"Despierta, America, te llama el f¨²tbol"
La prensa norteamericana inicia una campa?¨ªa did¨¢ctica 48 horas antes del Mundial

En alguna parte del gigante americano duerme el volc¨¢n del f¨²tbol. Este pa¨ªs, que todo lo mide con encuestas y estad¨ªsticas, no acierta a comprender la par¨¢lisis de sus ciudadanos ante el deporte m¨¢s apasionante del mundo. Entonces estudian los n¨²meros, los porcentajes, las audiencias, el dinero, para interpretar el desinter¨¦s del americano medio por el f¨²tbol. Los resultados son devastadores. Una encuesta de la agencia Harris advierte que s¨®lo el 15% de los estadounidenses siente inter¨¦s en ver por televisi¨®n un partido de la inminente Copa del Mundo. Es un dato que se corresponde fielmente con la realidad: Estados Unidos no tiene una Liga profesional, s¨®lo ha participado en dos ocasiones en la Copa del Mundo y no ha dejado para el recuerdo el nombre de alg¨²n jugador con talento. Todos los indicadores demuestran que es un pa¨ªs refractario al f¨²tbol.Sin embargo, algo se mueve, un ronroneo todav¨ªa difuso que ha alertado a las grandes empresas multinacionales, a los peri¨®dicos de mayor prestigio y, por supuesto, a la Federaci¨®n Internacional de F¨²tbol FIFA), que ha puesto su mirada fenicia en un mercado virgen, inh¨®spito y deslumbrante. Algo de ese temblor se palpaba en el titular que abr¨ªa el suplemento dominical de The New York Times dedicado al Mundial: "Despierta, Am¨¦rica, te llama el f¨²tbol".
Por debajo de las estad¨ªsticas matadoras, hay dos cuestiones que alumbran la esperanza en la eclosi¨®n del f¨²tbol en Norteam¨¦rica. Por un lado, la necesidad casi intelectual de preguntarse las causas de ese rechazo al deporte que adora el resto del mundo. Comienzan a escucharse desde las tribunas a los pr¨ªncipes del periodismo deportivo, ente como George Vecsey, quien clama contra el papanatismo que preside el deporte americano. Ese esfuerzo intelectual por admitir el poder del nuevo juego est¨¢ acompa?ado por datos incontestables.
Sentada en la peque?a tribuna del Benedictine Trinity College, escenario de los entrenamientos de la selecci¨®n espa?ola, una periodista del Chicago Sun Times admit¨ªa la situaci¨®n actual: "Tengo 30 a?os y no siento aprecio por el f¨²tbol, como le sucede a toda mi generaci¨®n. Pero mi hijo me ha pedido un bal¨®n porque todos los chicos juegan al f¨²tbol. Es cierto. El f¨²tbol es el deporte m¨¢s practicado por los muchachos menores de 15 a?os. Es una fiebre que no est¨¢ procurada por el mercado profesional y la televisi¨®n, cuyo desd¨¦n por el juego es casi despectivo.
El Mundial llega para decidir el futuro del f¨²tbol en Estados Unidos. El futuro puede ser la patria de esos millones de j¨®venes que disfrutan con la pelota en los parques y en las escuelas o la catacumba de su entusiasmo. La esperanza se hace dificil en un pa¨ªs de r¨ªgida tradici¨®n deportiva, pero la perspectiva de ese volc¨¢n futbol¨ªstico ha movido sue?os y dinero.
Es una carrera acelerada. Los peri¨®dicos y "las revistas cumplen una funci¨®n did¨¢ctica. Sus suplementos detallan minuciosamente las reglas y las suertes de un juego que desconocen sus lectores. Los anuncios invaden la televisi¨®n y las calles. Las multinacionales apuestan: las 11 compa?¨ªas patrocinadoras del Mundial han pagado 42.000 millones a la FIFA por la exclusividad. Estados Unidos ofrece por fin el momento y la hora para la explosi¨®n del f¨²tbol.
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