Un juego a la defensiva
El autor del art¨ªculo compara las pensiones con un juego en el que los contrincantes son trabajadores activos y jubilados y donde act¨²a de ¨¢rbitro el Gobierno. El juego se basa en la solidaridad, pero, al ser obligada, cada parte lo juega a su manera, a la defensiva.
?No es justo que se reduzcan las pensiones!". La negativa a aceptar reducciones en las pensiones de la Seguridad Social refleja muy probablemente el sentir de una mayor¨ªa de la poblaci¨®n y pone de manifiesto uno de los conflictos de intereses m¨¢s genuinos, aut¨¦nticos y punzantes del momento en los pa¨ªses desarrollados y en el nuestro en particular.Para entender las complejas interrelaciones del sistema p¨²blico de pensiones vigente es ¨²til interpretarlo como un juego dotado de reglamento, ¨¢rbitro y contrincantes. Los contrincantes son las personas activas del pa¨ªs por una parte -equipo de activos- y las personas pensionadas por otra -equipo de pasivos-. Quiz¨¢ sorprenda que se sit¨²e a activos frente a pasivos en un esquema que, en principio, parece estar basado, no en el conflicto de intereses, sino en la cooperaci¨®n y la solidaridad. Pero ¨¦sta es s¨®lo aparente. Como el juego es impuesto, obligado, cada uno lo juega defensivamente.
El objetivo del jugador, que no tiene m¨¢s remedio que jugar, es obtener el m¨¢ximo beneficio con la m¨ªnima apuesta, pago o esfuerzo. Tambi¨¦n como otros juegos, contiene ¨¦ste un elemento aleatorio, de suerte, y un elemento de habilidad. El elemento suerte afecta a los individuos de cada uno de los equipos (desconocen sus posibilidades de supervivencia), mientras que el elemento habilidad afecta a los equipos en conjunto (cada equipo trata de obtener las m¨¢ximas ventajas para el grupo). La naturaleza del juego consiste en pasar del equipo de activos, que es el equipo que paga, al equipo de pasivos, que es el que cobra, habiendo pagado lo menos posible en la etapa de activo y cobrando lo m¨¢s posible en la etapa de pasivo.
El ¨¢rbitro del juego es, por supuesto, el Gobierno. El reglamento tiene una peculiaridad realmente poco frecuente en los juegos; s¨®lo est¨¢ escrito en parte; en parte es de libre interpretaci¨®n del ¨¢rbitro (Gobierno) y en parte es susceptible de negociaci¨®n e intercambio entre los jugadores y entre ¨¦stos y el ¨¢rbitro. Las reglas para pasar de activo a pasivo son bastante fijas: edad de jubilaci¨®n, condiciones de invalidez y otras. Tanto los jugadores como el ¨¢rbitro tratan constantemente de modificar en su favor el reglamento. Cada partida, que dura un a?o, se juega del siguiente modo: los activos, siguiendo las instrucciones del ¨¢rbitro, pone sobre la mesa una cantidad de dinero -que fija el ¨¢rbritro- que se reparte entre los pasivos, siguiendo tambi¨¦n las instrucciones del ¨¢rbitro. Las aportaciones se gastan en cada partida, no se guarda nada para la siguiente, por eso el juego (sistema) se denomina de reparto.
El n¨²mero de jugadores en ambos equipos es indeterminado y depende de factores externos: el nivel de actividad econ¨®mica en cada momento, la evoluci¨®n de la vida media, etc¨¦tera. Cuando disminuye el n¨²mero de activos, porque pasan m¨¢s al equipo de pasivos que el n¨²mero de nuevos jugadores del equipo de activos, deber¨¢ aumentar la cuota de cada uno de ellos. Si el equipo de pasivos est¨¢ aumentando porque se alarga la vida media de los jugadores, les corresponder¨¢ menos ingreso por jugador o bien reclamar¨¢n que se aumenten los ingresos totales del equipo.
La jugada inicial consiste en que el equipo de pasivos recibe un regalo del equipo de activos. Antes de empezar el juego, los pasivos no pagaron cuando eran activos. En la primera jugada los activos aceptan la obligaci¨®n de jugar (pagar) porque el ¨¢rbitro les asegura que ¨¦l se encargar¨¢ de que cuando pasen a pasivos otros activos jueguen tambi¨¦n.
Si suponemos que el juego se juega un n¨²mero finito de partidas, en la ¨²ltima, por definici¨®n, y puesto que no le sigue ninguna otra, los activos pagar¨¢n, pero cuando pasen a pasivos, no cobrar¨¢n, porque el juego se habr¨¢ interrumpido; por eso es un juego tan dificil de parar una vez iniciado. Nadie quiere ser la ¨²ltima generaci¨®n. Una vez el juego est¨¢ en marcha, de tanto en tanto, se ponen en cuesti¨®n las reglas, que pasan a formar parte de los programas pol¨ªticos que se votan en elecciones. Para los pasivos el sentido de su voto est¨¢ claro: les interesan aquellas reglas que les suponen mayores ingresos. Para los activos la cuesti¨®n es tan compleja que casi nadie puede votar con conocimiento de causa. Si todo el mundo supiera exactamente lo que est¨¢ pagando y lo que cobrar¨¢ cuando se jubile podr¨ªa hacerse la siguiente previsi¨®n: los activos j¨®venes votar¨¢n porque las reglas les hagan pagar el m¨ªnimo, aunque en un futuro lejano puedan cobrar menos. Esta actitud previsible puede reforzarse si se supone que, de todos modos, en el futuro se cobrar¨¢ menos. Por el contrario, los activos pr¨®ximos a la jubilaci¨®n votar¨¢n igual que los pasivos porque, aunque ahora paguen mucho, es por poco tiempo y esperan cobrar mucho durante toda su jubilaci¨®n. En resumen, en este juego una poblaci¨®n activa que envejece tender¨¢ a votar reglas que aumenten las pensiones y el reparto. Es la situaci¨®n actual.
En el mundo real la cosa se complica porque, aunque parezca dif¨ªcil de admitir, los activos no saben cu¨¢nto pagan. En efecto, en el mundo real las reglas de pago acuden al artificio legal de que el activo paga una fracci¨®n de su cuota y el resto la paga quien lo emplea. Pero los jugadores activos pagan m¨¢s de lo que legalmente contribuyen a t¨ªtulo personal, porque si su empleador no tuviera que pagar sus cuotas podr¨ªa darles salarios, m¨¢s altos y tambi¨¦n porque el conjunto de empleadores repercute sobre los precios de los productos el coste de sus contribuciones. En consecuencia, puede afirmarse que los activos juegan el juego desconociendo tanto lo que pagan efectivamente, como lo que cobrar¨¢n cuando pasen al equipo de pasivos. Juegan a ciegas. Y est¨¢n, adem¨¢s, a merced del ¨¢rbitro y sus intereses electorales.
?Qu¨¦ se desprende de esta estructura de juego? Su l¨®gica permite subrayar lo siguiente:
1. Una vez iniciado el juego es pr¨¢cticamente imposible terminarlo.
2. Cuando aumenta el n¨²mero de pasivos respecto al de activos, s¨®lo hay dos alternativas: aumentar el pago de los activos (contribuciones) o reducir el cobro de los pasivos (pensiones). Aumentar el pago de los activos impide que crezca su n¨²mero (los empleadores no emplean). Reducir las pensiones se considera injusto por dos razones: primero porque antes se pag¨®; segundo porque el pasivo depende totalmente de este ingreso. En consecuencia, un desequilibrio entre activos y pasivos no tiene soluci¨®n en la misma partida, excepto que el ¨¢rbitro pida prestado y pague ¨¦l la diferencia. ?Qui¨¦n prestar¨¢? Los activos. Esto es lo mismo que se hizo ya en la primera jugada: pedir prestado y proyectar la deuda a la ¨²ltima generaci¨®n. Si el desequilibrio entre activos y pasivos es transitorio el sistema de pr¨¦stamo puede funcionar, pero si dura mucho es insostenible: el ¨¢rbitro acumula demasiada deuda, con el riesgo creciente de que no le presten ya m¨¢s.
3. El desequilibrio entre el n¨²mero de activos y el n¨²mero de pasivos s¨®lo puede resolverse a la larga, en las sucesivas partidas, si se reduce el pago prometido a los futuros pensionistas; quienes, hasta que lo sean, deber¨¢n seguir pagando lo mismo, o m¨¢s. Obviamente se resisten a ello. Pero desgraciadamente no hay m¨¢s alternativas y es lo que est¨¢ ocurriendo.
Se ha debatido mucho la necesidad de reformar la Seguridad Social. Toda reforma deber¨ªa ir precedida de una cabal comprensi¨®n de la l¨®gica del sistema vigente por parte de los jugadores como paso previo a modificar sus reglas con una decisi¨®n pol¨ªtica. En la democracia se pide a veces el voto a ciegas. En materia de pensiones siempre se ha hecho as¨ª y no deber¨ªa ser as¨ª, porque las pensiones en realidad, no son un juego.
J. L. Oller es economista.
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