El pueblo del gran benefactor
Casas de Miravete, la 'cantera' de funcionarios municipales, adora al edil de personal
La mayor industria de Casas de Miravete es el Ayuntamiento de Madrid. Este lugar cacere?o, que con 152 habitantes censados no llega a ser pedan¨ªa, tiene una calle en Madrid desde 1993, una iglesia, 20 parados, un alcalde socialista, un hogar del pensionista y un "benefactor" en la capital: a don Antonio Moreno, el concejal de personal del Ayuntamiento de Madrid, le llaman as¨ª sus paisanos "porque lo es", se ufana su t¨ªa segunda, C¨¢ndida Naharro.Y es que, seg¨²n ha podido comprobar este peri¨®dico, 15 paisanos del concejal han aprobado las oposiciones de limpieza, diversos oficios y servicios internos del Ayuntamiento de Madrid. Los habitantes del pueblo los reconocieron ayer a todos. Nacieron all¨ª, y muchos vuelven en vacaciones para visitar a sus familiares, que siguen en el lugar. Tres de ellos son de Jaraicejo, el pueblo vecino de donde es el padre del concejal. Algunos vecinos dicen que habr¨ªa que llamar Antonio Moreno a una calle de este lugar.
All¨ª viven de la crianza de animales, del Ayuntamiento, de los pocos que llegan en veranear, de las pensiones y el paro. Hab¨ªa ayer nueve veh¨ªculos en Casas de Miravete; seis, con matr¨ªcula de Madrid, y todos estaban aparcados. El silencio del lugar, roto apenas por alg¨²n rebuzno de animal, era m¨¢s propio de la inactividad que de la tranquilidad. Las calles estaban transitadas por perros flacos y alg¨²n chiquillo en bicicleta. Y de vez en cuando, alg¨²n vecino que daba las buenas tardes.
La mitad de este pueblo le est¨¢ agradecido a Antonio Moreno. La otra mitad no quiere ni hablar. "Pregunte usted a cualquiera, que todos lo saben; pero yo, ni una palabra". Ni su nombre dijo.
El concejal ha negado en repetidas ocasiones que paisanos suyos hayan aprobado. El lunes dijo de nuevo a este peri¨®dico, cuando ya se hab¨ªan contrastado 10 casos: "Los aprobados de Casas de Miravete son tres, admito que los hay, pero s¨®lo tres".
"?Querr¨¢ decir trescientos!, qu¨¦ poca verg¨¹enza", dijo ayer Carmen ??iguez en la barra de su bar, el bar del pueblo. "Mira, hija, nada m¨¢s de la ¨²ltima hornada ha metido lo menos a cincuenta". Entonces empez¨® a dar nombre y apellidos, y uno es hijo de Anita, que vive ah¨ª al, final de la calle, y otro es el de los Naharro, que tienen a m¨¢s colocados en Madrid, uno de ellos que estaba en Induyco -Moreno antes era responsable de personal de esta empresa- y luego est¨¢ el que los ha examinado, el Ra¨²l Barquilla, ?c¨®mo se llama el padre? ?Grande! Es Ra¨²l Grande Barquilla, miembro del tribunal de las oposiciones de servicios internos.
Carmen continu¨® explicando que firmaron los contratos el 5 de septiembre -como de hecho fue-, que entraron 300 para lo de limpieza -tambi¨¦n es as¨ª- y todo lo que su primo Gonzalo, el que ha aprobado las de limpieza, le ha contado. De otra forma no lo puede saber, aunque quiera: a Casas de Miravete no llega ning¨²n peri¨®dico. Tambi¨¦n le explic¨® su primo que hay que votar al PP, que es el que los coloca. "Manzano, creo que as¨ª se llama el alcalde de all¨ª, ?no?".
Estaba la mar de indignada, y no dejaba de secarse las manos en el delantal celeste, cada vez con m¨¢s ah¨ªnco mientras hablaba sin tapujos porque no tiene nada que perder ni que ganar, o eso dice. Su hijo, con el brazo escayolado, adecentaba la barra y asent¨ªa a lo que iba contando su madre. "Si es que no puede ser; hace cuarenta a?os, pues vale, pero ?ahora, con la democracia, que se arrastren como culebras detr¨¢s de un pol¨ªtico pidiendo favores y que para devolverlos se dejen lo que no tienen?, ?por Dios!".
Hablaba de su t¨ªa, que le regal¨® a Moreno un centro de mesa que le cost¨® 11.000 pesetas por Navidad, "por lo de su hijo; una viuda que vive de una pensi¨®n, ?y t¨² te crees que se lo rechaz¨®?, hasta dijo que el regalo lo ha dejado en casa de su madre porque dice que ya no le caben m¨¢s cosas en el piso de Madrid".
Justo a la entrada del pueblo, en La Torre Eiffel, un modesto restaurante de carretera, toman ca?as a mediod¨ªa algunos del lugar. Francisco y Andrea, el due?o del negocio y su mujer; la cocinera, se enzarzan en una discusi¨®n sobre los Moreno. ?l dice que trabaj¨® para el padre del concejal cuando Moreno era "rico, ten¨ªa siete parcelas y era ¨¦l el que mandaba en el pueblo". Parece que no le fue bien con ¨¦l, a juzgar por la sarta de desprop¨®sitos que solt¨® sobre ese se?or.
Amigo del p¨¢rroco
As¨ª que a Antonio, el hijo, le tiene ojeriza por eso. Aunque admite que "debe de ser muy listo para estar de diputado en Madrid" y que tambi¨¦n debe de ser buena gente porque incluso es muy amigo de su hermano, el p¨¢rroco.
Ella, Andrea, que no quer¨ªa hablar del asunto, le echaba miradas de esas que matan mientras meneaba la cabeza, hasta que estall¨®.
"Ni yo ni t¨² tenemos que hablar mal de nadie; pas¨® lo que pas¨®, pero de eso hace ya much¨ªsimo tiempo; de Antonio, nada m¨¢s que podemos decir que es un buen hombre, porque ha dado trabajo a muchos del pueblo", le rega?¨®. Frente a esos argumentos, Francisco se apacigu¨®: "Eso s¨ª que es verdad; que ha colocado a medio pueblo en Madrid no se le puede negar a don Antonio".
Las viandas del concejal
Antonio Moreno, concejal de Personal de Madrid, pasa todas las vacaciones en su pueblo, Casas de Miravete (C¨¢ceres). Cada Navidad, sus paisanos le agasajan con jamones, ca?as de lomo, viandas de matanza y hasta un centro de mesa de 11.000 pesetas -obsequio de una viuda cuyo hijo ha aprobado las oposiciones de limpieza-. Los paisanos del "benefactor", como llaman all¨ª a Moreno, peregrinan a su florida casa con vistas al Ayuntamiento. Llevan "bolsas y muchas cosas", seg¨²n un empleado del Ayuntamiento que lo ve todo desde all¨ª. Varios vecinos lo cuentan igual, y dicen que a "don Antonio" ya ni le caben las cosas en su casa."El es muy bueno; est¨¢ haciendo mucho por el pueblo, porque se est¨¢ llevando a muchos de aqu¨ª para colocarlos en Madrid. Se ve que necesita all¨ª a mucha gente de confianza", comenta amable su t¨ªa segunda, C¨¢ndida Naharro. "Estoy orgullosa de ¨¦l porque hace mucho no s¨®lo por el pueblo, sino por la gente de todos los alrededores".
Y Francisco, al escuchar esto bajo su boina calada, apura el chato de tinto, chupa el ducados con parsimonia y sentencia: "El que regala, bien vende, si el que recibe lo entiende; y no digo m¨¢s, que a buen entendedor pocas palabras bastan".
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