El dilema de ?frica
El problema de ?frica es muy sencillo. No es el sistema tribal, la pobreza o el sida. Es que en la mayor parte de ?frica no existe realmente una clase media profesional culta del tipo que permite funcionar a las sociedades y econom¨ªas modernas. Esto suele ser un problema en los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, pero es especialmente grave en ?frica, que hasta el siglo pasado ha tenido una sociedad preliteraria con econom¨ªas que van desde la caza y la recolecci¨®n, o las comunidades simples agr¨ªcolas o dedicadas al pastoreo, hasta los avanzados reinos, comerciantes de ?frica occidental. Las sociedades africanas tambi¨¦n eran complejas y sofisticadas en muchos aspectos, y de considerable riqueza art¨ªstica. Pero en el siglo XIX se en contraron impotentes ante los europeos, que les colonizaron y destruyeron brutalmente lo que hab¨ªan sido hasta entonces.Un siglo despu¨¦s, durante las grandes guerras del anti-imperialismo y la descolonizaci¨®n que siguieron a la II Guerra Mundial, las sociedades de ?frica se lanzaron a la conquista de su independencia don la ambici¨®n de convertirse en naciones modernas basadas en uno de los dos ¨²nicos modelos pol¨ªticos y econ¨®micos de que dispon¨ªan: el liberal-dem¨®crata y el estatal-socialista. Casi todos eligieron el ¨²ltimo, y esto les llev¨® a fracasar. Como escribe Connor Cruise O'Brien, amigo de ?frica: el socialismo africano "no tiene historias triunfales que contar".
Desde el desmoronamiento de los reg¨ªmenes comunistas, casi todas las ¨¦lites de ?frica han puesto su fe en ¨¦l modelo democr¨¢tico y de libre mercado del desarrollo, empujadas por las presiones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esto ha dado diversos resultados econ¨®micos, pero no ha aportado una soluci¨®n al problema pol¨ªtico b¨¢sico de que en ?frica no existe una sociedad civil del tipo que permite a la democracia funcionar en otros lugares.
Ante la ausencia de clases medias responsables y pol¨ªticamente activas, estos pa¨ªses han experimentado, en su mayor¨ªa, un Gobierno personal arbitrario, basado generalmente en el dominio de un determinado grupo ¨¦tnico, o bien han sido gobernados por sus ej¨¦rcitos.
Los ej¨¦rcitos, por lo menos, tienen estructuras disciplinadas, suelen resolver los problemas y poseen una capacidad administrativa y t¨¦cnica b¨¢sica. Ofrecen una carrera a hombres de acci¨®n que a menudo no poseen muchas otras cualidades.
A menudo, la soluci¨®n militar de los problemas ha llevado a una dictadura militar, lo que ha provocado rivalidades y golpes de Estado, y, con demasiada frecuencia, a la victoria final del m¨¢s cruel y despiadado. Como el emperador Bokassa, Idi Am¨ªn en Uganda, y las guerras revolucionarias -en realidad, guerras de facciones- que han arrasado Zanz¨ªbar, Angola, Liberia, Sudan y Etiop¨ªa.
Hasta Basil Davidson, partidario apasionado de la liberaci¨®n africana y autor de m¨¢s de 20 libros sobre el ?frica poscolonial, ha admitido que las condiciones actuales son incluso peores que en 1950.
Por consiguiente, el nigeriano galardonado con el Premio Nobel Wole Soyinka y algunos analistas occidentales desaf¨ªan ahora el tab¨² poscolonial respecto a cambiar las fronteras nacionales de ?frica, establecidas por las potencias coloniales en 1885 y modificadas s¨®lo ligeramente desde entonces. Las nuevas fronteras se podr¨ªan hacer coincidir con las fronteras ¨¦tnicas. ?ste es un argumento que nos recuerda los acontecimientos de Europa del Este. Hoy, Ruanda, como la antigua Yugoslavia, demuestra hasta d¨®nde puede llevar.
Basil Davidson insiste en que el Estado nacional resulta totalmente artificial en ?frica y que si se aboliese ocupar¨ªan su lugar unas "estructuras participativas dentro de una amplia estructura regionalista". Esto me resulta totalmente sentimental.
El dilema de ?frica es que necesita desarrollo para poder desarrollarse. Para construir una sociedad y una econom¨ªa modernas necesita precisamente la sociedad civil que s¨®lo las genetaciones del desarrollo son capaces de generar.
Al continente africano no se le permiti¨® vivir y cambiar a su propio ritmo para que pudiera producir sus propias ¨¦lites de modernizaci¨®n. Incluso hoy, como ha dicho un intelectual et¨ªope, se da la coexistencia del "antes de Cristo, despu¨¦s de Cristo y el siglo XXI", y "en algunos lugares, como el sur de Sud¨¢n y Somalia, ahora es m¨¢s antes de Cristo, que hace cinco a?os a causa de la guerra civil".
El a?o pasado coment¨¦ en un libro que gran parte de ?frica se beneficiar¨ªa de un desinteresado neocolonialismo internacional que podr¨ªa dar tiempo y distribuir los recursos para el desarrollo de la sociedad civil. Esta idea fue descrita en una cr¨ªtica de The New York Times como "decididamente exc¨¦ntrica", y por el se?or O'Brien como rid¨ªcula. Sin embargo, es la suposici¨®n en la que se basan los esfuerzos internacionales, m¨¢s desesperados y desorganizados, que se est¨¢n llevando a cabo para salvar a los somal¨ªes de s¨ª mismos, y para evitar que Ruanda lleve ahora a cabo su propio genocidio.
Sin embargo, exc¨¦ntrica o no, es una idea fuera de lugar. El mundo, desarrollado, como lo llamamos, tiene otras cosas que hacer aparte de volver a colonizar un ?frica que exig¨ªa, y exige, ser su propio due?o. (Este mundo) tiene poco inter¨¦s en proporcionar los fondos y realizar los esfuerzos con los que se podr¨ªan eludir las cat¨¢strofes demogr¨¢ficas, econ¨®micas y sanitarias interrelacionadas a las que se enfrenta ?frica. Est¨¢ interesado en ciertos recursos econ¨®micos y materias primas africanas, pero continuar¨¢ desviando su mirada de la mayor tragedia de la sociedad pol¨ªtica africana en el siglo XX (y en el XXI).
Y tambi¨¦n preguntar¨¢ no sin raz¨®n: ?qu¨¦ m¨¢s puede hacer?
es experto estadounidense en pol¨ªtica internacional.
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