Todos inv¨¢lidos
Los seis toros titulares y el sobrero estaban inv¨¢lidos. Quiere decirse que los siete se pegaron costaladas de abrigo, hubo uno que hasta dio la voltereta al perder las manos, y llegaron al ¨²ltimo tercio con pocas ganas de embestir.Aunque embest¨ªan. Aquella teor¨ªa, tan defendida por ciertos estudiosos de la cuesti¨®n gen¨¦tica, seg¨²n la cual los toros se caen porque los ganaderos les han quitado la casta, qued¨® ridiculizada en la presente ocasi¨®n. ?La casa Guardiola carece de casta, pretende el sabio? No me diga. Aparte de que si los Guardiola hubiesen perdido la casta, apaga y v¨¢monos, acaeci¨® que los seis inv¨¢lidos hicieron gala de ella, alguno hermoseada con ribetes de creciente bravura. Fue el caso del quinto toro. Impresionante cornal¨®n de irreprochable trap¨ªo, tom¨® recrecido un puyazo, del que sali¨® hecho harina de almortas el pobre, y si bien no par¨® de trastabillar y caerse durante la animosa faena de Sergio S¨¢nchez, embisti¨® con encastada nobleza.
Guardiola / Mart¨ªn, S¨¢nchez, Higares
Cinco toros de Salvador Guardiola (uno fue devuelto por inv¨¢lido), bien presentados, inv¨¢lidos, encastados. 2?, sobrero de Antonio P¨¦rez, con trap¨ªo, inv¨¢lido, manejable.Pepe Luis Mart¨ªn: pinchazo y bajonazo descarado (silencio); dos pinchazos y se tumba el toro (algunos pitos). Sergio S¨¢nchez: tres pinchazos -aviso-, dos pinchazos y se tumba el toro (silencio); pinchazo traser¨ªsimo y estocada saliendo volteado (oreja). ?scar Higares: pinchazo hondo tendido trasero, media trasera, tres descabellos -aviso con cuatro minutos de retraso- y descabello (vuelta con alguna protesta); estocada (oreja). Plaza de Vista Alegre, 21 de agosto. 21 corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
El problema a resolver es por qu¨¦ se caen los toros, cada d¨ªa de toros, todos los toros, toros titulares y sobreros, grandes y chicos, bravos y mansos, los de ganader¨ªa famosa y los de tres al cuarto, da igual si los torean figuras o diestros en edad de merecer. Nadie ha dado una respuesta a este preocupante asunto, salvo los estudiosos de la cuesti¨®n gen¨¦tica, cuyas fantas¨ªas se desmienten en cuanto aparecen los Guardiola y otras encastadas reses. Ni siquiera ha dado respuesta de ning¨²n tipo la organizaci¨®n colegial veterinaria, aunque ¨¦sa es su obligaci¨®n. He aqu¨ª el gran contrasentido: una raza secular y aut¨®ctona, ¨²nica en el mundo, orgullo de la ganader¨ªa nacional, deviene inv¨¢lida en su totalidad hasta alcanzar proporciones de esc¨¢ndalo, y la organizaci¨®n colegial veterinaria no dice nada. El silencio administrativo, que llaman.
Entre los inv¨¢lidos los hubo de una inutilidad absoluta, como el primero, que no admit¨ªa faena, o apagad¨ªsimos, y tal fue el caso del cuarto, al que Pepe Luis Mart¨ªn instrument¨® unos ayudados por bajo torer¨ªsimos y luego s¨®lo pudo esbozar los muletazos ya que el guardiola se le quedaba en la suerte.
Sus compa?eros de terna dispusieron de mejores lotes y los torearon seg¨²n conceptos y sentimientos. El concepto que tiene Sergio S¨¢nchez del toreo es deportivo, r¨²stico el sentimiento, y tras banderillear sin gracia ni reuni¨®n, instrument¨® faenas compuestas de aleatorias trazas, valentonas en todo caso, templadas en dependencia de por d¨®nde viniera el aire. Ejecut¨® una pedresina en el centro del redondel seguida de molinete, mulete¨® de rodillas, y para matar al quinto se volc¨® sobre el morrillo, sufriendo en el encuentro una escalofriante voltereta que, afortunadamente, no le caus¨® da?o.
Dio la impresi¨®n de que el toro, de aparatosa cornamenta, le hab¨ªa atravesado la pierna, pero pronto se vio que s¨®lo le hab¨ªa atravesado la taleguilla, desbarat¨¢ndole machos y alamares. Menos mal: ¨¦sa es compostura que no necesita cirujano. Y la afici¨®n respir¨® tranquila. En realidad la afici¨®n a¨²n no se hab¨ªa recuperado de otra cogida anterior, que sufri¨® ?scar Higares en el transcurso de su voluntariosa faena al tercer toro. El guardiola aqu¨¦l result¨® complicadillo, por fases gazapeaba, y una vez que el torero correg¨ªa la distancia, se le arranc¨® vencido, con la inequ¨ªvoca intenci¨®n de perjudicarle. Y, en efecto, le perjudic¨®, lanz¨¢ndole a considerable altura.
No herido, pero s¨ª maltrecho, Oscar Higares tard¨® en matar, y escuch¨® un aviso, que debieron ser dos. Mas el valiente espada estaba dispuesto a triunfar por encima de todo y al aparecer en la arena el sexto guardiola lo recibi¨® con tres largas cambiadas de rodillas, meci¨® despacioso la ver¨®nica, hizo con la muleta un toreo largo y en ocasiones tambi¨¦n hondo, pues este torero tiene un concepto dominador del toreo y la torer¨ªa le rebulle en el sentimiento. Obtuvo el premio de una oreja, que habr¨ªa sido de ley si se la llega a cortar a un toro enterizo, con el poder que siempre caracteriz¨® a los de su raza.
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