El extra?o Michael Lehmann
Pocas pel¨ªculas han recibido varapalos tan un¨¢nimes como El gran halc¨®n, de Michael Lehmann. Con la excepci¨®n de quien esto firma, no conozco a nadie que le gustara, y la tesis general es que nos hallamos ante uno de los productos m¨¢s est¨²pidos de los ¨²ltimos veinte a?os. Los cr¨ªticos la destrozaron y el p¨²blico se neg¨® a verla. Cost¨® un ojo de la cara, nunca se recobr¨® la inversi¨®n y la carrera de Bruce Willis pas¨® por uno de sus peores momentos. S¨¦ que defendi¨¦ndola p¨²blicamente estoy pr¨¢cticamente coloc¨¢ndome en la cabeza unas orejas de burro, pero... ?que quieren que les diga? A m¨ª me pareci¨® una pel¨ªcula divertida y tan extra?a como todas las que ha rodado su director, un tipo cuya obra suele acabar criando polvo en las estanter¨ªas de nuestros videoclubs porque no hay distribuidor que se atreva a exhibirlas en una sala.Ya ven lo que pas¨¦ con gran halc¨®n, la ¨²nica pel¨ªcula de Michael Lehmann que ha llegado a los cines espa?oles: todos la consideraron una imbecilidad. Todos menos yo, que exhibo orgulloso mis orejas de pollino y afirmo que se trataba de un espl¨¦ndido tebeo en movimiento, que Bruce Willis estaba francamente gracioso y que el desquiciado malvado de la funci¨®n, el brit¨¢nico Richard E. Grant (un actor con muy mala suerte, al que nunca se le ofrecer¨¢ otro papel como el de Withnail and I) estaba soberbio.
Uno de estos d¨ªas se estrena en Estados Unidos la ¨²ltima pel¨ªcula de Michael Lehmann, Airheads, centrada en las andanzas de una banda de heavy metal que decide ocupar una emisora de radio para tener una oportunidad de hacer o¨ªr sus canciones. Un punto de partida t¨ªpicamente Lehmann que solo servir¨¢ para que quienes le consideran un idiota se reafirmen en sus convicciones. Personalmente, aplaudo la idea con mis orejas de asno y acudo al videoclub para volver a ver dos estupendas pel¨ªculas de mi h¨¦roe. que me han proporcionado gran solaz en un pasado no muy lejano, Heathers y Meet the Applegates, rebautizadas entre nosotros con los horrendos t¨ªtulos de Escuela de j¨®venes asesinos y Estos terricolas est¨¢n locos.
Ambientada en una adorable comunidad provinciana de la Am¨¦rica profunda, Meet the Applegates era, como toda la obra del extra?o se?or Lehmann, un disparate colosal. Narraba la estancia en la Tierra de una familia de insectos alien¨ªgenas de metro ochenta de altura y sus intentos de insertarse en la sociedad norteamericana. A diferencia de Los caraconos, esa estupidez gestada en el programa televisivo Saturday night live acerca de unos extraterrestres a los que sus vecinos consideran franceses, Meet the Applegates era una delirante reflexi¨®n sobre lo que entendemos por normalidad. Los supuestos monstruos acababan pareci¨¦ndonos m¨¢s simp¨¢ticos que las supuestas personas normales con las que conviv¨ªan. La sarnosa comunidad wasp que rodeaba a la adorable familia Applegate no ten¨ªa nada que envidiar a la que le hac¨ªa la vida imposible al pobre Eduardo Manostijeras o a la que suele aparecer en el Baltimore de pesadilla de las pel¨ªculas de John Waters. Me qued¨¦ con ganas de secuela, pero esa palabra no figura en el vocabulario de Michael Lehmann porque sus filmes son, al parecer, la rechifla de la profesi¨®n.
Humor criminal
Heathers es tambi¨¦n una pieza singular. Escrita por Daniel Waters (responsable, entre otra obras de m¨¦rito, del Batman vuelve de Tim Burton), es una comedia negra, de un humor criminal, ambientada en un colegio controlado por alumnos realmente despreciables: dos neanderthales con chaquetas de ¨¦sas que llevan una letra muy gorda en la pechera y tres chicas llamadas Heather que se creen las m¨¢s listas y las m¨¢s guapas del mundo y consideran ordinario a todo aqu¨¦l que no les baila el agua.
Una adolescente aburrida (Winona Ryder) y un joven psic¨®pata (Christian Slater) deciden hacer justicia y se ponen a eliminar a tan molestos personajes. Slater quiere ir mucho m¨¢s all¨¢ y se propone volar la escuela por los aires, proyecto que el espectador contempla con simpat¨ªa. Ryder le convence para que no lo haga, y Slater opta por reventar con su propia bomba.
Michael Lehmann tiene una extra?a visi¨®n del mundo. Sus h¨¦roes son insectos de otro planeta, estudiantes petardistas, ladrones de guante blanco que cantan canciones de Sinatra y bandas de rock que tienen que delinquir para que alguien les escuche. Condenado al videoclub, cuenta con cuatro o cinco seguidores que le queremos y respetamos. El resto de la humanidad, simplemente, le desprecia.
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