Berlusconi y la RAI
LAS DECLARACIONES que ha hecho el 7 de junio el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, han desatado una segunda ola de inquietud en los medios pol¨ªticos europeos. La primera fue motivada por la inclusi¨®n en su Gobierno de cinco ministros neofascistas. Pero ya entonces hubo voces, en la misma Italia, que situaron la amenaza para la democracia, m¨¢s a¨²n que en esos ministros, en el propio Berlusconi por el hecho sin precedentes de que ¨¦ste detenta en sus manos, junto con la direcci¨®n del pa¨ªs, la propiedad de un imperio financiero gigantesco, y en particular de tres de las cuatro cadenas de televisi¨®n privada existentes en Italia.Con rapidez sorprendente, y sin disimulo, el propio Berlusconi parece querer confirmar esta tesis. Ha atacado implacablemente a la RAI, la televisi¨®n estatal (la que ¨¦l no controla de modo directo), acus¨¢ndola de mantener una actitud cr¨ªtica hacia el Gobierno, y sugerido que el Ejecutivo va a tomar medidas para forzar la sumisi¨®n del ente p¨²blico. Hay que recordar que Berlusconi gan¨® las elecciones con la campana machacona de sus tres televisiones, a pesar de que su partido, Forza Italia, era inexistente; hab¨ªa sido creado en tres meses por la empresa publicitaria Publitalia, parte de su imperio financiero. Ahora se ve que Berlusconi quiere imponer una total uniformidad en todas las televisiones, eliminando lo que quede de libre criterio en la RAI.
No se trata de una medida m¨¢s o menos osada del nuevo Gobierno italiano. Lo que est¨¢ en juego es el futuro mismo de la democracia en Italia. Si se tiene en cuenta el papel decisivo que las pantallas televisivas tienen en la formaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica, la supresi¨®n en ellas de las voces discrepantes y la obligaci¨®n. para la RAI de adaptarse a lo que hacen las cadenas propiedad del se?or Berlusconi suponen una mutilaci¨®n brutal de un puntal decisivo de la democracia.
Desde su llegada al poder, Berlusconi se ha sentido obligado a pedir excusas a la sociedad por hacer coincidir en su persona la condici¨®n de jefe de Gobierno y la de propietario de un imperio financiero y medi¨¢tico. En su d¨ªa anunci¨® que vender¨ªa todas sus empresas para evitar esa coincidencia an¨®mala. No lo hizo y ahora parece que inaugura ya la siguiente fase de su asalto al poder: la de someter los intereses del Estado italiano a los suyos particulares. 0 los italianos hacen frente a Berlusconi en estos recortes de las libertades o puede que pronto Italia eche de menos la muy imperfecta democracia que quisieron enterrar en las pasadas elecciones.
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