La chaqueta de guerra de Santana
"Esto nos lo van a meter por huevos". La frase, en boca de una mujer que hace casi cuatro meses no se atrev¨ªa a pronunciar una mala palabra, no resulta ahora sorprendente. Luisa Ruiz L¨®pez, de 36 a?os, vecina de Linares, ha aprendido r¨¢pido, desde aquella primera vez en que, con el resto de las santaneras esposas de trabajadores de Santana-, decidi¨® plantar batalla y luchar por lo suyo, lo de su marido, lo de todos. Muchos cortes de carretera, muchos encierros y, muchas marchas despu¨¦s, Luisa y sus compa?eras s¨®lo pueden exhibir como ganancia el aumento de su vocabulario y su Irritaci¨®n, o el cabreo, como dice ella, el profundo des¨¢nimo con que se ha recibido y rechazado el ajuste de plantilla pactado por la empresa y la Junta de Andaluc¨ªa.Luisa y su marido, Felipe -"maldito nombre dice ¨¦l- Rentera, de 37 a?os, soldador de m¨¢quina de punto, creen que la Junta les est¨¢ tomando el pelo, que la inyecci¨®n de millones y la promesa de un nuevo inversor son cortinas de humo con vista a las elecciones. Que los 357 trabajadores a quienes se les propone la suspensi¨®n de un a?o no volver¨¢n a la empresa. Y que los 543 que deber¨ªan someterse a la jubilaci¨®n anticipada o a un plan de bajas incentivadas -"hombres de 45 a 55 a?os, con la salud de un obispo"-, no merecen la ruina de quedarse mano sobre mano.
En su vivienda del barrio de La Paz -destacando entre la ropa tendida en los balcones el lazo verde de la protesta, como en todo Linares-, que por suerte ya tienen pagada, despu¨¦s de a?os de esfuerzo y sacrificio, Luisa repasa las pegatinas y otras incrustaciones que la venerada chupa de sarga azul con la marca de Santana en la espalda ha venido reullendo desde que empez¨® la lucha. En las paredes del comedor cuajado de fundas y detalles t¨ªpicos de mujer hacendosa y h¨¢bil con la aguja- figuran las fotograf¨ªas de la boda y de la primera comuni¨®n de Ana Bel¨¦n, la hija mayor, que ahora tiene 10 a?os. La peque?a, Mar¨ªa del Pilar, de 7, escucha a la madre contar su epopeya.
Poco nuevo bajo el sol en esta Andaluc¨ªa en la que se desmantela a pasos de gigante el ya de por s¨ª endeble armaz¨®n industrial, que s¨®lo constituye el 20% del PIB de la regi¨®n, 10 puntos por debajo de las zonas. m¨¢s desarrolladas. La comunidad andaluza tiene poco m¨¢s de 22.000 empresas, la mayor¨ªa peque?as, frente a las 60.000 de Catalu?a, que cuenta con un mill¨®n menos de habitantes.
La tasa, de paro -34,2% de los andaluces en edad de trabajar, seg¨²n la Encuesta de Poblaci¨®n Activa- es la m¨¢s alta de Espa?a, de modo que, de cada cuatro desempleados que hay en todo el territorio nacional, casi uno es andaluz. Con una agricultura perpleja por los controles a la producci¨®n tradicional ejercidos por la Comisi¨®n Europea y agostada por la sequ¨ªa de los ¨²ltimos anos; con un sector servicios debilitado por la baja en el consumo privado; con una construcci¨®n que hace aguas tras las vacas gordas de Expo 92, el cuadro de Andaluc¨ªa en este umbral de las elecciones auton¨®micas es codo menos satisfactorio.
A ello hay que a?adir las reducciones de empleo aplicadas por empresas p¨²blicas como CASA, Santa B¨¢rbara y Tabacalera, y el adi¨®s muy buenas de las multinacionales, en general industrias de ocasi¨®n que no resisten el embate de la primera crisis o que se largan sin rendir cuentas, como Gillette, cuando ya tienen tomados los mercados, y se llevan los beneficios. Aunque la Consejer¨ªa de Econom¨ªa de la Junta acaba de aprobar en v¨ªspera de elecciones- el programa industrial que dedicar¨¢ 94.000 millones en cuatro a?os a ayudas para inversiones directas, este dinero, que no es poco, supone una gota de agua en el desierto industrial andaluz.
Todo esto gravita en el comedor del piso primero del bloque 31 del barrio de La Paz, mientras Luisa repasa la chaqueta de guerra, y Felipe, el marid¨®, recuerda los tiempos en que la factor¨ªa Santana constitu¨ªa la red el6seguridad sobre la que se desarroll¨® Linares cuando la miner¨ªa ya no daba m¨¢s de s¨ª, el pan indirecto del 80% de la poblaci¨®n del pueblo y sus alrededores, y el futuro de la juventud, que crec¨ªa en la convicci¨®n de que nunca faltar¨ªa un puesto de trabajo y que los empleos eran, como quien dice, hereditarios. Sue?os rotos.
Aunque Felipe Rentero es de los j¨®venes, los que entraron en 1977, con la ¨²ltima hornada y, por tanto, tiene m¨¢s posibilidades de pertenecer al grupo de los que se quedan -aunque ¨¦l se pregunta que por cu¨¢nto tiempo-, es partidario de mantener lo que dicen las pintadas en las paredes: "Todos o ninguno". Porque en Linares todos se conocen. Hasta ahora, el comportamiento de la zona ha sido ejemplarmente unitario; pero, en adelante, habr¨¢ que contar con el des¨¢nimo. "Estamos rebotados y.cabreados", repite Luisa. "Esto es [la ¨²ltima propuesta], quieras o no quieras, lo que tenemos. No vemos futuro ninguno. Para cuatro d¨ªas asquerosos que quedan para las elecciones, han planteado esto, y se trata de dejar pasar tiempo. Cuando sal¨ªamos de la asamblea [en donde fue rechazado el pacto de la empresa y la Junta] se nos notaba en la cara. Fuimos callados, desfondados, y las mujeres nos miramos y nos dijimos: -Hay que ver, qui¨¦n hemos sido y qui¨¦n somos'. Y eso no puede ser".
Qui¨¦nes fueron, las santaneras, desde que decidieron unirse a la causa. Desde que las m¨¢s peleonas de sus reuniones de los mi¨¦rcoles -donde Luisa tiene a sus amigas de hoy: Rafaela, Encarna, Rosa, Mar? Carmen propusieron encerrarse en San Jos¨¦, hasta la tarde aciaga en que salieron en silencio de la asamblea, convencidas de que, a la postre, van a tener que tragarse el plan. Qui¨¦nes fueron, lo cuenta Luisa como voz en off de los v¨ªdeos comunitarios que se grabaron en cada ocasi¨®n y que ahora reproducen en el televisor del comedor y contemplan casi como si vieran, en una pel¨ªcula hist¨®rica, los momentos en que fueron desvirgados de su inocencia laboral "Ah¨ª fue cuando me puse enferma, de la presi¨®n" O: "Yo no sab¨ªa que pod¨ªas estar hablando con la polic¨ªa, que les estabas contando lo que pasaba y parec¨ªa que lo entend¨ªan, y que- en un momento dado les gritan: '?Cargando!', y se l¨ªan a pegarte como s¨ª no te conocieran".
No s¨®lo palabrotas tuvo que aprender, Luisa, natural de Guadalimar, un pueblo situado a 12 kil¨®metros. En su pueblo, durante las fiestas, conoci¨® a Felipe, que entonces jugaba al f¨²tbol con el Linares. Se enamoraron y se hicieron novios. "Yo trabajaba como limpiadora en la residencia, pero me cumpli¨® el contrato y estoy en el paro, y no me han llamado desde el 80, en que me cas¨¦. Siempre he echao peticiones para limpiadora, planchadora o pinche de cocina, que otra cosa no s¨¦ hacer, estudios no tengo". "Cuando empezamos con lo de las acciones de mujeres, ni expresarme sab¨ªa. Yo, despu¨¦s de perder el empleo, todo lo que he hecho ha sido trabajar mucho en casa, criar a mis hijas, y el tiempo libre lo dedicaba a hacerles vestiditos, a remendar, a ahorrar para ir pagando el piso. El sueldo de marido es de alrededor de 120.000 pesetas al mes, lo ¨²nico seguro que aqu¨ª entra".
%SeguroV', se pregunta ¨¦l, que todas las ma?anas sale en direcci¨®n a Santana, y ah¨ª se queda, de soldador sin soldar porque no llega trabajo, pero hay que mantener el puesto. "Hasta el momento, en Linares no ha habido una desgracia porque nos han seguido pagando, pero ?qui¨¦n nos va a abonar el ¨²ltimo mes?-. "La gente no ha dejado de comer", afirma ella, "pero ha pasado lo que ten¨ªa que pasar, que se ha suprimido todo gasto, y que ya no pones carne cuando es necesario, sino pollo, que es m¨¢s barato, y pronto ni eso". El pueblo entero est¨¢ cuajadito de pintadas reivindicativas, y en la plaza, un mural de brochazos a colores recoge el clamor de las santaneras m¨¢s radicales, en una vaga e inconsciente cita de Mae West: "Somos malas, pero podemos ser peores". Han tenido ,que aprender al trote la militancia, han debido empecinarse en la palabra fuerte -cuando tuvo que gritar por primera vez: "A Bail¨¦n hemos llegado y el alcalde se ha cagado, a Luisa se le entachonaba la groser¨ªa en la garganta-, pero, pese a todo, no son lo bastante malas.
"Yo nunca vot¨¦ al PSOE", cuenta Felipe, y su mujer asiente, "y como s¨¦ que en Espa?a una verdadera izquierda no es posible que gobierne, pienso darle mi voto, esta vez, a Poder Andaluz, porque creo que lo ¨²nico que puede salvarnos es un Gobierno aut¨®nomo fuerte, como el de: Pujol, que no sea hijo del padre de Madrid y vele por nuestros intereses".
MA?ANA Jornaleros perplejos y subsidiados
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