Carlismo
La temporada se abre bajo el signo de conflictos territoriales (la pol¨¦mica del catal¨¢n, el pacto de los presupuestos, la distribuci¨®n del IRPF, las guerras del agua, las reinserciones de etarras, etc) que parecen producto de un interesado renacimiento del nacionalismo como ideolog¨ªa pol¨ªticamente movilizadora, una vez ca¨ªdos en el descr¨¦dito tanto el izquierdismo obrerista como el derechismo reaccionario. Pero en esta ocasi¨®n se afirma que hay algo nuevo, que ser¨ªa el intento de revitalizar un supuesto nacionalismo espa?ol como reacci¨®n contra el vasco y catal¨¢n. Pero ?existe una entetequ¨ªa as¨ª?.Frente a supuestos fundamentos culturales o religiosos, Michael Mann ha recordado que el nacionalismo es producto de la guerra entre los Estados y no a la inversa. El nacionalismo franc¨¦s s¨®lo se entiende como antibrit¨¢nico y antiprusiano, a resultas de las guerras napole¨®nicas que crearon la necesidad de mantener en cada pa¨ªs un permanente ej¨¦rcito nacional. Pero tras la decandente tibetanizaci¨®n del XVII, Espa?a no ha intervenido en las guerras europeas. La Guerra de Independencia contra la invasi¨®n napole¨®nica, que pasa por ser el origen simb¨®lico de la naci¨®n espa?ola, no lleg¨® a crear un aut¨¦ntico ej¨¦rcito nacional, sino s¨®lo un ef¨ªmero hatajo de dispersas y espor¨¢dicas partidas de guerrilleros, territorialmente localizadas (en claro preceente de las posteriores facciones carlistas).
Pero sin aut¨¦ntico enfrentamiento militar con el exterior no hay nacionalismo espa?ol, ni por ello tampoco suficiente voluntad patri¨®tica de prestar servicio en el desacreditado simulacro de ej¨¦rcito nacional. Ahora bien, si no hay enfrentamiento militar exterior, s¨ª lo hay interior: las guerras civiles internas (carlistas durante el XIX, franquista durante el XX) jalonan la imposible construcci¨®n de la naci¨®n espa?ola. Por eso lo que surge no es nacionalismo espa?ol sino nacionalismo antiespa?ol (o "carlista") en aquellos territorios que se enfrentan militarmente a la capital: Catalu?a, Navarra, Pa¨ªs Vasco, Galicia (donde m¨¢s elevada es hoy la objeci¨®n al servicio militar).
Todas estas guerras civiles est¨¢n sin resolver todav¨ªa, pues los vencedores no han sabido ganarlas ni por tanto los vencidos han podido superar su derrota. De ah¨ª que hoy subsista m¨¢s pujante que nunca no el imposible nacionalismo espa?ol sino los resentidos e irredentos nacionalismos carlistas. Y por eso todo intento de reconstruir ese imposible nacionalismo espa?ol est¨¢ predestinado a resucitar reforzados no s¨®lo los demonios dormidos del nacionalismo carlista sino lo que parece peor: las viejas ascuas latentes de la guerra civil del 36, cuya memoria genocida permanece agazapada en todas las familias espa?olas, pues la generaci¨®n de mi padre hizo de Espa?a una Bosnia.
?Se puede aprender a superar este desgraciado legado hist¨®rico? Sin duda, pero hay que tener la paciencia de esperar que sucedan unas cuantas generaciones m¨¢s de espa?oles capaces de convivir en paz. Una paciencia que experimentos propangandistas como los de Aznar podr¨ªan transformar en pasi¨®n in¨²til: por eso parece tan preocupante su rechazo de la reinserci¨®n etarra, que podr¨ªa ser felizmente utilizada para pacificar la memoria de los viejos agravios carlistas.
En esa cuesti¨®n hay que distinguir diversos elementos, que conviene jerarquizar. Lo menos importante es la rehabilitaci¨®n personal del culpable, pues el Derecho es mal psiquiatra. Algo m¨¢s importante es el castigo a los criminales, pero s¨®lo como prevenci¨®n y no como venganza. En cambio, es mucho m¨¢s importante el resarcimiento de las v¨ªctimas. Aqu¨ª la insolvencia de quien da?¨® no puede servir de excusa. Es preciso que se cree un fondo de compensaci¨®n, pero no estatal (ni siquiera auton¨®mico) sino civil: que sea la sociedad vasca, ya que consiente que sus hijos maten en su nombre, quien resarza a las familias de tantas v¨ªctimas ajenas. Pero por ¨²ltimo est¨¢ lo m¨¢s importante: la imprescindible neutralizaci¨®n de la criminalidad organizada vasca. Y para eso la reinserci¨®n podr¨ªa resultar esencial: ?c¨®mo rechazarla?
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