La 'viuda de Am¨¦rica' muere de un c¨¢ncer linf¨¢tico
Jacqueline Kennedy, que muri¨® en Nueva York rodeada de sus dos hijos, ser¨¢ enterrada en la intimidad familiar
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El primer d¨ªa en Nueva York sin Jackie Onassis, la viuda del asesinado presidente John F. Kennedy y del magnate griego Axist¨®teles Onassis, ha sido gris y desangelado. La rutina se hac¨ªa m¨¢s pesada de lo habitual, el clima m¨¢s mon¨®tonamente invenal, y entre la humedad y la tristeza, un fino escalofr¨ªo ha recorrido la ciudad de punta a punta. Nueva York est¨¢ muy sola sin Jackie Onassis. Todo el pa¨ªs ha perdido su musa de los ¨²ltimos 30 a?os, y el mundo entero se ha quedado sin la mujer que un d¨ªa fue espejo de las ilusiones m¨¢s fr¨ªvolas y sinceras. Jackie Kennedy Onassis, de 64 a?os, muri¨® a las 22. 15 del jueves (4. 15 de ayer en Espa?a ) en Manhattan, rodeada de sus dos hijos. Se la llev¨® un c¨¢ncer linf¨¢tico. Ning¨²n artefacto m¨¦dico rest¨® naturalidad o a?adi¨® dramatism¨® al ¨²ltimo episodio protagonizado por la persona que, tras una vida de lujo, fama y belleza, pas¨® los ¨²ltimos a?os discretamente emboscada en su actividad profesional como editora y serenamente acompa?ada por el amante con el que nunca pudo casarse.
Junto al lecho de Jackie, al lado de sus hijos John y Caroline, estuvo durante los cinco meses de lucha contra el c¨¢ncer linf¨¢tico el ¨²ltimo hombre que la am¨®, el joyero Maurice Tempelsman, a quien su primera mujer nunca concedi¨® el divorcio. El domingo pasado se les vio por ¨²ltima vez de la mano paseando por Central Park.El presidente Bill Clinton rindi¨® homenaje a la viuda de su admirado John Kennedy y del multimillonario griego Arist¨®teles Onassis en un comunicado en el que afirma que Jackie "cautiv¨® a la naci¨®n con su inteligencia, su elegancia y su gracia". Los Clinton estuvieron toda la semana en contacto con el hospital de Nueva York en el que Jacqueline fue internada de emergencia el lunes pasado para conocer su evoluci¨®n. Jackie y Hillary Clinton tuvieron bastante contacto desde que la actual primera dama lleg¨® a la Casa Blanca. Aunque de caracteres muy diferentes -la energ¨ªa y la agresividad de Hillary contrastan con la fragilidad de porcelana de Jackie-, ambas se entend¨ªan bien y se intercambiaron consejos sobre su vida profesional y algunos pormenores de la actividad en la residencia presidencial en Washington. Clinton ha mostrado inter¨¦s en asistir al funeral que, por decisi¨®n de la familia de Jackie, se celebrar¨¢ en la intimidad.
En el momento en que los Clinton ocuparon la Casa Blanca todav¨ªa pudieron encontrar restos de la decoraci¨®n hecha por Jaequeline cuando lleg¨® all¨ª con s¨®lo 31 a?os, en 1961. Jackie se gan¨® inmediatamente el coraz¨®n de los norteamericanos, que la declararon durante siete a?os consecutivos la mujer m¨¢s querida del pa¨ªs.
Esa popularidad baj¨® dr¨¢sticamente cuando, en 1968, se cas¨® con Onassis. Pocas veces los estadounidenses se han sentido m¨¢s traicionados que en ese momento en el que su reina se iba junto a un hombre 20 a?os mayor que ella y varios cent¨ªmetros m¨¢s bajo. Nadie pudo huir de la tentaci¨®n de pensar que se casaba por dinero.
Todo eso se perdon¨® con el tiempo. En el momento de su muerte, Jackie era casi una neoyorquina m¨¢s que cada ma?ana, poco antes de las nueve, tomaba uno de esos taxis conducidos por un ch¨®fer de nacionalidad indefinida para llegar hasta las oficinas de Doubleday, donde Onassis ten¨ªa un puesto de alta responsabilidad en la edici¨®n de libros. Los libros y los caballos fueron las dos principales pasiones de su vida.
Algunos aseguran que Jackie, que empez¨® sus d¨ªas profesionales como periodista, escrib¨ªa tan bien como montaba. Esto ¨²ltimo, al menos, lo practicaba con bastante asiduidad, tanto en su establo de Nueva Jersey como en el club privado de Tempelsman. En los ¨²ltimos meses, Jackie hab¨ªa desarrollado tambi¨¦n la afici¨®n de observar desde su balc¨®n los atardeceres en la l¨ªnea de rascacielos con su telescopio.El edificio del apartamento de Jacqueline Onassis, en la Quinta Avenida, estaba todav¨ªa ayer rodeado de periodistas y curiosos. Tan dif¨ªcil es el acceso que el m¨¢s famoso del actual clan Kennedy, John Kennedy Jr., el hijo del presidente, prefiri¨® llegar a casa de su madre en bicicleta por la puerta trasera. Muchos de los habituales turistas de Nueva York invirtieron ayer unos minutos en acercarse hasta all¨ª. No con esp¨ªritu morboso. No se percibe tampoco el clima de rituales condolencias que se produce cuando muere alguna personalidad. Es algo distinto.
La desaparici¨®n de Jackie despierta un sentimiento m¨¢s ¨ªntimo y m¨¢s sencillo. Produce la misma pena que la visi¨®n de una envejecida foto de adolescencia. Es la p¨¦rdida de alguien que estaba m¨¢s pr¨®ximo al mundo de las hadas y los cuentos, que nunca existi¨® en la realidad y, por tanto, no pod¨ªa morir.
Un mal devastador
Jacqueline Kennedy empez¨® a recibir en enero las primeras sesiones de quimioterapia para combatir un c¨¢ncer linf¨¢tico descubierto el pasado mes de diciembre.El tratamiento discurr¨ªa con normalidad, pero a mediados de marzo la enferma sufri¨® debilidad, confusi¨®n mental y dolores en piernas y cuello. Un ex¨¢men neurol¨®gico mostr¨® que parte del cerebro tambi¨¦n estaba afectada.
Tras descubrirse el c¨¢ncer en el cerebro, Jacqueline recibi¨® radioterapia durante un mes. El tratamiento le alivi¨® el dolor en las piernas, pero no en el cuello, por lo que fue sometida a un duro tratamiento con calmantes, lo cual le perfor¨® el est¨®mago el pasado 14 de abril. Fue operada en el hospital Comen de Nueva York ese mismo d¨ªa.
Por entonces, el c¨¢ncer cerebral avanzaba. No respond¨ªa a ninguna terapia. La enferma perd¨ªa peso, hablaba con dificultad, experimentaba desorientaci¨®n y apenas pod¨ªa caminar.
El lunes pasado sufri¨® temblores y desorientaci¨®n. Fue trasladada de nuevo al hospital Comen y los doctores diagnosticaron una neumon¨ªa. La inyectaron antibi¨®ticos y experiment¨® cierta recuperaci¨®n. El martes empeor¨®. El mi¨¦rcoles, los m¨¦dicos descubrieron que el c¨¢ncer linf¨¢tico se hab¨ªa instalado masivamente en el h¨ªgado. Ya nada se pod¨ªa hacer por la enferma, que pidi¨® la suspensi¨®n del tratamiento y el traslado a su casa para morir.
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