Limpieza, ?ar!
El Casino Militar inicia la rehabilitaci¨®n de sus instalaciones y retira el retrato de Franco
El tiempo ya pasa por los salones del Casino Militar. Tras d¨¦cadas de abandono, el edificio de Gran V¨ªa, 13, se lava la cara con pintura -la restauraci¨®n de la fachada empezar¨¢ a final de mes- y con nuevos h¨¢bitos. Una de las primeras v¨ªctimas ha sido el retrato de Franco. Jos¨¦ Antonio sigue "presente" entre los "esgrimidores ca¨ªdos por Dios y por Espa?a", y en la biblioteca. duermen 15.000 vol¨²menes, incluidos incunables y otras joyas bibliogr¨¢ficas. Pero el c¨ªrculo castrense se despierta del letargo a toque de corneta tem¨¢tica. Mientras, en las viejas butacas, los militares retirados pueden seguir so?ando con Espa?as pasadas.El caballero canoso empu?a el peri¨®dico. Como cada ma?ana desde hace ya muchos a?os atraviesa en silencio las salas vac¨ªas. No es ¨¦ste un lugar de muchos parroquianos: son s¨®lo 600, pero muchos no vienen a me nudo por aqu¨ª y, de hacerlo, prefieren la tarde, propicia para la partida de domin¨® y el tresillo.
El hombre, con traje azul, contempla la cristalera, sobre un piano Ricliter. Est¨¢ apagada por el polvo, pero ampara una de las novedades del casino. Franco ha muerto, viva el Rey, aunque sea con 18 a?os de retraso. "Todo el mundo comprend¨ªa que, aunque pueda ser un personaje hist¨®rico, ya no deb¨ªa presidir el sal¨®n m¨¢s importante", explica el director, general Luis Pontijas. La pareja real preside la sala desde hace dos meses. "Es un fot¨®leo, porque no hab¨ªa dinero para m¨¢s", explica el general.
No se ha podido instalar el retrato primigenio: la imagen de Alfonso XIII, monarca que inaugur¨® el edificio en 1916, desapareci¨® con los avatares. Por aqu¨ª pas¨® la Rep¨²blica y luego la UGT en la guerra. El esplendor renaci¨® tras la contienda civil, tiempo de uniformes y charreteras, para morir en la d¨¦cada de los sesenta. Desde entonces ha vegetado a ritmo de desconchones.
El caballero busca un sill¨®n junto al ventanal. El reloj s¨®lo manda entre los activos, aqu¨ª las horas son hip¨®tesis. En plena Gran V¨ªa, esquina a Peligros, se tira de florete ante la leyenda "sobre la espada manda el coraz¨®n". Tambi¨¦n se puede practicar con armas en una galer¨ªa de tiro, pero ¨¦l ya no se siente muy apto.
En cambio, hay muchos socios (algunos son j¨®venes, aunque la edad media ronda los 60 a?os) que aprovechan m¨¢s las instalaciones deportivas. Bueno, por haber, tambi¨¦n hay gente de su quinta que acude al gimnasio. Como Jull¨¢n Rudilla, un civil que se hizo miembro hace 35 a?os, cuando fue militar de complemento. Y Rudilla admira sobre todo al doctor Magn¨¦: "Tiene 83 a?os y sigue viniendo cada tarde a hacer t¨ªteres, osea, gimnasia".
A estas alturas, el caballero, que viste de civil con la falta de costumbre de los militares, se conforma con utilizar otros servicios que requieren menos esfuerzo, como la peluquer¨ªa -poco pelo y poco precio bien se llevan, a 400 pesetas el corte- y la comida (850 pesetas el men¨², 450 menos que para los ajenos a la casa).
Pero hay que pagar la cuota, eso s¨ª. Y la nueva directiva le ha dado una buena subida: de 700 a 1.000 pesetas al mes para los militares (s¨®lo se admite a jefes y oficiales) y 1.300 para los civiles. Estos, para ingresar, deben demostrar "un rango o status similar, aunque sea en cultura, al castrense", explica Pontijas. De todas formas, los paisanos no tienen voz ni voto. La nueva directiva tambi¨¦n ha subido el precio de las habitaciones (el casino tiene 50 socios hu¨¦spedes, que ahora tienen que pagar 1.000 pesetas diarias).
Las cuotas cubren una peque?a parte del presupuesto: los 100 millones anuales vienen sobre todo de la contrata del restaurante y del alquiler de dos locales. Am¨¦n de los precios, la puesta al d¨ªa ha tra¨ªdo tambi¨¦n un par de ordenadores, pintura para las oficinas y, a finales de mes, la restauraci¨®n de la fachada. El Ayuntamiento pagar¨¢ una cuarta parte del coste calculado en 35 millones.
La limpieza traer¨¢ nuevos socios, cree el general.
El coronel Luis Alfaro, responsable del negociado cultural, cuida con mimo la biblioteca. Esta joya -15.000 vol¨²menes- espera ayuda econ¨®mica del Ministerio de Defensa. "Se suplica el silencio", rezan los carteles. In¨²til: las salas de lectura est¨¢n casi vac¨ªas.
El caballero canoso sigue arrellanado en su sill¨®n. Ahora vienen otras campanas.
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