Una batalla soterrada
Una de las caracter¨ªsticas -no s¨®lo en Espa?a- de las pasadas elecciones al Parlamento Europeo es que los partidos debatieron sobre casi todos los problemas de sus sociedades y se ocuparon muy poco de Europa. Unos meses antes, sin embargo, uno de los s¨ªmbolo de la construcci¨®n europea, el Sistema Monetario Europeo (SME), saltaba por los aires tras una larga y sostenida ofensiva de los mercados internacionales.En Francia, cuya moneda fue elegida por los "especuladores anglosajones", en expresi¨®n del presidente Fran?ois Mitterrand, como campo de batalla para su ofensiva final, se elevaron algunas voces para dar una interpretaci¨®n pol¨ªtica de lo que se ha presentado habitualmente como una consecuencia natural de las fuerzas del mercado. Martin Feldstein, destacado profesor de econom¨ªa en la Universidad de Harvard y que ha escrito contra la existencia de una moneda ¨²nica europea -en su opini¨®n, un mercado com¨²n de bienes y servicios no requiere una uni¨®n monetaria-, reconoc¨ªa, sin embargo, en un largo art¨ªculo en The Economist, en junio de 1992, que una decisi¨®n a su juicio tan costosa y antiecon¨®mica s¨®lo se justificar¨ªa desde la perspectiva del sacrificio que implica una construcci¨®n pol¨ªtica, en este caso, la uni¨®n pol¨ªtica de Europa.
Y es en ese territorio, el de la construcci¨®n pol¨ªtica -un proyecto de dimensiones imposibles para una sola generaci¨®n- en el que se est¨¢n librando una serie de batallas, abiertas unas, soterradas las m¨¢s, en las que se inscribe la pugna por la uni¨®n monetaria como instrumento, en ¨²ltimo t¨¦rmino, de un objetivo m¨¢s ambicioso. Los adversarios de la uni¨®n europea, de dentro y de fuera de la actual comunidad, han tenido en estos a?os de recesi¨®n econ¨®mica una aut¨¦ntica bater¨ªa de argumentos economicistas para cuestionar el proyecto y abogar por su reconducci¨®n hacia el modelo anglosaj¨®n de un zona de libre comercio.
Si sus argumentos son poderosos, los medios e intereses econ¨®micos en juego lo son a¨²n m¨¢s. La mundializaci¨®n de las relaciones econ¨®micas, la internacionalizaci¨®n del mercado de capitales y su absoluta libertad de movimientos configuran un escenario internacional en el que la necesidad de vertebrar grandes ¨¢reas de pol¨ªtica com¨²n -¨¦se es el horizonte inmediato- no s¨®lo es un proyecto, sino una necesidad para los pa¨ªses europeos. Sin embargo, el camino de esa convergencia, las reformas estructurales que implica, afectan no s¨®lo a intereses nacionales, sino a intereses electorales.
El silencio sobre Europa en las elecciones europeas tal vez s¨®lo sea un reflejo coyuntural -una fase recesiva no es el mejor marco para una construcci¨®n pol¨ªtica que supone renuncias y sacrificios- y tal vez este primer aniversario de la derrota del SME sirva para animar un debate sobre qu¨¦ Europa se quiere, qu¨¦ Europa es posible y a qu¨¦ precio. As¨ª se sabr¨¢, de paso, qui¨¦n esta a favor y qui¨¦n en contra de una verdadera Uni¨®n Europea.
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