Progreso y servicio militar
?Es razonable, desde posiciones que ambicionan y creen posible un mejor futuro para todos, es decir, desde una perspectiva progresista, pedirles a nuestros j¨®venes que cumplan con sus deberes militares? ?Es igualmente acorde con esa orientaci¨®n de la sensibilidad y del esp¨ªritu decirles tambi¨¦n que la objeci¨®n y, por supuesto, la insumisi¨®n no son las ¨²nicas actitudes coherentes con la idea y la pr¨¢ctica en la lucha por un mundo m¨¢s justo, m¨¢s libre y m¨¢s pac¨ªfico? Son preguntas que con frecuencia nos asaltan cuando vemos proliferar, en base al desproporcionado aumento de la objeci¨®n de conciencia en Espa?a, en muchos medios de comunicaci¨®n la idea de que la eclosi¨®n de la misma es s¨ªntoma inequ¨ªvoco de que tenemos una juventud que apuesta por la paz y el progreso.Son preguntas que debemos responder con mucho rigor y seriedad en especial los padres, educadores y pol¨ªticos, es decir, todos los que tenemos responsabilidades directas en la orientaci¨®n de nuestra juventud y de nuestro futuro, pues, sin duda, en la adecuada contestaci¨®n de las mismas nos jugamos como naci¨®n mucho m¨¢s de lo que pueda parecer a primera vista y de lo que pretenden hacernos creer los que sucumben siempre a lo que se pone de moda y, en consecuencia, se suelen conformar con respuestas superficiales y siempre a favor de corriente, aun de los temas m¨¢s delicados. Y el asunto tiene miga, pues en el fondo se est¨¢ cuestionando la propia existencia de los ej¨¦rcitos en Espa?a, teniendo en cuenta lo que cuesta un ej¨¦rcito profesional moderno, y la reducci¨®n demogr¨¢fica de los pr¨®ximos a?os.
Despu¨¦s de lo sabido y le¨ªdo en el gran libro de la historia y especialmente lo vivido en estos ¨²ltimos a?os, no debemos eludir ni olvidar las preguntas inc¨®modas o inquietantes. Porque con la idea del progreso se han cometido muchos errores de apreciaci¨®n y valoraci¨®n de las realidades sociales y pol¨ªticas: Hace menos de un lustro, todos los progresistas en nuestros lares est¨¢bamos convencidos de que el modelo de Estado federal hacia el que deber¨ªan tender los pa¨ªses con problemas de nacionalismos era la antigua Yugoslavia, donde, dec¨ªamos, se ha sabido compaginar la diversidad ¨¦tnica, cultural y religiosa con la articulaci¨®n de un Estado.
Hoy, sin embargo, aquel Estado ideal se ha desintegrado y es la guerra la que est¨¢ resolviendo sus problemas pol¨ªticos. Ante ella, los j¨®venes bosnios est¨¢n empu?ando las armas, sin esperar a que la objeci¨®n o la deserci¨®n paralicen al Ej¨¦rcito serbio, para defender su identidad y dignidad y tambi¨¦n un futuro de esperanza para los suyos. Sin duda, muchos de los que hacen la guerra son j¨®venes que est¨¢n por la paz, que repudian todas las guerras, y especialmente la suya, que aspiran a mejorar el mundo, pero que no est¨¢n dispuestos a comprar por la paz de hoy el genocidio de su pueblo.
El problema de la actitud pacifista tan aplaudida por muchos, y que parece inspirar lo mejor de la objeci¨®n de conciencia en Espa?a, es que no tiene en cuenta que, por desgracia, todos los conflictos entre pueblos y naciones, antes y ahora, no se resuelven en una mesa de negociaci¨®n . Esta realidad tan lamentable, pero tan tozuda, no se supera oponi¨¦ndose en abstracto a todas las guerras, sino sabiendo que, siendo todas atroces y con v¨ªctimas inocentes, las hay ineludibles y en muchos casos necesarias, como la realizada por los aliados contra el terror nazi, que con tanto alborozo y solemnidad acaba de conmemorar el mundo libre, en uno de sus episodios m¨¢s importantes como fue el desembarco aliado en Normand¨ªa.
Los pueblos, las naciones, por abiertas y generosas que sean con sus propios hijos, deben pedirles entrega y esfuerzo colectivo en un momento dado si quieren mantener la cohesi¨®n social y el sentido propio como pueblo; y se lo deben pedir a los j¨®venes y no a otros, en primer lugar porque han recibido de la sociedad, en su corta vida, m¨¢s de lo que han dado, y en segundo t¨¦rmino porque, con todas las expectativas abiertas cara a su futuro, son los ¨²nicos que lo pueden hacer, sin alterar gravemente compromisos personales y sociales m¨¢s consolidados propios de edades m¨¢s avanzadas. Y entre los esfuerzos de naturaleza colectiva m¨¢s necesarios, si no queremos poner en manos de mercenarios nuestra propia seguridad, son los referidos a la salvaguardia de la propia permanencia de la sociedad y la defensa de sus valores y senas de identidad de todo orden.
En consecuencia, debemos reivindicar como pieza importante los deberes militares a una juventud que necesita de motivaciones y acicates no s¨®lo individuales, sino colectivos, y que no se le hace ning¨²n favor adul¨¢ndola en sus posiciones m¨¢s c¨®modas e insolidarias.
El fortalecimiento de la ley, la expansi¨®n de la libertad y el asentamiento de esa delicada y excepcional planta pol¨ªtica que es la democracia en Europa y en Espa?a pasan hoy por hacer operativos los instrumentos de seguridad y defensa de esos pa¨ªses que son sus ej¨¦rcitos subordinados, en todos los casos y sin sombra de duda, al poder civil y, por consiguiente, garantes m¨¢ximos del Estado de derecho y del derecho internacional.
Porque no debemos olvidar que la democracia y la libertad siguen siendo una anomal¨ªa en la historia de las naciones y que las excepciones y anomal¨ªas requieren de su constante vigilancia y protecci¨®n para que sub9istan, y que se hace un flaco servicio a la causa de ese modelo pol¨ªtico y cultural menospreciando o rehuyendo los deberes militares en los pa¨ªses que lo sustentan. Es posible, pues, contestar a las preguntas que me formulaba al comienzo diciendo que s¨ª, que hoy se puede y se debe, desde una ¨®ptica progresista, pedir a los j¨®venes que cumplan con el servicio militar, y que no creen ni apuestan m¨¢s por un futuro mejor los objetores que los que han entendido que la paz y la libertad hay que defenderla, a veces, con las armas.
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