Las cosas que se dicen
"Sus vi azotar", nos gritaba un portero de la vecindad a los chaperos. No ¨¦ramos chaperos en el sentido actual de la voz, que entonces habr¨ªa resultado inimaginable. Chaperos nos llamaban a los chavalines aficionados a las chapas, el juego m¨¢s vers¨¢til y fastuoso que haya sido capaz de concebir el genio creador de la infancia. ?bamos unos cuantos al m¨¢s amplio portal del barrio, mont¨¢bamos all¨ª un re?ido campeonato de f¨²tbol con nuestros equipos de chapas, y en esto que irrump¨ªa el portero pegando voces: "?Sus vi azotar!". Luego ni nos azotaba ni nada. Son las cosas que se dicen. Muchas madres gritan a sus hijos: "?Te mato!", cuando pegan un balonazo que pulveriza la ventana del sal¨®n, y jam¨¢s cumplen su palabra."Las palabras se enredan", sentencia la sabidur¨ªa popular. El alcalde de Madrid enred¨® hace poco las suyas y arm¨® una buena. Se atrevi¨® a quejarse de que vienen los emigrantes a Madrid sin tener cobijo, y as¨ª pasa lo que pasa. Aquel d¨ªa lo que pas¨® fue una tragedia. Ni al que as¨® la manteca se le ocurre tama?o dislate. Tiempo falt¨®, entonces, para que asociaciones y ciudadanos manifestaran su protesta y algunos hasta habr¨¢n ido a los tribunales.
Seguramente el alcalde est¨¢ arrepentido de lo que dijo con evidente inoportunidad y mal estilo -por lo menos as¨ª lo ha declarado-, pero de poco le vale, pues en su metedura de pata han encontrado un precioso argumento sus adversarios pol¨ªticos y los demagogos de cualquier ideolog¨ªa para seguir descalific¨¢ndolo hasta la extenuaci¨®n. Es la actitud propia de la ¨¦poca. Quiz¨¢ no se trate tanto de castigar la perfidia del alcalde como de proclamar la nobleza propia. Hay ciudadanos que se pasan la vida pendientes de los dem¨¢s para cogerlos en un renuncio y recriminar su conducta, con lo cual subrayan su propia calidad humana, aunque s¨®lo sea en t¨¦rminos comparativos.
Como nada es lo que parece en los tiempos que corren y se da m¨¢s importancia a la forma que a la naturaleza de las cosas, la especie prolifera y s¨®lo necesita que le den ideas. Las campanas son buena fuente de inspiraci¨®n: la campa?a contra el derroche de agua, la campa?a contra el racismo y la xenofobia, la campa?a contra el fumador, la campa?a contra el machismo y otras mil promovidas con loables prop¨®sitos dieron de paso patente de corso a la multitud de frustrados y demagogos de que tambi¨¦n se nutre la sociedad civil para emprenderla a palos con sus semejantes y perseguirlos hasta el catre.
La consecuencia es que se ha creado una categor¨ªa de ciudadanos a la defensiva, que cuidan sus palabras por si acaso. El pintor Jos¨¦ Hern¨¢ndez contaba lo que sucedi¨® con un taxista negro. Subi¨® al coche una joven y no le dio ninguna direcci¨®n. "Usted siga, que ya le ir¨¦ indicando", coment¨®. La mujer iba a la avenida del Papa Negro, pero no se atrev¨ªa a dec¨ªrselo al taxista, por no ofenderlo. En realidad, uno tampoco est¨¢ seguro de haber contado la an¨¦cdota correctamente. A lo mejor debi¨® escribir taxista-no-blanco, pues taxista negro puede tener connotaciones racistas. Aunque no tanto como taxista-negro-senegal¨¦s, que las tiene racistas y xen¨®fobas.
Aquella frase castiza de posguerra habitual en la abogac¨ªa, "del papel y la mujer hasta el culo has de ver", si alguien la repitiera ahora acababa en comisar¨ªa, por machista. Un servidor conoci¨® recientemente al ciudadano perfecto. Cada vez que se re¨²ne, empieza haciendo la siguiente manifestaci¨®n de principios: "Mecag¨¹en los racistas, los xen¨®fobos, los fumadores, los machistas y los que se meten en la ba?era". Y el hombre queda legitimado para ir sin sobresaltos por la vida moderna.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.