Toreo grande de Fernando C¨¢mara
Cebada / Caballero, Mart¨ªn, C¨¢mara
Toros de Cebada Gago, bien presentados, astifinos, blandos; 6?, dif¨ªcil.
Andr¨¦s Caballero: algunas protestas; divisi¨®n. Pepe Luis Mart¨ªn: vuelta; palmas.
Fernando C¨¢mara: vuelta; oreja.
Plaza de M¨¢laga, 14 de agosto. 3? corrida de feria. M¨¢s de media entrada.
Fernando C¨¢mara demostr¨® en M¨¢laga que es un torero como la copa de un pino. Porque s¨®lo un torero grande es capaz de ofrecer una tarde de toros tan emocionante, valerosa, poderosa y excelsa como la que ¨¦ste protagoniz¨® en la feria malague?a. S¨®lo cort¨® una oreja porque en ello se empe?¨® el presidente, que no acept¨® la evidencia de la gran faena que C¨¢mara realiz¨® ante el sexto de la tarde. Los presidentes, ya se sabe, no tienen por qu¨¦ ser sensibles a la creaci¨®n art¨ªstica ni al poder¨ªo de un torero en plenitud, pero quien no es capaz de calibrar la calidad de lo que hizo este torero no tiene m¨¦ritos para estar en un palco.Fernando C¨¢mara realiz¨® el toreo de verdad, sin ventajas, con toda la gallard¨ªa de la que es capaz un hombre ante un toro encastado y dif¨ªcil. Mantuvo con el sexto una pelea brava, hasta que consigui¨® doblegarlo, ense?arle el camino de la noble embestida y convertirlo en un cordero, No era ese, sin embargo, un toro f¨¢cil: grande, de 590 kilos, hab¨ªa manseado en varas, puso en aprietos a los banderilleros y lleg¨® a la muleta con genio, gazap¨®n y cabeceando. Pero el torero le plant¨® cara y consigui¨® lo que parec¨ªa imposible: series con la derecha -por la izquierda, no ten¨ªa un pase-, largas y despaciosas, que levantaron al p¨²blico de sus asientos, y cobr¨® una estocada en todo lo alto.
Si valeroso estuvo C¨¢mara con el sexto, artista profundo se mostr¨® ante el tercero, un toro astifino, noble, encastado, poderoso y retador que hubiera afligido a la figura m¨¢s pinturera.
Caballero hizo lo que sabe. Desaprovech¨® el extraordinario primer toro, y hasta el cuarto, que era soso, destac¨® m¨¢s que el torero. Pepe Luis Mart¨ªn s¨®lo pudo quedarse quieto en una serie de derechazos al nobil¨ªsimo segundo. En el quinto, que era un mulo, no se complic¨® la vida.
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