Alemania y Europa,
ALEMANIA INAUGUR? el 1 de julio su primera presidencia de la Uni¨®n Europea despu¨¦s de la unificaci¨®n. Por primera vez en la historia de la construcci¨®n europea, el Gobierno alem¨¢n que preside el Consejo de Ministros y el Consejo Europeo durante los pr¨®ximos seis meses puede realizar opciones de pol¨ªtica europea sin la coacci¨®n que significaba contar con un pa¨ªs dividido y violentado por la dictadura que sufr¨ªan los alemanes orientales. Por primera vez Alemania no act¨²a bajo la coacci¨®n de la divisi¨®n y la l¨®gica de la guerra.Es l¨®gico que la estabilizaci¨®n de los pa¨ªses de Europa oriental sea una prioridad en el programa de trabajo de esta presidencia. La unificaci¨®n de Alemania es parte de la unificaci¨®n europea. Lo dijo Kohl, y es cierto. El dise?o de la Gran Europa, con lugar, oportunidades y voz para todos, es el reto geopol¨ªtico, social y cultural m¨¢s importante de este fin de siglo europeo. Y los alemanes se hallan en una posici¨®n ¨²nica para proyectar el modelo europeo de democracia, libertades y Estado de bienestar hacia el resto del continente.
Pero no hay reto sin riesgos ni tentaciones. Y no le faltar¨¢n a Alemania. A¨²n ejerce una presi¨®n omnipresente la mala conciencia producto de su atormentada historia y condiciona no menos su pol¨ªtica la mirada, siempre suspicaz, de sus vecinos. El mejor remedio para tales peligros es la renovaci¨®n del compromiso europeo que acaba de realizar Bonn, la confirmaci¨®n del eje con Par¨ªs como n¨²cleo de la UE y la desactivaci¨®n de visiones t¨®picas y prejuicios sobre Alemania entre sus socios.
Hay un temor leg¨ªtimo a que la distribuci¨®n de los recursos y la atenci¨®n pol¨ªtica se desequilibren hacia el Este en detrimento del Sur. Ser¨ªa poco sabio que los intentos de prevenir crisis extremas en el Este hicieran olvidar el Magreb y favorecieran all¨ª la creaci¨®n de irremediables, focos de tensi¨®n con efectos dram¨¢ticos para el flanco sur de la UE y, por tanto, para toda Europa. La coordinaci¨®n entre las presidencias sucesivas -alemana, francesa, espa?ola e italiana- es una excelente oportunidad para reequilibrar la acci¨®n europea hacia el Sur.
Tambi¨¦n hay otros temores que afectan a los ego¨ªsmos nacionales presentes en todos los pa¨ªses, y casi obligados porque los Gobiernos deben responden ante electorados nacionales. Alemania quiere reducir su contribuci¨®n a las arcas comunitarias, desea que los otros pa¨ªses europeos compartan la carga de asilar a cientos de miles de refugiados del Este y trata de armonizar la fiscalidad del ahorro para evitar la fuga de capitales.
Todas son pretensiones leg¨ªtimas. Pero ser¨ªa de desear que fueran acompa?adas de otras medidas que establecieran un marco m¨¢s amplio del compromiso alem¨¢n con la construcci¨®n europea. En este sentido cabe apuntar la liquidaci¨®n de las trabas a la participaci¨®n de tropas alemanas en las misiones de paz de la ONU y la revisi¨®n del ius sanguinis, que reserva la nacionalidad para los hijos de alemanes. Es anacr¨®nico y peligroso. El c¨®digo de la nacionalidad deber¨ªa adaptarse a las necesidades de un pa¨ªs donde viven centenares de miles de extranjeros. Es ah¨ª donde comienza la lucha contra el racismo, la xenofobia y el nazismo de viejo o nuevo cu?o. Alemania debe ser implacable y l¨ªder en esta lucha. Los motivos son obvios.
Esta presidencia debiera disipar definitivamente los miedos a una Europa alemana. Debe demostrar que los alemanes no intentan imponer, sino consensuar la pol¨ªtica europea. La Alemania europea es necesaria para la Gran Europa democr¨¢tica. Todos los europeos deben ayudar a conseguirla. Y los alemanes tienen la gran oportunidad de demostrar su celo en ello y su respeto por los intereses de los socios.
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