Terapia de grupo
No hace mucho, despu¨¦s del ruidoso debate, entre otras casi tumultuarias medidas, el Congreso de los Diputados acord¨® crear una "comisi¨®n no permanente para el estudio de los partidos pol¨ªticos y las transformaciones precisas para su adecuaci¨®n a la necesaria transparencia que demanda la opini¨®n p¨²blica, puesta en cuesti¨®n por los casos Filesa, Naseiro, etc¨¦tera". Expertos hay que podr¨ªan hacer un an¨¢lisis agudo de tan rocambolesco t¨ªtulo. Lo que s¨ª est¨¢ claro es que la opini¨®n p¨²blica, para enterarse de lo que al fin resulte de los trabajos de la comisi¨®n, necesitar¨¢ una prosa (incluso un verso, que no est¨¢ prohibido por el reglamento) un poco menos sinuosa y conceptuosa. Veremos.El problema va a ser tener algo que decir. Las comisiones de investigaci¨®n son, en principio, para investigar al Gobierno y a las administraciones de las que aqu¨¦l es cabeza. Lo que ya plantea cuestiones curiosas: en un sistema presidencialista, tiene todo su significado y viabilidad en la eficacia. En un sistema parlamentario, en que el Gobierno es emanaci¨®n de la mayor¨ªa parlamentaria, esta libertad de investigaci¨®n quedar¨¢ matizada por el amor evidente de esa mayor¨ªa por su hechura pol¨ªtica, el Gobierno; se puede, sin embargo, dar a las comisiones un aire m¨¢s marchoso si en ellas se da una prima de poder a la oposici¨®n, a las minor¨ªas; pero hay que pensar que el esp¨ªritu de investigaci¨®n puede quedar matizado, en sentido opuesto, por el desamor que la oposici¨®n suele sentir por el Gobierno.
La cuesti¨®n se complica cuando, en este sistema parlamentario, el Gobierno no es emanaci¨®n de la mayor¨ªa, sino m¨¢s bien al rev¨¦s, es decir, cuando los parlamentarios deben su esca?o a las bondades del Gobierno, en la medida en que ¨¦ste, o su jefe, o sus jefes, son lo mismo que la c¨²pula del partido de la que procede todo bien, o sea, toda candidatura. ?C¨®mo va a investigar el engendrado al progenitor, que, pase lo que pase, sigue siendo el monopolista de la funci¨®n reproductora de series sucesivas de diputados? O, lo que es lo mismo, que el Gobierno s¨®lo se investigar¨¢ cuando tenga a bien ser investigado, como los hechos demuestran de manera poco discutible. Pero es que esta comisi¨®n sobre los partidos coloca a los parlamentarios en situaci¨®n m¨¢s bien tr¨¢gica. ?Asistiremos a una reproducci¨®n del mito de Edipo? Los diputados, criaturas de los partidos, van a estudiar a los partidos. El trabajo, en principio, lo tienen f¨¢cil: de verdad, basta con que se sienten alrededor de una mesa y se cuenten sus cosas, hablando de s¨ª mismos; a la gente le suele gustar hablar de s¨ª misma.
Pero aqu¨ª se trata de confesar los propios pecados; eso ya no gusta tanto; todav¨ªa confesarse a Dios, vale; pero ante los colegas, es que da mucha verg¨¹enza; la gente tiene su pudor; sobre todo, a pecado m¨¢s gordo, m¨¢s pudor; as¨ª que los habr¨¢, en esa reuni¨®n, m¨¢s elusivos y m¨¢s parlanchines; que no todos tienen el alma igual de sucia; porque todos somos pecadores; pero no todos tenemos los mismos pecados. Y lo primero que ha tenido que hacer la comisi¨®n, l¨®gicamente, es preguntar a los servicios jur¨ªdicos de la C¨¢mara qu¨¦ es lo que tienen que hacer; se comprende la duda, aunque son ellos mismos los autores del invento; cuando pasa la euforia de la sesi¨®n embriagadora, la acerada luz de la madrugada nos coloca ante la realidad, y adem¨¢s con dolor de cabeza.
?Qu¨¦ van a hacer? Me los imagino aplic¨¢ndose la m¨¢xima agustiniana del nosce te ipsum. Quiz¨¢ lleguen, en estas sesiones de terapia de grupo, a desnudar sus almas, como si se tratara de una reuni¨®n de alcoh¨®licos an¨®nimos; quiz¨¢ no lleguen a tanto, y yo no lo deseo. No me gusta la gente exhibiendo sus verg¨¹enzas. Los cinco requisitos de una buena reconciliaci¨®n, en la preceptiva tradicional, eran (y son), examen de conciencia, dolor de los pecados, confesi¨®n de boca, prop¨®sito de la enmienda, y cumplir la penitencia que fuere impuesta. De toda esta retah¨ªla, tan inc¨®moda, lo que s¨ª esperamos algunos, ansiosamente, es el prop¨®sito de la enmienda. Claro que para eso no hace falta comisi¨®n, ni nada de eso. Basta con que den pruebas evidentes de dejar de hacer lo que algunos han venido haciendo. Por su tranquilidad y por la nuestra. Alguien tendr¨¢ que pagar algo. Pero la mejor manera de que la calle est¨¦ limpia es no ensuciarla.
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