"La salud no te la devuelven"
Los afectados por el aceite de colza contemplan con cautela el posible cobro de las indemnizaciones
En el envenenamiento por aceite de colza se perfilan rostros curtidos por un infierno que dura ya 13 a?os... Y los que a¨²n quedan. Rostros como el de Pilar Sotelo, voz cantante de las manifestaciones frente a la Audiencia Nacional para pedir "justicia"; con 54 a?os y un buen humor a prueba de enfermedad. O Mar¨ªa Rodr¨ªguez, de 40, que recuerda: "El 11 de junio de 1981, fue el d¨ªa que me ingresaron, llena de calambres". Elvira Vallana, es una m¨¢s. Ya afectada por la colza, tuvo una ni?a, y se halla a punto de dar a luz otra. Se han hecho o¨ªr todo este tiempo a la espera de las indemnizaciones. Han capeado el temporal. Ahora el viento comienza a soplar a su favor.La segunda hija de Elvira nace con un pan debajo del brazo. Su madre sali¨® de cuentas el pasado lunes. Justo el d¨ªa en que el juez Carlos Bueren de la Audiencia Nacional abri¨® una puerta para que los m¨¢s de 20.000 afectados por consumir aceite de colza desnaturalizado puedan tener la esperanza de repartirse medio bill¨®n de indemnizaciones. "Estamos todos muy ilusionados con la ni?a", cuenta Dolores, de 27 a?os, la hermana de Elvira. Los siete hermanos y la madre sufren lesiones a causa de la colza. El padre es el ¨²nico sano de la familia.
La mayor¨ªa de los enfermos s¨®lo ha cobrado algo de dinero en concepto de pensi¨®n o ayuda familiar, as¨ª que la indemnizaci¨®n les vendr¨ªa muy bien. Pero no todo son sonrisas ante la noticias: "La salud no te la devuelven", dice Dolores. Tambi¨¦n hay mucha cautela. "Hasta que el juez no ponga la fecha del juicio no vamos a dejar de manifestarnos en la Audiencia", exclama Pilar Sotelo, siempre dispuesta a dar guerra. Y F¨¦lix, el marido de Mar¨ªa Rodr¨ªguez, tuerce el gesto cuando le hablan de cobrar. "No est¨¢ tan claro", rezonga. Su mujer le mira silenciosa. Desde que Mar¨ªa perdi¨® los nervios, al caer enfermas ella y su hija de tres a?os, se ha pasado el tiempo intentando recuperar el equilibrio emocional. La ni?a, despu¨¦s, ha crecido sin muchos problemas.
La presi¨®n entre los vecinos de Legan¨¦s, la localidad madrile?a donde viven, y donde se concentran unos 1.200 afectados -el n¨²mero m¨¢s elevado de toda Espa?a- lleg¨® a hacerse insoportable los primeros meses del envenenamiento. "Claro, al principio pensaban que la enfermedad era contagiosa", les excusa Pilar. Ahora, algunas miradas han cobrado un matiz distinto. Alguien le dijo anteayer al marido de Pilar: "Menudo chollo, si lo llego a saber me afilio al sindicato de la colza". Pero ese tipo de comentarios ya no les hace da?o.
?Y el secreto para mantenerse al pie del ca?¨®n para conseguir "justicia"?: el empecinamiento en su lucha cuando dejaron de ser titular en las noticias. Pero nada les ha ayudado tanto como la uni¨®n. El 60% de los enfermos, que, seg¨²n ellos suman 25.000, est¨¢ asociado a la Coordinadora Nacional de Afectados por el S¨ªndrome T¨®xico de la Colza. Forman una familia forjada en la adversidad. Mar¨ªa y Pilar se conocieron en las sesiones de terapia para recuperar el ¨¢nimo. Otros lo hicieron en las salas de espera de los especialistas. Porque la colza ataca en diversos frentes. Y ya se sabe. Un d¨ªa es el ri?¨®n. Otro, los m¨²sculos. Ma?ana, el h¨ªgado y siempre los calambres: esos tirones que les dejan secos sin previo aviso.
Dar guerra frente a la Audiencia Nacional en los ¨²ltimos dos a?os o atrincherarse durante d¨ªas junto a la sede del partido socialista en la calle de Ferraz, en 1992, les ha mantenido vivos. Sin embargo, muchos de los que enfermaron de ni?os y van en silla de ruedas llevan una vida tranquila. Como una joven de Legan¨¦s que prefiere no hablar. "Con lo guapa que era de ni?a", dice de ella Mairia Rodr¨ªguez, "y est¨¢ peor que los de Ruanda".
Pilar se enter¨¦ de la decisi¨®n del juez Bueren por Femando, un amigo afectado como ella: "?Ya! ?Que ya! ?Que lo hemos conseguido!" le gritaba por tel¨¦fono. Despu¨¦s de 13 a?os, hab¨ªa una raz¨®n para la alegr¨ªa.
Pero los malos recuerdos los tienen ah¨ª. Cuando alguien les acciona la tecla de la memoria, las im¨¢genes se agolpan: los primeros d¨ªas en el hospital, aislados porque nadie sab¨ªa lo que ten¨ªan. Y el nombre del primer muerto por la colza: Juan Carlos Vaquero, un ni?o de Alcal¨¢ de Henares. Por no olvidar, a¨²n son capaces de ponerle rostro al hombre que les vendi¨® las garrafas de aceite de colza en 1981 a la puerta de su casa. "?l no tiene ninguna culpa, estaba en el paro", recuerdan Pilar y Mar¨ªa. S¨®lo quieren que paguen, seg¨²n cuentan, los verdaderos responsables."
El "son" de la colza
A golpe de cupl¨¦ de la cantante casdza Olga Ramos, Pilar Sotelo, de 54 a?os y afectada por el aceite de colza, no ha faltado a ninguna concentraci¨®n en el frente de la Audiencia Nacional en Madrid. Nada mejor que manifestarse ante la Justicia para que nadie se olvide de los ca¨ªdos por el aceite. Y si es con m¨²sica, a trav¨¦s de un meg¨¢fono, mejor. Eso s¨ª, las letras de Oiga Ramos las toma en aut¨¦nticas balas contra todo aqu¨¦l con presunta responsabilidad en el envenenamiento masivo.Pilar ha sido una de las piezas claves de las reivindicaciones y la creadora de los inefables versos: "Y son, y son y son, y son unos sinverg¨¹enzas, sabiendo que nos enga?an, nos tienen aqu¨ª en la puerta". Los vecinos de la Audiencia Nacional y de la calle de Ferraz, junto a la sede del PSOE, escenarios de las reivindicaciones, conocen bien estas coplas. Han tenido dos a?os para aprend¨¦rselas. En la Audiencia las escucharon diariamente durante 1993. Estos ¨²ltimos meses, las protestas se han reducido s¨®lo a los jueves.
Para Pilar, las protestas se han convertido en un trabajo desde que perdi¨® su puesto en una expendedora de huevos a causa del envenenamiento. Ella. agarra sus herramientas -el meg¨¢fono, las canciones y una camiseta Pintada Bena de lemas-, y a la calle. La decisi¨®n del juez Carlos Bueren no parar¨¢ las concentraciones.
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