toreros que no est¨¢n chapados a la antigua: al toro manso, se empe?an en sacarle pases; al encastado, que lo toree Rita.
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