Nuevo poder europeo
UN NUEVO poder llama a la puerta. Cuando se especulaba sobre el equilibrio de poderes en la Uni¨®n Europea, sobre si el Consejo de Ministros de los Doce anular¨ªa m¨¢s o menos a la Comisi¨®n presidida por el luxemburgu¨¦s Jacques Santer, se olvidaba que una nueva fuerza emergente, d¨¦bil todav¨ªa pero con ganas de guerra, tambi¨¦n quer¨ªa echar su cuarto a espadas.El nuevo Parlamento Europeo, con poderes modestos pero no irrelevantes, ya hab¨ªa dado un primer e importante aviso el pasado d¨ªa 19 al vetar el proyecto de liberalizaci¨®n de las telecomunicaciones. Ayer volvi¨® a permitirse un nuevo toque de atenci¨®n al refrendar s¨®lo con el sofoco de 22 votos de diferencia -260 a favor, 238 en contra y un pu?ado de abstenciones- el nombramiento de Jacques Santer como presidente de la Comisi¨®n.
El Grupo Socialista -cerca de 300 diputados hab¨ªa advertido ya horas antes de la votaci¨®n que iba a votar en contra, no tanto contra la persona del luxemburgu¨¦s como contra el procedimiento secreto y bilateral con que Alemania y Francia, sobre todo, han hecho elegir a Santer despu¨¦s de la refriega con Londres a causa del candidato anterior, el belga Dehaene, siempre sin contar para nada con la opini¨®n de los parlamentarios europeos.
El resultado indica que no todos los diputados han seguido la indicaci¨®n de su grupo, entre ellos los socialistas espa?oles, que parece que mayoritariamente han votado en favor del candidato. Probablemente no desagrada excesivamente a los que han votado en contra. El objetivo de buena parte de los parlamentarios no era tanto bloquear la llegada al cargo de Santer, sino hacer una demostraci¨®n ante la opini¨®n p¨²blica europea de que el Parlamento y sus miembros existen, y de que han pasado ya los tiempos en que los Gobiernos comunitarios pod¨ªan obrar como si no contaran para nada y fueran poco m¨¢s que un club de amigos que se entreten¨ªa aprobando directivas que decid¨ªan otros.
La misma negativa a aprobar la liberalizaci¨®n de la industria de telecomunicaciones es enormemente significativa, puesto que la privatizaci¨®n de esas redes, bajo firme control de los respectivos Estados, es una condici¨®n sine qua non para establecer las llamadas autopistas de la informaci¨®n, o lo que es lo mismo, el futuro de las telecomunicaciones en el mundo entero. Nuevamente la actitud del Parlamento Europeo tiene mucho m¨¢s que ver en este caso con la necesidad de hacerse o¨ªr que con una oposici¨®n de base al desarrollo de este sector, que sin duda ser¨¢ el primero en el siglo pr¨®ximo.
Estamos muy lejos todav¨ªa, qu¨¦ duda, cabe, de una Uni¨®n Europea en la que los elegidos por las opiniones p¨²blicas de cada pa¨ªs miembro est¨¦n en condiciones de legislar de una manera soberana y efectiva sobre el conjunto de la realidad europea; ni siquiera es posible garantizar que ese momento llegue alg¨²n d¨ªa y todos sabemos que algunos Gobiernos, como el del Reino Unido, desean cualquier cosa menos que eso ocurra. Pero es ya una buena noticia que la presente legislatura de Estrasburgo haya decidido aprovechar todos los resortes que la ampliaci¨®n de sus competencias le permite. De acuerdo con las decisiones de Maastricht, la euroc¨¢mara puede bloquear cualquier iniciativa de la Comisi¨®n que no aprecie como positiva.
Tres fuerzas por tanto, se dise?an en el horizonte de la Uni¨®n Europea: un Consejo de Ministros que parece decidido a controlar el impulso democr¨¢tico e institucional; una Comisi¨®n que ha de redefinir un tanto su papel,- pero que har¨ªa bien en no considerarse un mero ap¨¦ndice ejecutivo del Consejo, y un Parlamento que ya sabemos que no piensa consentir que le traten como a la cenicienta de las instituciones europeas. Las perspectivas no son malas, despu¨¦s de todo.
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