Cuesti¨®n de manchas
El martes a las seis y veinte de la tarde me sent¨¦ en un taxi:- Ll¨¦veme, por favor, lo m¨¢s r¨¢pido que pueda al aeropuerto-. Est¨¢bamos en la calle del Cardenal Herrera Oria y hab¨ªa huelga de autobuses interurbanos.
- ?Cu¨¢ndo sale el avi¨®n?
En media hora despegaba. El taxista, gordo y apacible, apoyaba un codo en la ventanilla y conduc¨ªa con la derecha.
- Ante todo -me estudiaba por el espejo retrovisor-, no se ponga nervioso porque le va a dar lo mismo.
- ?Nervioso yo? Qu¨¦ va, hombre, m¨¢s se perdi¨® en Cuba.
- No le quepa duda. Ser¨ªa la primera vez que un viajero m¨ªo pierde un avi¨®n.
- Hombre..., a veces, no depende de ustedes, sino del tr¨¢fico y otras cosas.
- Muy raro ser¨¢ que usted pierda el avi¨®n conmigo. Estamos bien situados.
Al minuto nos encontramos con una caravana imponente en la M-30.
- Parece que est¨¢ esto un poco. congestionado -me ilustraba el taxista se?alando con la mano una fila de m¨¢s de quinientos coches.
Como le hab¨ªa prometido que de nervioso nada, ni me atrev¨ªa a proponerle un trayecto alternativo. Silv¨¦ y me resist¨ª a cruzar las piernas, a moverme siquiera, para que se diera cuenta de que yo segu¨ªa pensando en Cuba.
A los cinco minutos enfil¨® la M-40. S¨®lo cont¨¢bamos con otros tantos minutillos para bebernos la autov¨ªa y pisar el aeropuerto, pero en lugar de correr descendi¨® a 90 kms/hora. Yo procuraba rememorar Cuba antes que objetar nada, pero ¨¦l lo hac¨ªa a conciencia, estaba claro que un accidente por exceso de velocidad no ¨ªbamos a sufrir. Entonces comunico con su emisora:
- Avisen a los compa?eros de que en la M-40, llegando al aeropuerto hay manchas de aceite, cuidado.
-?Manchas de aceite?, -le pregunt¨¦- ?Y tan grandes son como para que provoquen un accidente?.
- Hablo de la Guardia Civil -le falt¨® decir 'so ganso'-.
Efectivamente, a un lado de la carretera un Guardia Civil tomaba nota a un motorista. Las multas por exceso de velocidad alcanzan hasta las 40.000 pesetas, y est¨¢ claro que en esto de las manchas algunas instituciones a¨²n no han aprendido a manejarse. Si los taxistas de radio emisoras llaman a los civiles manchas de aceite, sus razones tendr¨¢n, que dir¨ªan Quevedo y Maradona en caso de que as¨ª lo vieran.
Se les escapa Luis Rold¨¢n y ya ven el honor del cuerpo manchadito todo ¨¦l. Le importa poco a la direcci¨®n de la Benem¨¦rita arruinarle la vida a un pobre vinatero de Villaconejos, Luis Rold¨¢n, que lo ¨²nico que ha hecho es venderles desde hace cinco a?os sus botellas Luis Rold¨¢n. Les sali¨® rana el ex director general, y, sin ton ni son, la emprenden con el vinatero. Le dijeron que no estaban las cosas para poner vino de Luis Rold¨¢n encima de la mesa de los guardias civiles, que lo comprendiera. No le preguntaron si est¨¢ casado, que lo est¨¢, o si tiene una hija, que la tiene. Menos mal que desde que se public¨® el infortunio le telefonea la gente incluso desde Suiza para encargarle pedidos. Pero lo Guardia Civil no te llama. Eso s¨ª es un manchurr¨®n: no rectificar.
Se lo contaba el vinatero a Vicente G. Olaya en este peri¨®dico el otro d¨ªa: "Lo m¨¢s bonito de esta historia no es haber vendido casi toda mi cosecha, sino haber recuperado mi buen nombre". La Guardia Civil estaba gan¨¢ndose un buen nombre a pesar de Tejero, y casi lo pierde ahora, no por culpa de su ex director general, sino por rescindir el contrato al vinatero. Lo m¨¢s bonito de mi historia es que embarqu¨¦ a tiempo. El taxista, del que a¨²n conservo el n¨²mero de licencia, puede decirle al pr¨®ximo viajero que en su coche nadie ha perdido el avi¨®n. Su curriculum aeroportuario contin¨²a inmaculado.
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