Viaje por lo escrito
Como comentan de Miguel Indur¨¢in cada vez que no gana una etapa, tambi¨¦n el escritor es humano. En ese adverbio hay que inscribir su desmoronadiza voluntad a la hora y cuarto de recibir alguna invitaci¨®n tentadora de viaje cultural al extranjero. Una vez recibida, se trata de pensar con prontitud si el lugar de destino es deseable ("mejor Lima que Burdeos"), si los acompa?antes ocasionales (que pueden ser, venga o no al caso, Almudena Grandes y Luis Alberto de Cuenca) resultan por lo menos divertidos y si la naturaleza, en fin, del ¨²ltimo prop¨®sito (congreso, encuentro, conferencia, lectura o simposio) cabe en sus tragaderas sensitivas. Tras agitar esa coctelera, quien decide aceptar se imagina que ya sabe a lo que se expone. ?Pobre! Los desenlaces del g¨¦nero, salvo para profesionales curtidos, siguen siendo hoy d¨ªa tan extravagantes como libertinos.Yo -forma a menudo c¨®moda para empezar un p¨¢rrafo sin tener que ir muy lejos con el gui¨®n- cre¨ª curarme de espanto hace ahora veinte a?os, cuando me toc¨® convencer al conductor armado que nos llevaba de la ciudad de M¨¦xico a la de Veracruz, para homenajear all¨ª a Le¨®n Felipe, de que no nos raptara, pues, la verdad, habi¨¦ndose quedado Cela en tierra, nadie iba a pagar rescate alguno por Vivanco, el padre F¨¦lix Garc¨ªa (confesor de escritores agn¨®sticos en el lecho de muerte), su, sobrina, Ram¨®n Chao (hoy tatuado en un hombro con una mano negra), cierta novelista que se empe?¨® en hablarle en gallego al pueblo jalape?o, Marcelle Auclair (amiga de Guti¨¦rrez Solana y Garc¨ªa Lorca), Caballero Bonald y uno mismo, integrantes perplejos y pendejos del grupo de invitados. Pero debe de ser dif¨ªcil convencer a un aficionado, m¨¢xime si se expresa en territorio propio, de la existencia et¨¦rea de un baremo en las plumas. Menos mal que la periodista Mar¨ªa Eugenia Yag¨¹e desenred¨® el conflicto con un sonoro y deconcertante dilema, dirigido a la cara del raptor: "Mon¨ªn, o te est¨¢s quieto o me cabreo". Boca de santo.
Babelia
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