Mi gozo, en una poza
Un viaje por el r¨ªo remont¨¢ndolo en direcci¨®n hacia su nacimiento
ANDR?S CAMPOS Cuentan que Goya sol¨ªa presumir mucho del Ebro, y que cuando se pimplaba un chato sentado a la puerta de su villa en la Corte, dejaba el cul¨ªn y se lo, echaba al Manzanares diciendo: "Toma, a ver si creces". Y es que don Francisco, adem¨¢s de sordo era aragon¨¦s, e injusto con el madrile?¨ªsimo r¨ªo, pues a poco que se hubiera tomado la molestia de remontarlo en. direcci¨®n a su nacimiento en los escarpes guadarrame?os, lo habr¨ªa descubierto abundante y brioso como para plantearse un rafting... Bueno, quiz¨¢ no tanto.
Unamuno s¨ª lo hizo (lo de remontarlo) all¨¢ por 1932, y le sali¨® un art¨ªculo de los de tu¨¦tano, que fue publicado en, El Sol bajo el t¨ªtulo Manzanares arriba o las dos barajas de Dios. Quienes han tenido la paciencia de le¨¦rselo aseguran que, al trasponer el castillo de Santillana, y sentir c¨®mo las primeras, aguas del r¨ªo resbalan por los, canchales de la Pedriza, en el mag¨ªn del noventayochista bullen las dos constantes que le sugieren la contemplaci¨®n de los paisajes: la naturaleza y la historia. Pero al excursionista de hoy en d¨ªa -al noventaycuatrista, vaya- no es probable que le muevan tales filosof¨ªas, sino m¨¢s bien la posibilidad de caminar a sus anchas, ox¨ªgenarse y chapotear en una poza.
Se trata, pues, de salvar los casi 1.400 metros de desnivel que existen entre el embalse de Santillana (890) y el alto de las Guarramas o Bola del Mundo (2.268), en cuya ladera meridional nace el Manzanares. Una marcha de alrededor de seis horas, que puede alargarse o acortarse al gusto del usuario, bien demor¨¢ndose en cada remanso para darse un chapuz¨®n, bien emprendi¨¦ndola en Canto Cochino o m¨¢s adelante. El ascenso, siempre por la margen izquierda, es de primera categor¨ªa pero, por lo dern¨¢s, no presenta mayor dificultad que la de no perder de vista (y o¨ªdo) la corriente.
Cabe dividir la caminata en dos etapas. La primera, nos conducir¨¢ en apenas un par de horas hasta la Charca Verde, una piscina natural de unos 20 por 10 metros labrada por el caudal al pie de un gigantesco canto que hace las veces de solarium prehist¨®rico para los ba?istas de esta Rocadura serrana. Para llegar hasta ella, saliendo de Manzana es por la carretera del Tranco, se habr¨¢ dejado a un lado la ermita de Pe?a Sacra, que se alza sobre un risco en la margen derecha y que seg¨²n c¨®mo se mire, parece que se va a caer. Pero no se cae, ni mucho menos, sino que est¨¢ ah¨ª desde el siglo XVI. Tambi¨¦n se habr¨¢ dejado atr¨¢s un rosario de pozas unifamiliares, abarrotadas por lo accesibles. Y se habr¨¢ dejado atr¨¢s, por ¨²ltimo, la mejor perspectiva de la Pedriza, derram¨¢ndose desde la cabezota del Yelmo hasta el r¨ªo en cascadas de rubio granito.
La segunda etapa resulta mucho m¨¢s penosa por diversos motivos. En primer lugar, la pendiente se acent¨²a. Luego, la trocha se torna laberinto de espinas entre pinos enanos, enebros y jaras resecas. Y, con un poco de mala suerte, las moscas -abundant¨ªsimas en las proximidades de los pastos de verano, de las vacas y sus bo?igas- pueden decidir que el rostro del caminante es un sitio ideal para celebrar la happy hour: sudor gratis de 14.00 a .17.30.
A cambio, el Manzanares se encajona m¨¢s y m¨¢s, brinca en saltos vaporosos y toma aliento en balsas que tal. vez no han sido profanadas por bruto ni var¨®n desde hace semanas. Porque ninguna agencia de viajes, que se sepa, ofrece pozas de agua cristalina con vistas a las Milaneras y Cuerda Larga, a cuatro horas de Manzanares el Real, en plena naturaleza, intimidad absoluta.
Una pista fantasma cruza el curso procedente del collado de los Pastores. La Maliciosa arruga el ce?o a poniente. Y, en la cabecera del valle, el Ventisuero de la Condesa se abre como abanico. Aqu¨ª nace, al fin, "aquel cortesano r¨ªo / que Guadarrama en su cumbre/ le dio cunas a su infancia/ como Xarama ata¨²des". M¨¢s bello esto de Lope que lo de Goya.
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